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Jordi Ledesma
Jordi Ledesma (Foto: Lorenzo Sanz)

Jordi Ledesma: “La ficción te permite ajustar lo que pasa al patrón narrativo que más te convenga”

Entrevista con el autor de “La noche sin memoria”

Por Javier Velasco Oliaga
miércoles 16 de enero de 2019, 20:55h

Jordi Ledesma es un novelista que disfruta creando historias que parten de hechos reales. La ficción le da la suficiente libertad para componer una tragedia que ocurrió hace veinte años y que se resuelve en la novela como si fuese real. “La noche sin memoria” es una larga reflexión sobre unos hechos que quedaron impunes por la posición política que ocupaba el promotor de ellos, una persona hondamente vinculada al franquismo más atroz.

La noche sin memoria
La noche sin memoria

El autor tarraconense sin ser periodista se ha metido, a la perfección, en el papel de un investigador periodístico que investiga años después esos dos crímenes de que trata en la novela. Con un fuerte componente metaliterario, nos va introduciendo en los entresijos de una investigación muy personal pero tremendamente efectiva. En la entrevista nos desvela alguna de las claves de su narración que hemos elegido como una de las mejores novelas negras del año pasado.

¿Qué es más su libro, una novela negra o un reportaje de investigación?

Una novela, sin duda, que nos relata la investigación de dos desapariciones. Pero eso solo es una excusa para hablar de todas las otras cosas que explica.

Parece que el espíritu de Truman Capote sobrevuela su novela. ¿Se ha fijado en A sangre fría para escribir su libro?

A sangre fría está latente en cualquier novela criminal o relato periodístico de sucesos que haya sido escrito después de su publicación. Quizá sea por esa interiorización por lo que no me he fijado de manera especial en ella. Y no creo que se puedan comparar, ya que mi historia conjuga muchos elementos que son fruto de mi imaginación, y que entramos con otros que sí ocurrieron. A sangre fría fija un hito más allá de la no-ficción, porque ya se había abordado la humanización del crimen y del criminal infinidad de veces, pero se trata de uno real capaz de asesinar brutalmente, y el libro consigue que a través del propio relato del asesino podamos entender que existen ciertas circunstancias en la vida de determinados individuos que, si bien no justifica los hechos, sí da lugar a una aceptación global de como estas han influido de forma trágica sobre sus actos. Creo que ese es un principio ya totalmente asumido en todos los narradores que pretendemos hacer realismo.

Sin embargo, “La noche sin memoria” es una novela mucho más reflexiva, donde el diálogo interior del narrador es el hilo conductor de la investigación. ¿Ha sido complicado componer una novela de esta manera?

Hilar los dos factores era el reto, hacer que la novela que leemos sea la que el narrador escribe y en la que él mismo, desde su moralidad especial, nos cuenta como fue avanzando en la historia. Lo más complicado fue cruzar las diferentes realidades sin abandonar un único prisma.

El narrador es un auténtico personaje de novela negra, un auténtico perdedor politoxicómano. ¿Por qué decidió adornar con esas "virtudes" al protagonista?

Quiero pensar que si fuera una persona más ordenada perdería sentido su relación con los fantasmas. Y que de no ser un perdulario drogadicto acudiría de inmediato, y por su propio pie, a internarse en un centro siquiátrico. Sus excesos lo llevan a introducirse en la voluntad de hacer de ese texto su vida, y al interés extremo por esas personas que solo le importan a él.

El narrador confiesa casi desde las primeras páginas que quiere ser escritor. ¿Es el sueño de todo periodista?

Sí. Bueno, confiesa que siempre quiso serlo, y lo ha logrado, aunque matiza que es novelista. Para él, y también para mí, hay una diferencia muy grande entre quienes son solo novelistas y aquellos que sí son escritores, porque no es lo mismo. Yo, igual que él, solo soy novelista. Tampoco soy periodista, pero he oído que todos tienen una novela en un cajón. Aún así, el arte literario no se logra únicamente con habilidad para la redacción, hacen falta muchas otras cosas.

¿La novela contiene más hechos reales que ficción?

No puedo decir que sí, pero si hago balance observo que todo, en mayor o menor medida, está construido desde un halo de realidad, también es cierto que gran parte no ocurrió exactamente tal y como yo lo explico. Es una aproximación a personas y sucesos que fueron parecidos a los que se muestran.

¿Es complicado realizar una investigación veinte años después de que ocurriesen los hechos?

Sí, bastante, más siendo dos personas desaparecidas sin vínculo de arraigo en el lugar ni nadie que quiera recordarlos. Además, yo no soy policía ni mi investigación está amparada por un juez, no puedo tratar de obligar a nadie a contar lo que sepa. Lo más difícil es cuadrar los testimonios con las incongruencias que genera la memoria, la gente no está segura de si eso fue así en aquel verano o en el anterior, unos dicen que todavía no habían abierto tal o cual comercio, por ejemplo, y otros que sí, que eso fue antes, que ya se había levantado este o ese edificio; y hay que prever que algunas contradicciones y desajustes de tiempo son fruto del desgaste del recuerdo. Quienes de verdad saben cosas y las recuerdan con claridad, más tratándose de hechos criminales, dicen no saber de qué hablas.

