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Jorge Díaz
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Jorge Díaz (Foto: Javier Oliaga)

Entrevista a Jorge Díaz, autor de “Tengo en mí todos los sueños del mundo”

“La memoria ha sido poco generosa con el primer tercio del siglo XX”

Por Javier Velasco Oliaga
viernes 01 de abril de 2016, 08:18h

Tengo todos los sueños del mundo” es la cuarta novela del escritor alicantino Jorge Díaz. En ella narra el hundimiento del barco de vapor Príncipe de Asturias, considerado el buque insignia de la marina mercante española que tenía las medidas de seguridad más modernas y eficaces del mundo, aunque al final no resultaron ser tanto. Pero no sólo trata ese hundimiento, el autor se detiene en la vida de los protagonistas de la tragedia.


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Jorge Díaz (Foto: Javier Oliaga)

Con pulso ágil y eficaz, Jorge Díaz nos va describiendo las ilusiones de diferentes personas, venidas de muchas partes del mundo, para emprender un viaje que cambiaría su vida. El autor maneja cerca de diez tramas que se van unificando en una. A todas les saca lo mejor de ellas y el cuadro que hace de las emociones y las pasiones de los personajes es tan eficaz que no puedes dejar de leer. En la entrevista, Jorge nos cuenta los más íntimos secretos de su nueva novela.

¿Qué le llevó a escribir Tengo en mí todos los sueños del mundo?
La documentación para mi anterior novela, Cartas a Palacio, me llevó a leer muchos periódicos de la época de la Gran Guerra. En uno de ellos me encontré con el naufragio del Príncipe de Asturias y me llamó mucho la atención. Tenías las características que le pido a una historia, que sea casi desconocida, que me permita unir en ella a varios personajes y crear un mundo que sea reflejo de su época y, el más importante, que tenga encanto y capacidad evocadora. En este barco lo encontré todo.

¿Tenía tanta documentación sobre esta época a raíz de su anterior novela?
Sí, la mayor parte de las historias que se unen en el barco son propias de la época: las bodas concertadas, la trata de blancas, el Madrid bohemio… Es una gran suerte, para alguien tan perezoso como yo, que sea una época que se ha tratado poco. Hay muchas historias que contar sobre ella que me permiten usar una documentación que ya está a mi alcance… Muchas veces no la tengo, es imposible guardar todo lo que se lee para escribir una novela, pero por lo menos sé dónde encontrarla.

¿Va a continuar centrado en el reinado de Alfonso XIII?
Creo que sí, que la próxima novela también estará en esta época. Quizá sea la última. Aunque ya se sabe que eso no se puede afirmar con seguridad… La memoria ha sido poco generosa con el primer tercio del siglo XX. Da la impresión de que la historia de España da un salto desde las guerras napoleónicas hasta la Segunda República. Pero en medio hubo mucho y muy atractivo: la decadencia de un país que había sido grande… Cada día, en cada lectura, encuentro temas que se podrían abordar en una novela.

¿Qué cree que fue lo más importante que se aprendió tras el hundimiento del Titanic?
El naufragio, sólo cuatro años después, del Príncipe de Asturias podría hacer pensar que no se aprendió nada. Pero no fue así. El barco español tenía todos los sistemas de seguridad y había botes salvavidas para todos los pasajeros.

Quizá sí se aprendió algo que en la actualidad sabemos pero que en la época, fascinados por los adelantos de la técnica, querían olvidar: que no hay nada que pueda luchar contra la naturaleza. No hay barcos insumergibles, ni puentes indestructibles, ni edificios invulnerables, cuando la naturaleza lo desea es capaz de terminar con todo.

¿Qué consecuencias tuvo para la marina mercante española el hundimiento del Príncipe de Asturias?
La Naviera Pinillos, una de las más importantes de la época, se vio muy afectada económicamente. No fue hasta el hundimiento del Valbanera, pocos años después, cuando sufrió un golpe casi mortal.

La marina mercante, independientemente del naufragio, tuvo el mismo declive que cualquier sector español de unos años muy difíciles. España había perdido el tren de la modernización y la industrialización y luchaba por ponerse al día con poco éxito.

¿Quedan tragedias, como la del Valbanera, por contar?
Siempre quedan historias por contar, incluso las que ya se han contado pueden enfocarse desde otras perspectivas. Hay varias novelas sobre el Príncipe de Asturias, el Valbanera, el Sirio, el Lusitania o el Titanic. Y habrá muchas más, de eso estoy seguro. Siempre queda una nueva mirada, sobre cualquier cuestión.

¿Tiene alguna teoría acerca de las causas de dicho hundimiento? ¿Fue el capitán Lotina el culpable, como señalaron en su tiempo?
No creo que el capitán Lotina fuera culpable, sólo responsable. No creo en las teorías conspirativas: ni espías alemanes o ingleses, ni estatuas gafadas, ni triángulo de las Bermudas brasileiro, ni robo del oro que viajaba supuestamente en el barco, ni borrachera generalizada tras la fiesta del sábado de carnaval. Sólo una tormenta, poca visibilidad y unos cálculos erróneos. Y claro, la fuerza de la naturaleza y la mala suerte, que al final lo son todo.

