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Marta Sanz
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Marta Sanz

Entrevista a Marta Sanz, autora de "Daniela Astor y la caja negra"

"Escribo sobre las cosas que me duelen"

Por Javier Velasco Oliaga
jueves 23 de octubre de 2014, 13:23h

Como la luz de un foco que se refleja en una bola de espejos de discoteca y se esparce en mil ramificaciones, Marta Sanz ha conformado en Daniela Astor y la caja negra un calidoscopio de realidades que se contrapuntean entre el recuerdo de una niña y el falso documental de una realidad sórdida pero que tenía el encanto de un país que comenzaba a vivir después de años de opresión y oscuridad.

La luz en los años setenta, curiosamente, la traía el cine. Y más concretamente el destape. Una realidad que traía a todo el mundo de cabeza. Unos esperanzados de que fuese la antesala de la libertad, otros vestidos de negro con gafas de igual color o más oscuras predecían el comienzo del libertinaje, del final de una época. Para la escritora madrileña su novela se emparenta con La lección de anatomía que publicó en 2009, haciendo un paréntesis en su carrera como novelista negra que tantas alegrías la ha dado con Black, black, black y Un buen detective no se casa jamás.

"Mis novelas negras violentan un género que se ha desactivado como género de denuncia social. Están llenas de apuntes psicológicos que retardan los ritmos. Son agresivas para el lector tipo de este género", opina la novelista. Cree que últimamente se ha comercializado en exceso la novela negra y que trata al lector como un cliente más que otra cosa. El género negro se ha descafeinado y mucha culpa de ello lo tienen los escritores que vienen del norte de Europa.

Daniela Astor y la caja negra es totalmente distinta. Como René Magritte que en su famoso cuadro Esto no es una pipa, Marta Sanz habla en su novela de cómo se relacionan la realidad y su representación. "La representación constituye nuestra realidad y nuestra manera de ser", apunta. A mediados de los años setenta "las bellas imágenes del destape", conformaron nuestra realidad. Ya en los años ochenta ¿Quién no recuerda aquella foto de Susana Estrada enseñando un pecho al viejo profesor Enrique Tierno Galván? "Tápese, tápese que se va a enfriar", le diría más o menos el por aquel entonces alcalde de Madrid en contraposición a aquel Tápeme, tápeme, tápame que tengo frío.

Por ello ha inventado la escritora una estructura narrativa novedosa y atrayente. Por un lado, Catalina o Daniela Astor va contando en primera persona cómo veía y se vivía en esos años setenta desde la perspectiva de una niña de doce años que tiene en su interior una mujer de cincuenta. Por otro, se contrapuntea con una faso documental que nos va recordando las principales efemérides cinematográficas y las vidas de las divas del destape y todo lo que surgía a su alrededor. "Todo estaba en mi memoria, pero tenía que comprobar que mi memoria no andaba equivocada y, para ello, Internet ha sido una parte fundamental a la que he añadido como fuentes directas de documentación, la televisión, las revistas y las películas", apunta.

Marta Sanz es una mujer fuerte en un cuerpo menudo. Con una sonrisa contagiosa va desgranando en la conversación que mantuvimos, su visión de aquellos años, la visión de una niña que tenía doce años en 1978. Si evocásemos nuestros recuerdos de aquellos días, las manifestaciones, el ansia de libertad y las ganas de votar ocuparían casi toda nuestra memoria. Pero también recordaríamos "el destape, el desnudo femenino" como uno de los acontecimientos más relevantes de una época que "ve la desnudez como un símbolo de liberación, una desinhibición sexual después de cuarenta años de represión. Ese cuerpo que se desnuda se convierte, finalmente, en un objeto", señala.