La novela se mueve en tres tiempos narrativos. ¿Es complicado manejar tantos espacios temporales?

Más que el manejo de los diferentes tiempos en los que sucede el relato, lo ha sido mantenerlos en un mismo plano respecto al lector, es en lo que más esfuerzo he invertido, en que el texto salte temporalmente sin que se derive la senda narrativa que propone la historia cuando la leemos.

¿Da la ficción más libertad a la hora de escribir sobre unos hechos tan truculentos?

La ficción te permite ajustar lo que pasa al patrón narrativo que más te convenga. Pero yo he podido gozar de esa libertad durante la composición de lo que el texto explica, ya que es la versión de unos hechos. La ficción da la posibilidad, y exige, historias redondas y cerradas, y la realidad no acostumbra a concederlas con una estructura novelesca. También ceo que, en truculencia, la verdad casi siempre supera la ficción.

“Los novelistas tendemos a escribir sobre nosotros mismos generando la sensación de que lo hacemos de otras personas”

¿Es la literatura una expedición a la verdad?

Lo dijo Kafka. El libro va bastante de eso; de un tío que quiere escribir un libro que hable de verdades.

¿Se encuentra cómodo escribiendo en primera persona?

Sí, mucho. Con todas sus limitaciones me permite hacer cosas que a mí me resultan interesantísimas para la evolución de mi narrativa. También está el dilema de que los escritores, y los novelistas, tendemos a escribir sobre nosotros mismos generando la sensación de que lo hacemos de otras personas, y el yo es el camino más corto en ese menester, y quizá también más fácil.

¿Qué tiene el narrador de usted y usted del narrador?

Compartimos muchas ideas y percepciones, también profesión. Yo, además, le tengo mucha envidia por su forma vida.

En la novela se muestra muy crítico con los burgueses y con los capitalistas. ¿Fueron siempre unos zoquetes cuanto más dinero tienen o unos hijos de puta, como dice el protagonista?

Bueno, el protagonista asegura ser él mismo un hijo de puta, y a partir de ahí va dando palos. Creo que no se libra de salir malparado ningún segmento social de los distintos que aparecen. También se muestra severo con ciertos aspectos de incivismo y autodestrucción de determinadas periferias. Pero sí, para él y para mí, burgueses y nuevos ricos tienen más culpa que el resto de la sociedad de que el mundo sea una mentira hedonista basada en la imagen y carente de valores intelectuales. Y también la tienen de que no se cumplan los derechos laborales de los trabajadores, y de que se especule, y de defraudar dinero al estado, de generar corrupción… etc. Y en paralelo de hacernos creer que todo es culpa nuestra porque trabajamos poco y mal, pero sin dejar de mostrarnos un decorado de lujo banal y adoctrinándonos para soñar en él la felicidad verdadera. Son unos timadores.

La corrupción de los últimos años del franquismo y primeros de la democracia está muy presente en la novela. ¿Se ha sido demasiado indulgente con esos años?

Tan indulgente como que se les permitió ser juez y parte en el reparto, y no les fue mal, se reestructuraron tanto como pudieron, y cuarenta años después el poder socioeconómico sigue en las mismas manos.

Las tragedias siempre dejan un regusto amargo

¿Y con los protagonistas de la Transición?

Opino que la Transición abarca un compendio amplio de años en los que pasaron muchas cosas, y a veces nos referimos a ellos como <> convirtiéndola en una sola cosa de manera simplificada. Siento respeto por muchas personas que participaron en ella, y no es un periodo que se pueda valorar a la ligera sin tener en cuenta los factores sociales del momento, la inestabilidad, la violencia. Yo creo que la Ley y los Derechos deben evolucionar y adaptarse a las posibilidades de la sociedad que administran; y creo que la sociedad española del momento era mucho más posible y capaz de lo que se le permitió ser. Con los espectros del poder, en todas sus escalas, se hizo borrón y cuenta nueva con toda la indulgencia posible.

En el libro narra las múltiples formas que tenía la burguesía para engañar a bancos, empresas de seguros, etc. ¿Es la parte más real del libro?

Son tácticas que emplearon para solventar la falta de liquidez de muchas familias adineradas a las que los negocios se les quedaron obsoletos. En muchos casos, sobre todo en el ámbito rural, se pasó de vivir en un sistema casi feudal a tener que hacer nóminas a los trabajadores. Sufrieron una falta de cash importante. Eso, tal y como se explica en la novela, es completamente cierto.

¿Cree que su novela deja el regusto amargo de una victoria en diferido?

No me incomoda decir que es una tragedia, también lo es la novela anterior, y las tragedias siempre dejan un regusto amargo. Tampoco hago novelas policiales, lo mío es negro, y las novelas negras no suelen acabar bien, no nos dejan un mundo mejor al que había antes de leerlas, ni siquiera nos dan respuestas respecto a él, sino todo lo contrario, nos crean más dudas que deberemos respondernos nosotros mismos, pero puede que en ese trance sí podamos convertirnos en mejores personas.

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