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Alberto Marcos
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Entrevista a Alberto Marcos, autor de "La vida en obras"

"Nunca dejamos de aprender cosas nuevas sobre nosotros"

jueves 23 de octubre de 2014, 13:23h

La vida en obras es una genial recopilación de relatos cortos escritos por Alberto Marcos que logran reflejar, de un modo más que acertado, la psicología y las relaciones familiares del mundo en el que vivimos. El libro ha sido publicado por la editorial Páginas de Espuma.

(Fotos: Javier Velasco)
(Fotos: Javier Velasco)

En una entrevista con el autor, hemos hablado acerca de por qué nuestras vidas están constantemente en obras, sobre los principales impedimentos que tienen los jóvenes para alcanzar la madurez o sobre los momentos más aciagos de la adolescencia, además de otros temas que se tratan en el libro.

¿Qué le llevó a escribir La vida en obras?
Mi pasión por el género del relato. Muchos de los cuentos que componen La vida en obras fueron escritos antes de tener la idea del libro en la cabeza. De modo que el conjunto surgió después de varios años de escribir sobre lo que me preocupaba en ese momento: la identidad, la madurez y qué decisiones tomamos (o no) para convertirnos en lo que somos. Cuando vislumbré una estructura en la que dedicaría la primera parte del libro a la adolescencia, la segunda a la juventud, y la tercera a la madurez, sí escribí relatos ex profeso para el libro que completaran el resto y dieran unidad al conjunto.

¿Por qué afirma que nuestra vida está continuamente en obras?
Porque nunca dejamos de crecer, nunca dejamos de aprender cosas nuevas sobre nosotros y lo que nos rodea. Los personajes de La vida en obras, ya sean adolescentes, jóvenes o personas adultas, se enfrentan igualmente al miedo, a la confusión, a cómo afrontar con éxito las diferentes etapas de la vida. No siempre lo consiguen, pero incluso sus fracasos son un paso adelante y, si son capaces de asimilarlos, les ayudarán a conocerse mejor a sí mismos y avanzar por el camino correcto. Y, acertando o equivocándonos, no podemos hacer otra cosa que avanzar, porque lo contrario es la muerte.

¿Por qué se decidió por un libro de relatos cortos?
No fue una decisión consciente. Como decía, siempre he escrito cuentos. Es el género en el que ahora me siento cómodo como autor.

¿Cómo alcanzan los jóvenes de hoy en día la madurez?
No sabría decirlo. Depende mucho de las condiciones particulares de cada persona. No me gusta generalizar sobre un colectivo tan grande y variopinto, pero no creo que los jóvenes de ahora se enfrenten a cuestiones esencialmente diferentes a los jóvenes del pasado. Por supuesto, las circunstancias externas han cambiado mucho, pero mi libro habla de preguntas como ¿quiénes somos?, ¿quiénes creemos que somos?, ¿quiénes nos piden desde fuera que seamos? Y esas cuestiones son inherentes al ser humano. En el relato Verano en Maryland, dos adolescentes muy diferentes entre sí, uno español y otro norteamericano, uno cerebral y el otro deportista, que viven en mundos casi totalmente opuestos, descubren que tienen mucho más en común de lo que creían, en este caso, una intensa relación de amor-odio con respecto a sus padres.

¿Cuáles diría que son los principales obstáculos que les impiden crecer como personas?
Yo diría que el principal es el miedo al cambio, a afrontar lo desconocido. A veces preferimos estancarnos, aun siendo infelices con lo que tenemos, porque nos aterra sucumbir si salimos de nuestra “zona de confort”. A veces, incluso, tomamos decisiones que nos parece que van a mejorar nuestra vida y que en cambio perpetúan nuestras inseguridades, como la adolescente que decide operarse los pechos en Taxidermia. En todo caso, lo verdaderamente importante no es tanto acertar o equivocarse, como ser lo suficientemente valientes para afrontar esos miedos.

