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'La conciencia del río' (Aforismos)

"La conciencia del río" (Aforismos)

Por Ricardo Martínez-Conde
jueves 02 de marzo de 2017, 21:19h

El poeta habrá de aguardar un poco más; habrá de ser el último, el que cierre la puerta (como hace la muerte, para nuestra armonía).

El arte que el hombre ha ido legando a lo largo de la historia posee, ante todo, la belleza de su raro silencio. Él es quien, en realidad, primero encanta, seduce, acoge.

Mañana es un concepto lleno de misterio; un misterio agrandado, si cabe, por la vana familiaridad con la que esgrimimos su posesión delante de los demás.

Don Quijote ha sido un viajero que se preocupó por ese principio espiritual inherente que es la soledad del hombre. Él fue, de hecho, un gran solitario; de ahí su inabarcable sentido de la generosidad.

Cada uno de nosotros está constituido de fragmentos de otros. Hasta tal punto que, en ocasiones, del yo verdadero no queda prácticamente nada.

En la vida vamos a por el botín, y eso es lo que nos resta lucidez.

Numerar los días es como poner nombre al aire. El tiempo es tiempo, el aire es aire, y lo demás, como nosotros, el objeto de su juego.

La pereza beneficia, sin duda, la inteligencia, toda vez que le otorga el elemento principal: el tiempo.

“Lo notas en su cara-ojos al saludarla –ha escrito Musil. Definen a su poseedora y colman de respuesta a quien entrega-solicita”.

Canon de amor-sociología.

La Historia es omnívora.

“Querida mía, conozco/ mejor que otro/ lo que tu corazón hace latir” (Yeats). ¡El amor y sus errores!

La experiencia lo ha puesto de manifiesto: la justicia no hace sino prosaizar la realidad (una suerte de malformación).

No hay nadie, en esencia, que comparta el dolor. He aquí el primer principio de la racionalidad. Algunos lo han sabido, como Musil: “El yo es quien sufre, es la víctima; aquello de lo cual es víctima es la vida”. Alea jacta est.

Oh!, Dinamismo, invocado de continuo (a fe que es reiteración) por el hombre nuevo con el único objeto de entregarse a ti, la Desmesura.

“Cierto que amándote logré delicias jamás imaginadas; mas ahora me cuestas desmesuradas penas”, escribió la monja Alcoforado. Paradigma de encendido, inusual amor.

¿A qué acogerse sino a la memoria?

A la libertad habremos de pedirle, fundamentalmente, que nos deje a solas, que no interfiera con supuestos códigos.

El invierno basa en el silencio su autoridad.

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