En la novela hay varias tramas que confluyen en el viaje. ¿Cuál de ellas le ha gustado más escribir?
Yo me lo he pasado muy bien con la trama de Raquel, la cupletista. Es un personaje muy agradecido de escribir, muy divertido, lleno de ternura y humor. Pero en general todas me han gustado, por eso están en la novela.

Si tuviera que señalar una como principal sería la de Gabriela, la joven mallorquina que va al encuentro de su desconocido marido; la que más me apetecía afrontar es la de Sara, la joven judía ucraniana engañada por los suyos; la que más me sorprendió en el proceso de escritura, la de Eduardo Sagarmín, el enviado especial del rey…

¿Es complicado escribir tantas tramas al mismo tiempo?
Escribir una novela es complicado, en general, son muchos meses dedicados a una idea. Muchos cambios de opinión, muchas decisiones que hay que tomar… Ahora bien, lo de las tramas simultáneas no lo veo tan difícil. Quizá por mi experiencia como guionista de series de televisión. Estoy acostumbrado a hacerlo y me muevo bien en esas estructuras. Además me sirve para ir cambiando de una historia a otra y hacer más ameno el trabajo de redacción.

¿Cómo salían adelante quienes desertaban durante la Primera Guerra Mundial?
Como en cualquier gran drama, hay gente que ayuda a los afectados. En el caso de los desertores había organizaciones y ciudadanos individuales que les prestaban su apoyo para huir del horror. No olvidemos que fue la guerra más sanguinaria de la historia y creó una gran oposición en los civiles de muchos de los países participantes en ella.

¿Qué consecuencias tuvo la Gran Guerra para España?
España fue neutral, como todos sabemos. El hecho de ser uno de los pocos países del entorno que no participó fue muy beneficioso económicamente. Era el único que podía suministrar todo tipo de productos a los combatientes, desde cereales hasta armas, pasando por los artículos más insospechados, incluyendo los burros para cargar con el material de guerra. Desgraciadamente, esa buena coyuntura económica no se usó para modernizar el país. Los obreros españoles, al contrario de lo que se pudiera suponer, vivieron tiempos difíciles: la gran demanda de productos para la exportación hizo que los precios subieran en España mientras los sueldos seguían invariables.

De cualquier manera, no creo que el acierto de no intervenir fuese de los políticos o del gobierno: España hizo lo único que podía hacer ante la Gran Guerra, quedarse al margen. El país no estaba en absoluto preparado para participar en ella.

¿Eran muy frecuentes los matrimonios concertados en la España de la época? ¿Cómo se ha documentado?
Eran algo habitual. Muchos emigrantes querían mantenerse en contacto con sus raíces. Eran tiempos en los que se viajaba para toda la vida, no había ida y vuelta. Así que un matrimonio concertado con una mujer del mismo pueblo era la única forma de recuperar de alguna manera las costumbres locales, las comidas, la lengua… No creo que fueran muy frecuentes, pero tampoco le extrañaban a nadie.

Tuve la suerte de localizar, casi por casualidad, la historia del Vicari Fiquet, un párroco mallorquín que ponía en contacto a los emigrantes que buscaban esposa con las mozas casaderas que estaban dispuestas a partir hacia otros países.

¿Cómo hacían las redes de trata de blancas de la época para engañar a las mujeres?
No creo que haya mucha diferencia con lo que sucede en la actualidad: en cualquier ciudad europea podemos ver jóvenes del este de Europa o del África subsahariana que ejercen la prostitución. Unas saben a lo que han venido, otras han sido engañadas con promesas de matrimonio, de trabajo, de una carrera artística, de una vida mejor. Hay cosas que nunca cambian, desgraciadamente.

¿Qué es lo que tienen en común todos los personajes cuya historia narra en este libro?
Los sueños. Todos los que viajan buscan encontrar en el destino lo que les falta en el origen: dinero, el amor, la felicidad… Mucho más en una época en la que un viaje es la aventura de toda una vida.

¿Nuestros sueños son los que determinan nuestro destino?
Ojalá fuera así: a grandes sueños, grandes destinos… Me temo que el destino se labra despierto, cada uno el suyo.

Pese a la tragedia, queda un sentimiento de optimismo en la novela. ¿Lo ha buscado premeditadamente?
Era difícil, desde luego, dar un tono optimista al final de la novela, cuando sólo se salvaba una mínima parte del pasaje del Príncipe de Asturias. Pero la gente que sigue viva tiene la suerte de haber superado un gran obstáculo, al menos eso creo. La novela tiene un epílogo diez años después del naufragio. Ahí sólo están los afortunados, quizá por eso quede la sensación de optimismo.

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