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"La crisis del euro. De Atenas a Madrid" de Josep Borrell y Andreu Missé

Por Alfredo Crespo Alcázar
miércoles 10 de febrero de 2016, 14:27h
La crisis del euro. De Atenas a Madrid
La crisis del euro. De Atenas a Madrid

Bajo el formato novedoso de entrevista-diálogo, Josep Borrell y el periodista de El País Andreu Missé nos explican cómo se fraguó y cómo se desarrolló la crisis del euro, problema de magnitud tal, que hizo que el proyecto de integración europea se tambalease.

Una obra pulcra en el manejo de conceptos, con una estructura capitular adecuada y en la que el ritmo de conversación de los autores facilita la comprensión del mensaje. Ambos renuncian a la abstracción y exponen con conocimiento de causa su objeto de trabajo. Asimismo, la cronología facilitada en el capítulo primero permitirá al lector profundizar de manera particular en aquellos hechos que estime más relevantes (celebración de elecciones, consejos europeos o decisiones de las instituciones comunitarias).

Borrell y Missé practican un europeísmo crítico que rechaza los parámetros de la corrección política. Esto les permite revisar con solvencia y profundidad cómo ha gestionado la UE la crisis económica. Al respecto, extraen como una de las principales lecciones, que la crisis de la deuda griega ha ofrecido una disyuntiva: o bien se revisan los principios de la Unión Monetaria (pág.80) o bien se acepta que hay que dar marcha atrás en la integración europea. En este sentido, caben señalarse varias anomalías, detectadas por los autores, en el funcionamiento de la UE, desde las más generales “decimos defender los derechos humanos, pero en la práctica hemos apoyado a unas dictaduras que nos garantizan estabilidad y contención del peligro islamista” (pág. 39), hasta las más particulares (permitir que Grecia entrara en el euro tarde y mal porque políticamente no se le podía dejar fuera).

El caso griego, por el contagio provocado, ocupa buena parte de la obra. Papandreu, matiza Missé, se presentó a las elecciones de 2009 con un programa basado en aumentar el gasto social, pero pronto advirtió que los datos del déficit público se hallaban falseados. Este escenario permite al periodista de El País formular una pregunta adecuada: ¿no es sorprendente que ni Bruselas ni Grecia hubieran sospechado antes? Borrell responde y lo hace aludiendo a la existencia de una dialéctica entre el Consejo y la Comisión Europea:
“la Comisión había pedido auditar las cuentas de Grecia. Pero el Consejo, con Alemania a la cabeza, se opuso por considerar que se cuestionaba la soberanía de un Estado. Hacerlo con Grecia sentaba un peligroso precedente que podía volverse en contra de Alemania, que había sido la primera en no cumplir el Plan de Estabilidad y Crecimiento” (pág. 38).

Igualmente, los autores nos ofrecen una oportuna contextualización histórica del entorno en que los principales actores hubieron de adoptar decisiones. La fecha de partida es octubre de 2009 (victoria del PASOK en las elecciones griegas). Entonces, el gobierno heleno halló el citado balance de cuentas falseado, lo que provocó que sus ambiciosos planes de gasto social hubieran de ser suplidos por otros antagónicos, centrados en el binomio austeridad-recortes, que se tradujeron en un aumento del paro. A pesar de ello, ésta se convirtió en la receta general para revertir la crisis. Dicho con otras palabras: con la finalidad de reducir el déficit público se eliminaron numerosos servicios que eran necesarios para las clases más populares, provocando la aparición y rápida expansión a lo largo de Europa de “un sentimiento de injusticia” (pág. 118).

Además, y de nuevo con Grecia como paradigma, tras dos años de austeridad, “su deuda supera el 150% de su PIB” (pág. 134). En consecuencia, casi todo el mundo reconoce que no podrá pagarla. Esto, a su vez, permite inferir una nueva conclusión: la UE primó más castigar a los griegos por sus trampas pasadas que ayudarles a salir de la crisis, idea en la que insiste Josep Borrell en repetidas ocasiones a lo largo de la obra.

En medio de este escenario hallamos el rechazo generalizado inicial, no sólo por parte del gobierno griego, de la ayuda que brindaba la UE, el denominado “rescate”. Este fenómeno obedeció a que “la ayuda viene acompañada de medidas de ajuste impuestas por un poder político externo. Y eso cuestiona la independencia nacional” (pág. 69).

En el apartado de soluciones, Borrell muestra cautelas hacia la manida tesis de que el modelo económico alemán sea una suerte de bálsamo de fierabrás susceptible de solventar por sí sólo los problemas de las economías europeas. Para refrendar su argumento, aporta datos tangibles: en Alemania ha aumentado la desigualdad (sólo Bulgaria y Rumania la superan); su inversión en infraestructuras resulta escasa; su demografía se halla en una situación crítica y, finalmente, muchas empresas se han deslocalizado, estableciéndose en países del Este de Europa porque los costes son menores (pág. 117).

Finalmente, el capítulo dedicado a conclusiones (epílogo), titulado de manera nada baladí “la verdadera encrucijada europea”, los autores sostienen que, en función de los acontecimientos en Grecia, Portugal o Irlanda, no faltan razones a quienes se muestran escépticos y cuestionan que se pueda construir una verdadera unión política y un modelo económico común europeo, si bien añadiendo una pertinente matización: “los europeos deberíamos imaginar cómo sería para nuestros países un mundo sin la Unión Europea. Frente a China y a Estados Unidos, pero también frente a la galopante demografía de África y la pujanza de India y Brasil, cada uno de los 27 países, todos, incluso el más grande (y no digamos el más pequeño), tendrían serias dificultades para defender su modelo social, su moneda y su destino en un mundo del que ya no somos el centro” (pág. 178).

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