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"La batalla de Bretton Woods" de Benn Steil

John Maynard Keynes, Harry Dexter White y cómo se fraguó un nuevo orden mundial

Por Alfredo Crespo Alcázar
lunes 25 de julio de 2016, 18:45h
La batalla de Bretton Woods
La batalla de Bretton Woods

Benn Steil nos ofrece una obra fascinante en la que aúna diferentes disciplinas (economía, historia, relaciones internacionales y geopolítica) que ordena de manera de coherente, formando un todo pleno de sentido. Sus rigurosos análisis, aunque centrados en los años inmediatamente anteriores y posteriores al consenso de Bretton Woods (y la consiguiente creación de instituciones del calibre del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional que aún desarrollan sus funciones), le permiten extraer lecciones aplicables al escenario actual, en particular a la rivalidad entre China y Estados Unidos.

El autor vertebra la obra alrededor de la personalidad de dos economistas de tronío, John Maynard Keynes y Harry Dexter White, que de manera nada casual, eran británico y estadounidense respectivamente. En efecto, una de las grandes conclusiones que el lector extraerá tiene que ver con el cambio en la hegemonía global consumado en Bretton Woods. Estados Unidos se convirtió en el principal actor del mundo occidental, si bien el dominio británico venía languideciendo desde décadas atrás, con fracasos sonoros de su política económica, como la vuelta al patrón oro (cuyo epitafio se puso en Bretton Woods).

Keynes y Dexter White simbolizan a dos hombres de Estado, que defienden en todo momento el interés nacional de sus respectivos países, aunque también es cierto que la megalomanía caracteriza la mayoría de sus comportamientos y decisiones. Por tanto, nos hallamos ante dos economistas que lideraron la diplomacia internacional, a pesar de que sobre el norteamericano, se proyectaron dudas y evidencias más que razonables acerca de sus relaciones con la URSS de Stalin.

Al respecto, el lector disfrutará con aquellos pasajes que describen sus labores de espía al servicio del comunismo. Quizás tuviera este comportamiento porque, producto de sus ideas políticas y económicas, “visualizaba un mundo de posguerra con un modelo socialista soviético de organización económica en claro ascenso, aunque no llegase a suplantar al modelo capitalista liberal estadounidense” (pág. 18). En este sentido, Harold Laski, recuerda con acierto Steil, había loado la Revolución de Octubre, como una suerte de herramienta al servicio de la realización personal.

De hecho, durante las negociaciones de Bretton Woods, Dexter White se mostró solícito con el obstruccionismo practicado por la URSS, pese a lo cual, Benn Steil insiste en que sus ideas económicas bebían de fuentes keynesianas, no marxistas: “White insistía en que el gobierno debería apoyar activamente las actividades económicas; desde luego en mayor medida de lo que establecía la ortodoxia antes de la Gran Depresión, aunque abogó por un control gubernamental completo de los medios de producción” (pág. 61).

Además, para Dexter White su país debía trabajar estrechamente con la URSS, considerando que ésta no tenía apetencias territoriales, tesis no compartida por el Presidente de Estados Unidos, Franklin Delano Roosevelt (pág.81). Asimismo, el citado economista había mostrado sus dudas, asumidas por otras potencias vencedoras de la Segunda Guerra Mundial, sobre la “resignación” y no revanchismo de Alemania y Japón tras capitular.

En este sentido, Benn Steil se detiene y disecciona las razones que llevaron a Estados Unidos a tomar parte en la Segunda Guerra Mundial, opción que inicialmente suscitaba el rechazo de la mayor parte de la sociedad norteamericana. Al respecto, sobresale el realismo de Roosevelt: la caída de Reino Unido ante el nazismo, implicaría un claro riesgo para la seguridad estadounidense. En consecuencia, se produjo un gradual cambio de punto de vista que se tradujo en la Ley de Préstamo y Arriendo, fundamental para que los británicos pudieran acometer el esfuerzo bélico.

Sin embargo, al contrario que los británicos (en particular, su Primer Ministro, Winston Churchill), el gobierno norteamericano sí que prestaba atención a la organización del mundo tras el final de la Segunda Guerra Mundial, diseñando una arquitectura cuya piedra angular radicaba en la desaparición del sistema de preferencias imperiales.

El desenlace final de la contienda bélica certificó el poderío de la economía de Estados Unidos (oro y dólares), asegurándole una influencia capital en el entramado institucional trazado en Bretton Woods y que hubo de ser aceptado, aunque a regañadientes, por el resto de socios, empezando por Reino Unido, que aún mantenía la esperanza de ser considerada una potencia global. Algunos testimonios de Keynes reflejaron esta aspiración: “el país estaba rebosante de autocompasión y sencillamente no estaba preparado para aceptar pacíficamente el hecho de que su posición y sus recursos ya no eran los que fueron” (págs. 433-434).

Como bien argumenta Benn Steil, tras 1945 Reino Unido no se hallaba en condiciones de evitar la expansión soviética y la penetración comunista en naciones estratégicas (por ejemplo, Grecia y Turquía). Dicho con otras palabras: se hacía imprescindible la participación (o el liderazgo) de Estados Unidos. Esta necesidad u obligación se consumó en la Doctrina Truman y su compromiso con prestar asistencia económica y militar para evitar que las citadas naciones cayeran bajo el comunismo liberticida. Como subraya el autor: “ésta no era más que la primera pieza de una larga fila de fichas de dominó listas para caer, en forma de desafíos geopolíticos, a los que Estados Unidos tuvo que hacer frente durante las décadas siguientes para llenar el vacío dejado por la implosión del Imperio británico” (pág. 437).

Finalmente, la ayuda de naturaleza económica (Plan Marshall) fue el otro eje de la intervención de Estados Unidos en los asuntos globales, en este caso europeos, a partir de 1945. De esta manera, propició la recuperación de Europa Occidental, permitiendo el fortalecimiento de sus democracias, algunas de las cuales (la británica) se hallaban en bancarrota económica, lo que lastraba la posibilidad de implementar proyectos tan novedosos como ambiciosos (Estado de Bienestar).

En definitiva, una obra estelar tanto desde el punto de vista de la solvencia científica como de la técnica narrativa. Descripción minuciosa y análisis riguroso van de la mano. Benn Steil parte de un objeto de estudio bien delimitado y reflejado en el título pero es capaz de extraer lecciones aplicables al actual “estado del mundo”, en el cual la relación/dialéctica Estados Unidos-China se ha convertido en la gran protagonista y de la que se derivan, como expone el autor, consecuencias no limitadas sólo al ámbito regional, sino que se proyectan globalmente.

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