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Martín Abrisketa: "El odio no deja avanzar a las personas"

Entrevista al autor de "La lengua de los secretos"
Por Javier Velasco Oliaga
jueves 19 de marzo de 2015, 13:13h
Martín Abrisketa publica su primera novela “La lengua de los secretos”. Este periodista y realizador audiovisual se estrena con una obra profundamente íntima donde pone al descubierto sus sentimientos hacia su padre contando la rocambolesca historia que padecieron durante y después de la Guerra Civil Española, él y sus tres hermanos, que partieron de Euskadi rumbo a Tenay para salvar sus vidas.

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  • Martintxo Abrisketa y Martín Abrisketa

Martín Abrisketa (Fotos: Javier Velasco)
Martín Abrisketa (Fotos: Javier Velasco)
“Escribir esta novela ha sido para mí una catarsis. Partió de una crisis interior que tuve muy fuerte en 2011”, señala el escritor vasco en una entrevista que hemos mantenido en la cafetería de un céntrico hotel de Madrid. Siempre se había mantenido alejado de su padre Martintxo, como escribe en “El lenguaje de los secretos”. “Nuestras mentes circulaban en sentidos opuestos”. Hasta que comenzó a escribir el libro; en ese momento comenzó un proceso de acercamiento a su padre que llegó a una reconciliación total. Su madre tenía razón cuando le decía que “los dos sois iguales”

Martín Abrisketa, dentro de su timidez, se define como “una persona creativa y silenciosa. No contaba mis pensamientos y mis debilidades a nadie. Parecía que no me afectaban las cosas”, dice este surfista de las playas vascas. Sin embargo, la procesión iba por dentro, tenía una imagen de sí mismo que era falsa y “cuando comencé a escribir me di cuenta de lo mucho que admiraba a mi padre y que no le había transmitido lo que hubiese querido transmitirle y que nunca le había dicho”, reconoce el autor vasco.

Vivió durante muchos años un conflicto generacional con su padre. “Somos dos cabezotas y los dos sabíamos que nos queríamos pero no nos lo decíamos. Era un silencio agobiante, muy cinematográfico y el proceso de escritura de la novela ha sido un canal para reencontrarnos”, apunta con seguridad y añade que “escribir ha sido un desahogo y una necesidad”, hasta tal punto que todo lo que le ha ocurrido desde que comenzó a escribir el libro ha sido bueno.

La realización del libro ha sido laboriosa, dos años de escritura y año y medio de correcciones. En el desarrollo han participado tanto su padre como algunos de sus tíos, leyendo lo que escribía Martín. “Gracias a esas lecturas han aflorado recuerdos dormidos en la mente de los protagonistas”, apunta. “A mi padre se le disparaban los recuerdos y la historia estalló en colores”. Gracias a ese proceso se fueron acercando cada vez más. “Mi padre vivió el proceso como un actor entregado y ¡nos hemos acercado tanto! Que hizo que el proceso fuese muy rápido”, explica el autor.

Cuando nos adentramos en las procelosas aguas de la Guerra Civil estallan los recuerdos, los rencores y las venganzas. “Muchas personas no quieren recordar lo que vivieron. Mis abuelos nunca hablaban de la guerra. Sin embargo, mi padre sí. Era demasiado inconsciente. Nunca vio los peligros. Percibía la realidad de otra forma, como si fuera una aventura. Por eso pienso que mi padre es como un Peter Pan o un Tom Sawyer. La percepción de un niño era así. Jugaba a la guerra en la misma guerra”, aclara el escritor bilbaíno.

En la novela, Martín Abrisketa, utiliza tres narradores, tres Martín, el padre, el hijo y el narrador. Éste, suele narrar en primera persona y, en alguna ocasión, en segunda persona. “Necesitaba contar los acontecimientos desde otro punto de vista, desde otra forma de ver la misma realidad. Para mí fue natural y lo necesitaba”, puntualiza en un tono muy íntimo y reflexivo. También hay varios cambios temporales en la narración que parece que crean una confusión en el tiempo, pero es algo intencionado, “buscaba algo simbólico”.

La lengua de los secretos” es una novela por la memoria histórica, “pero sin rencor, buscando el perdón histórico. Hay gente que percibe la memoria histórica como una venganza pero creo que se debería percibir sin odio. Mi padre vivió la confrontación como una guerra sin enemigos, sin odios, él siempre encontró a alguien que le echó una mano”, recuerda sin complejos, porque para Martín Abrisketa “el odio no deja avanzar a las personas”.

Reconoce que para escribir su novela ha tardado más de cuarenta años. “Para escribir hay que vivir y a mí me ha costado estos años para entenderlo”. El proceso de creación le ha dejado exhausto, ahora tiene que volver a vivir para poder escribir una nueva obra pero sin prisas, ya que “escribir me produce ansiedad. Mis proyectos actuales tienen más que ver con la fotografía y con la pintura”, volver en cierta forma a sus orígenes, a situarse detrás de una cámara, hasta que sienta la pulsión de la escritura, “tengo que enamorarme de algo o alguien para escribir, como lo hice con mi padre”, subraya.

La novela está plagada de simbolismos; el euskera, etimológicamente, es muy rico, con vívidas imágenes y que tiene mucha carga simbólica, es la lengua de los secretos. Como el idioma navajo, que fue utilizado en la Segunda Guerra Mundial para despistar a los japoneses en sus comunicaciones, el euskera se utilizó para lo mismo en nuestra guerra civil. “Era un idioma en retroceso que sólo se hablaba en las aldeas y en entornos familiares. Ahora es otra cosa, aunque yo he llegado tarde a ese proceso. Cuando estudié no había casi ikastolas y aprendí el euskera tarde y no muy bien”, reconoce cabizbajo.

La literatura vasca tiene dos corrientes muy significativas. Por un lado hay un grupo de escritores encabezados por Bernardo Atxaga que se mueven en el terreno de la fantasía, de lo misterioso y de lo simbólico. “Atxaga ha puesto punto y final a mi libro y a mí me ha dado la paz”. Por otro lado, están los escritores realistas como Harkaitz Cano o Fernando Aramburu. Martín se mueve entre estos dos estilos. Siempre le ha gustado leerlos, como también le gustaba leer en su adolescencia los libros de Pío Baroja, “eso era pura aventura” y ya de más mayor a Paul Auster y Cormac McCarthy. De este último ha cogido la forma de escribir los diálogos, sin guiones, como si fueran auténticos disparos. “Es bastante más difícil, sobre todo cuando hablan tres personas, para que el lector no se confunda con quién habla”, expone. Pero es algo que merece la pena y queda muy bien en su literatura.

La historia que ha contado en “La lengua de los secretos” es la historia de su padre y de su familia pero, también, de los muchos niños que tuvieron que salir de España hacia unos países desconocidos y de unos padres que no supieron hasta mucho después si sus hijos seguían con vida. Como dice Martintxo, el protagonista de esta historia: “el dolor más grande es el de los padres que pierden sus hijos”. Que eso no vuelva a suceder.

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