Y esos objetos sexuales terminan convirtiéndose en "juguetes rotos", en muchos de esos casos. El glamour de las actrices que participan en esas películas poco a poco se fue ajando. Pocos recuerdan el "felpudo" de María José Cantudo, como evoco el editor Jorge Herralde en la presentación de la novela en Barcelona o las dobles versiones de las películas de Ignacio F. Iquino, que filmaba escenas más subidas de tono para el espectador extranjero y dejaba con la miel en los labios al nacional. Pero sí se recuerdan intentos de suicidio por parte de algunas actrices de este género e incluso la muerte violenta de algunas de ellas.

Muchas de esas actrices que participaron en ese tipo de películas fueron productos de la "objetualización de su cuerpo, que al final se convierten en esos juguetes rotos que se abandonan o se rompen", dice la escritora. La manipulación que sufrieron esas actrices las condujeron a la desesperación, a tener impulsos autodestructivos y se convirtieron en personas desestructuradas. Y la mayoría de las actrices pasaron por allí, baste rememorar las portadas de la revista Interviú para darse cuenta de esa realidad.

En la actualidad, ese fenómeno está casi olvidado, "los últimos años estamos cambiando de una manera tan vertiginosa que, la gente que tenemos entorno a los cuarenta años, nos estamos volviendo viejos. No somos capaces de subirnos a todos los trenes de la tecnología. Para mí, mi siglo es el siglo pasado", explica Marta Sanz. A la novelista le siguen gustando los libros en papel, las películas en el cine y la música en directo. "Lo llevo impreso en mi ADN", sentencia.

La protagonista de la novela, Catalina o Daniela Astor en su ensoñación, "es una niña que refleja las contradicciones de una educación progresista dentro de una esfera patriarcal y machista. Justifica al padre en todo lo que hace y no valora lo que hace la madre", advierte. Cuando la madre aborta y entra en la cárcel, Catalina se distancia de su padre pero, también, de su madre. "Es una niña que lleva adentro a un adulto. Se da la vuelta al tópico" señala. Como la Bette Davis de ¿Qué fue de Baby Jane?

El libro termina con una caja donde relata un encuentro entre una de las actrices paradigmáticas del género, Bárbara Rey, con una supuesta amante y colaboradora de un programa actual donde una máquina de la verdad sentencia los recuerdos que se quieren evocar. Es un capítulo absolutamente sublime que nos muestra cómo se ha cambiado el concepto de la obscenidad. "Antes lo obsceno era enseñar un pecho, ahora consiste en que pongamos las vísceras encima de la mesa, nuestros sentimientos, de nuestra vida íntima. Los conceptos han cambiado y lo sórdido se hace espectacular", sostiene.

Uno de los caballos de batalla de la novela es la lucha contra "la doble moral que propicia la religión en cuanto al aborto. Yo defiendo por encima de todo el derecho a la vida digna. Algo que el actual ministro de Justicia no entiende", afirma. En la novela se habla de la Transición sin nostalgia, "en la medida que está relacionada con el presente. Porque me interesa el presente, que está marcado por la crisis. Y que se está utilizando para hacer todo tipo de recortes, en materia laboral, sanitario y en los derechos de la mujer", apunta la escritora madrileña. "Por eso, escribo sobre las cosas que me duelen", especifica y ahora cree que era el momento para hacerlo, en un momento en que la crisis económica está modificando radicalmente el mundo en el que vivimos.

Su novela nos trae a la memoria unos años que vivimos intensamente. Unos años que nos marcaron profundamente pero también de forma liviana. Recordar el Un, dos, tres de Chicho Ibáñez Serrador no es recordar un concurso, sino los mitos eróticos que pasaron por allí, azafatas que se convirtieron en actrices protagonistas de algunas de las mejores películas españolas de todos los tiempos. Películas como La residencia del realizador del concurso más popular de nuestra televisión, conjugaron el erotismo con el terror, el fantaterror, que marcó una época y que nos hizo al mismo tiempo aterrarnos y reír. Al fin y al cabo, aquella fue una época de risas que ya no volverá.

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