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J. M. Guelbenzu
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J. M. Guelbenzu nos trae a la juez Mariana de Marco en su séptima aventura

“Lo que más daño ha hecho a la novela negra es la novela social”

Por Javier Velasco Oliaga
jueves 23 de octubre de 2014, 13:23h

Con “Nunca ayudes a una extraña” son ya siete las novelas que J. M. Guelbenzu ha escrito teniendo como protagonista a la juez Mariana de Marco, algo que empezó como un entretenimiento cuando tenía una novela atascada. Desde entonces ha ido regularmente publicando esas novelas negras con las que pretende reivindicar el clasicismo de este género frente a lo que se está publicando últimamente.

 (Fotos: Javier Velasco)
(Fotos: Javier Velasco)

Para el escritor madrileño la intriga en este género es fundamental. “La novela negra actual no tiene nada de intriga. No es importante desenmascarar al asesino, lo importante es que asesine y cuanto más sangriento sea, mejor”, crítica razonadamente sobre los cambios que al género han venido de las tierras de Escandinavia. No por ello deja de reconocer que hay escritores interesantes en esas tierras gélidas, “casi todos deben su estilo a George Simenon”, puntualiza.

Nunca ayudes a una extraña tiene características diferentes a los anteriores libros. La protagonista sigue siendo la juez Mariana de Marco. “En el primer libro de la serie era una protagonista más, no la principal”, recuerda. Para el escritor el cambio fundamental es que el narrador es una persona concreta por primera vez, un periodista de investigación que aparece después de haber perdido el trabajo por la crisis. “Una persona que merece la pena en opinión de la juez, lo cual la hace que intente separarse de él para no tener una experiencia como la ya vivida en su matrimonio”, explica el autor de Muerte en primera clase.

Mariana de Marco sigue siendo la protagonista principal y ha ido evolucionando desde la primera novela. Todavía le queda recorrido, porque Guelbenzu tiene previsto escribir hasta diez entregas, para desgracia de los profesionales de la judicatura, “ya que en ocasiones me han atacado por describir a una juez moderna, promiscua que tiene abundantes relaciones esporádicas, lo cual para un sector tan conservador es muy duro de admitir y más en el ambiente provinciano en donde se desarrollan las tramas de la serie.

El planteamiento de la obra es mostrar las relaciones de poder que existen en las pequeñas esferas, en las familias, centros de trabajo, etc. “Estamos acostumbrados a que las relaciones de poder se den en las grandes esferas, pero en los ambientes más pequeños tienen consecuencias aún más demoledoras. Cuanto más pequeños son los poderes, más fuerte es el dramatismo”, opina el escritor del género negro que se pasó su juventud leyendo novelas policiacas inglesas que se solían desarrollar en ambientes muy reducidos donde todos los sospechosos se conocían.

“Lo que más daño ha hecho a la novela negra es la novela social”, afirma con contundencia. La crítica social se debe desarrollar, en su opinión, en otro contexto. “Los grandes del género negro como Dashiell Hammett no hacían denuncia social, solo se limitaban a reflejar cómo era la sociedad de su tiempo”, explica parsimonioso con la mirada huidiza. “Nunca voy a hacer un novela social, otra cosa es si te sale”, remacha.

El narrador, Javier Goitia, periodista de investigación, cuenta la historia desde dentro. Y la violación que está investigando se relaciona sin motivo aparente con un suicidio que él irá desentrañando, porque para el autor, “un suicidio es en realidad un asesinato”, dice convencido. Siempre que se llega a un suicidio hay algo o alguien que es el detonante para llegar a un desenlace tan extremo.

Más que denuncia, el autor describe los poderes judicial y periodístico. Para ello se vale de los dos protagonistas. Mariana siempre está en conflicto con sus jefes, es una persona que va siempre a las claras y por eso choca con el poder, el decano de abogados, el jefe de policía, etc. Sin embargo, se lleva bien con las personas de segundo nivel.

Para J. M. Guelbenzu lo importante de sus libros es que siempre parte de una situación de sorpresa. “De ahí parte la historia”, señala. Lo demás no deja de ser accesorio, el lugar en el que ocurre es lo de menos. Cualquier ciudad puede valer, “aunque me fijo en una ciudad como Gijón, no me gusta trabajar con el mapa en la mano, me gusta crear mi propia ciudad y poner las ubicaciones donde me interese”, explica.

Así como su protagonista crece con el tiempo, “no concibo que una de mis novelas sea inferior a la anterior”, confiesa. El afán de perfeccionismo corre por sus venas. Sólo porque cree que al lector hay que darle lo mejor de uno mismo. Él está en ese empeño.


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