¿Cuáles son los principales acontecimientos que les marcan de cara al futuro?
Precisamente, lo que les marca a los protagonistas de los relatos es su capacidad para vencer o no ese miedo a crecer. O, por decirlo de otra forma, no podemos decidir cuáles son las cartas que nos van a repartir, pero sí podemos decidir la jugada que haremos con ellas. El futuro, a la postre, está en nuestras manos. En concreto, el niño protagonista de otro de los relatos, Silvia y yo, descubre muy pronto que prefiere jugar a las muñecas que al fútbol. No puede cambiar sus gustos, pero ¿qué hará ante ellos? ¿Obligarse a comprar una colección de cromos de futbolistas? ¿O aceptará los impulsos contra “lo establecido” que le salen de dentro? Seguro que la respuesta sorprenderá a más de uno.

¿Hay algún elemento de la psicología de los jóvenes que haya querido destacar más en La vida en obras?
Creo que la adolescencia es, sin duda, la etapa más complicada y, quizá por eso, son los relatos más aparentemente implacables del libro. A la inestabilidad que viven todos los protagonistas de los relatos, en el caso de los jóvenes se añade la inexperiencia, la inmadurez, la soledad de creerse diferente al resto, esa sensación de “no hay salida”. Cuando uno crece, ha acumulado más recursos para enfrentarse a los problemas. Me interesaba esa sensación de “condena” que sienten algunos jóvenes, muy lejana a lo que se les vende. Como le dice un adulto a uno de los personajes: “¡Los veinte son la mejor época de la vida!”; y el joven piensa para sí “entonces, ¿para qué seguir viviendo después?”.

¿Y acerca de la psicología de los adultos?
Lo interesante de los relatos de adultos es darse cuenta de que muchos de ellos siguen comportándose como niños: en concreto, el relato Aderezos retrata a un personaje casado y con hijos que, ante la rutina y el tedio de su vida, se dedica a gastar bromas casi pesadas (muy pesadas y escatológicas) a los que le rodean para sentirse mínimamente vivo. Los adultos pueden estar menos indefensos en el sentido más estricto de la palabra que los adolescentes, pero finalmente tienen los mismos miedos e inseguridades. La pregunta, una vez más, es: “¿son capaces de enfrentarse a ellos y superarlos?”.

¿Cómo ha conseguido que los relatos protagonizados por chicos jóvenes sean los más duros y veraces en este libro?
Creo que es por lo que mencionaba antes: la adolescencia es una etapa muy conflictiva, ya que por un lado abandonamos el calor y la seguridad de la infancia, y por otro, nos estamos formando como personas en todos los sentidos: física, sexual e intelectualmente. Además, los afectos familiares se complican y empezamos a intuir que estamos solos. Los relatos son duros porque la adolescencia es dura. Y son veraces porque, como lectores, somos capaces de identificarnos con los conflictos adolescentes: quien más quien menos ha vivido inquietudes e inseguridades parecidas en esos años. La soledad del protagonista de Monopoly es extrema, pero, incluso así, cualquiera que haya sido niño podrá identificarse con ella.

¿Por qué hay tantos finales abiertos en este libro? No será porque los relatos siguen en obras, ¿no?
Los relatos, no, pero la vida de los personajes sí. En un relato, quizá más que en una novela, no se puede (ni se debe) contar todo. Es necesario y conveniente que el lector aporte a la lectura. Creo que es mucho más sugerente en literatura cierta ambigüedad que darlo todo masticado. Sí creo que cada relato está acabado en cuanto que se plantea una situación, unos personajes, una trama, un conflicto. Espero que, en ese sentido, ninguno de ellos necesite más que lo que el lector se encuentra al leerlos.

¿Cómo definiría las relaciones familiares en la actualidad en nuestro país?
De nuevo, es complicado responder si no eres sociólogo o experto en el tema. No me atrevería a definirlas. Como escritor, creo que estoy más interesado en explorar la realidad que en dar respuestas.

¿Está trabajando en algún nuevo proyecto literario?
¡Sí! Estoy empezando a trabajar en un nuevo libro de relatos. La vida de un autor también está siempre en obras…

Entrevistas

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Alberto Marcos
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