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David Felipe Arranz
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David Felipe Arranz

Ausentes y desarraigados

martes 16 de diciembre de 2014, 11:35h

Tal vez sean las prisas o el ajetreo que imponen las rutinas profesionales. O, la indiferencia que parece haber anestesiado al ser humano y haberlo condenado a un letargo permanente de incapacidad contestataria. Quizá, nada de esto. Puede, simplemente, que sea la incomodidad y la asfixia que provoca ponerse en el lugar del “otro”, o lo poco que se enseña a usar esa herramienta llamada empatía.

Probablemente, la respuesta sea el resultado de todas las enumeraciones anteriores, una sucesión de factores que explican la escasa atención que se ha prestado al “otro” por excelencia: al inmigrante. Curioso, ya que a lo largo de la historia se han producido multitud de procesos migratorios que han sido el motor de muchas de las transformaciones sociales recientes. Cuesta, por tanto, explicar cómo un fenómeno tan relevante pasa de puntillas, silencioso por el ágora pública de las sociedades modernas.

No obstante, y una vez más, el arte sale al rescate y nos ofrece la oportunidad de combatir la ceguera colectiva que existe ante esta realidad. En esta ocasión, es el cine la ventana que muestra la dureza de un viaje migratorio. Películas que nos enfrentan a la realidad esquilada de prejuicios y que David Felipe Arranz recopila en su libro Las cien mejores películas sobre migración.

Un libro obligatorio para aquellas personas que quieran detenerse y adentrarse en cada una de las historias que nos acercan y arrojan luz sobre el difícil día a día de cada persona que emigra. Films que nacen de un reportaje publicado en un periódico, de una novela como es el caso de Hawái de George Roy Hill, de las memorias de un cineasta o de un diario de viaje.

Con el telón de fondo de la famosa Gran Vía madrileña, David Felipe Arranz confirma que casi todas las películas están basadas en hechos reales y que le interesaban precisamente las sinergias entre la literatura, el periodismo y el cine. También, incide en la universalidad de la temática migratoria, ya que hay presentes obras de distintos países y épocas, incluso cine mudo de la mano de Chaplin que ya trataba esta cuestión en su película Charlot emigrante de Charles Chaplin, en la que narra la llegada de emigrantes a los Estados Unidos. Precisamente, es este país uno de los que planea sobre estas películas en más ocasiones por su incapacidad para logar la integración y porque en él surge el fenómeno de la construcción de guetos.

Cien películas que comparten esa capacidad para plasmar la amarga y compleja cotidianidad de estas personas que han sido desarraigadas de su lugar de origen y que no logran integrarse en la comunidad de llegada. Conceptos como “multiculturalidad”, “ascensor social”, “racismo” o “xenofobia” deambulan por los textos creando la atmosfera perfecta para entender este fenómeno social. Cien películas elegidas entre tantas otras, según el autor por ser films que te enseñan algo, que cambian tu perspectiva y te hacen reflexionar.

Una amalgama de migraciones, pues en los films se ven reflejados los múltiples tipos de movimientos migratorios, bien sea entre continentes, países, de la ciudad al campo, y por diferentes motivos: laborales, políticos, religiosos etc. Se pueden apreciar casos de emigración entre personas del mismo país como en la película Surcos de José Antonio Nieves Conde donde se retrata el rechazo de las personas que emigran del entorno rural a la ciudad en España.

O, el retrato del racismo entre los propios pueblos sudamericanos, como se puede observar en Bolivia de Israel Adrián Caetano, que cuenta la vida de un ciudadano boliviano que se traslada a Buenos Aires en busca de trabajo.

Es imposible no percibir un halo pesimista, no decepcionarse con el género humano cada vez que uno se enfrenta a alguno de estos textos. No preguntarse por qué somos incapaces de acoger a estas personas iguales a nosotros. “El infierno es el otro”, nos dice David Arranz, citando al filósofo Jean Paul Sartre, para explicar el miedo de las sociedades actuales hacia la persona desconocida y la difícil aclimatación de las familias a su nuevo entorno.

Arranz afirma que para conseguir la integración de los emigrantes es indispensable una sociedad culta, ilustrada y sensible para acoger al “otro” como uno más. Sin embargo, nos encontramos con países embrutecidos e inmersos en una crisis que es el perfecto caldo de cultivo para el surgimiento de brotes de racismo y xenofobia, al activarse mecanismos de defensa ante las escasas oportunidades laborales.

En este contexto, revisar estas películas es casi obligatorio. Historias humanas, con protagonistas, en muchas ocasiones femeninas, que impregnan el libro de la mirada femenina− Las uvas de la ira de John Ford o Las cenizas de Ángela de Alan Parker, entre otras− y de la figura del niño que no siempre aparece representado en los textos periodísticos o en los documentales de este tipo. En este sentido, destacan películas como La jaula de oro en la que se cuenta el viaje de niños de origen centro americano a los EEUU y que son cazados por mafias o disparados por tiradores en la frontera.

Un libro, que ha servido de punto de partida para el ciclo Las migraciones en el cine que ha organizado la Casa de América de Madrid y en el que se han proyectado diez películas presentadas por un experto, el último lunes de cada mes y que terminará el próximo lunes 15 de diciembre con el visionado de The Visitor de Thomas McCarthy.

Un ciclo que ha brindado la oportunidad de visionar algunos de estos films que son de difícil acceso ya que no se han proyectado en las grandes salas y que ha servido como espacio de análisis y debate sobre estos procesos. Para este ciclo, la Casa de América ha contado con la colaboración de la Embajada de los Estados Unidos en España, del director y productor estadounidense Robert Young, de las empresas Mediapro (España), Videofilms (Brasil), Filmoteca Española y el Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC).

En definitiva, una oportunidad para examinar la complejidad de las relaciones sociales y visibilizar a todas esas personas desarraigadas y sin voz en el espacio público que viven en el centro de gravedad de nuestro nuevo mundo.

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