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"La fragmentación del poder europeo" de José Ignacio Torreblanca

Por Alfredo Crespo Alcázar
martes 19 de mayo de 2015, 08:57h
'La fragmentación del poder europeo' de José Ignacio Torreblanca

Cualquier investigador, periodista o docente que aspire a hablar con propiedad del proceso de integración europea, deberá consultar antes la bibliografía y artículos del Doctor José Ignacio Torreblanca. La obra que tenemos entre manos supone un análisis certero, objetivo y crítico del panorama interno y externo que debe encarar la UE, junto con un repaso sucinto pero completo de la trayectoria histórica de aquélla, desde sus orígenes hasta la actualidad.

Una estructura en capítulos adecuadamente distribuidos, con abundantes notas al pie e ingente bibliografía, reflejan el conocimiento que tiene Torreblanca del objeto de estudio. Las estadísticas y cifras que ofrece, acentúan sus tesis, sin perturbar la lectura.

La eurofilia que caracteriza al autor no le impide hacer un diagnóstico realista, subrayando las numerosas carencias de la UE (muchas de ellas producto de sus últimos desarrollos). Se trata de déficits que, en última instancia, han provocado que pierda parte de su atractivo como proyecto no sólo para amplios sectores de la ciudadanía de los Estados miembros, sino para algunos países (Turquía) que aspiraban (y aspiran) a formar parte del club comunitario.

Es evidente que los cambios que ha experimentado el mundo en las últimas décadas han afectado a la UE y que ésta no siempre ha sabido responder de manera adecuada. Además, actualmente han irrumpido una serie de países emergentes, los BRICS, que tampoco la perciben como un modelo a imitar, ni tienen como objetivo prioritario acentuar sus relaciones con Bruselas.

A pesar de esta radiografía un tanto negativa (aunque, insistimos, realista) no significa que el proyecto europeo haya perdido su atractivo. Sin embargo, la UE deberá dar un giro al modus operandi que le ha caracterizado en los últimos años y potenciar aquellas virtudes que le hicieron relevante, o incluso modélica, a partir de 1950.

Al respecto, Torreblanca afirma:
“Durante cientos de años, los estados modernos han utilizado la fuerza militar o la coacción económica para imponerse unos a otros sus valores o formas de gobierno. Pero los entes posmodernos como la UE ya no envían tanques, sino legislación. Para ser miembro de la Unión, un Estado tiene que aceptar un cambio tan profundo en su sistema político, económico y social que quedará irreconocible” (pág. 129).

Como hemos indicado, destaca la radiografía que hace el autor de los nuevos “competidores” o “rivales” de la UE como son los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica). A todos ellos los disecciona como grupo e individualmente. Y, aunque su irrupción ha provocado la reconfiguración de las dinámicas internacionales, ellos prefieren mantenerse al margen de cualquier gobierno mundial. En consecuencia, sólo participan en las instituciones supranacionales cuando sus intereses económicos están juego “para todo lo demás se acude al principio de soberanía y no injerencia en los asuntos internos” (pág. 53).

Al respecto, el lector debe prestar atención a las reflexiones vertidas por Torreblanca en 2011 sobre la Rusia de Putin, pues la mayoría de ellas se han reflejado recientemente en la actuación del Kremlin hacia Ucrania. El autor ofrece un amplio listado de anomalías que configuran el modelo ruso y que se aprecian fácilmente (la libertad de los medios de comunicación es una entelequia, al igual que la separación entre poder económico y político).

Acerca de China, realiza consideraciones que afectan al panorama doméstico (ausencia de derechos y libertades; los problemas de convivencia derivados de la emigración masiva del campo a la ciudad) y exterior (repercusiones del aumento del gasto en defensa o penetración en regiones de África o América Latina). Con respecto a Brasil e India da juicios similares, en el sentido a que invitan a concluir que no es oro todo lo que reluce. En ambos casos, el crecimiento económico ha provocado tensiones sociales que, hasta la fecha, no han sido canalizadas eficazmente por el poder político.

Por tanto, este heterogéneo grupo de países presenta un buen número de interrogantes que provocan que la cautela presida cualquier análisis sobre su futuro. Para Torreblanca “tan acostumbrados como estamos a que los demás señalen con el dedo nuestras debilidades, hemos olvidado que los demás también tienen las suyas, y que muchas de ellas son tan profundas o más que las nuestras” (pág. 167).

La peculiaridad del proceso de integración europeo, en el cual los Estados son los actores principales, ha fragmentado el poder europeo y, en consecuencia, las posibilidades de la UE de influir en la esfera global (pág. 14) se han visto mermadas. En este sentido, resulta frecuente que el pesimismo se adueñe incluso de quienes no ofrecen dudas de su lealtad al proyecto europeo.

La experiencia fallida de la Constitución Europea puso de manifiesto esta tesis. Ahí empezó un proceso auto-inculpatorio que parece no tener fin: “la Unión no se diseñó para hacer política exterior sino, dicho de forma simplista, para hacer política interior. Por tanto, la UE está genéticamente mal preparada para estar en el mundo. Ello se debe a que durante sus primeros 50 años de existencia, la mayoría de los desafíos que ha enfrentado han tenido una dimensión fundamentalmente interna, lo que ha conformado una lógica, unas instituciones y unas mentalidades difíciles de reorientar hacia el exterior” (pág. 190).

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