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"Cantos al camino", de Isabel Alamar

Playa de Ákaba, 2017

Por Gregorio Muelas Bermúdez
jueves 11 de mayo de 2017, 09:58h
Cantos al camino
Cantos al camino

La escritora valenciana Isabel Alamar publica su primer poemario con un título muy sugestivo, "Cantos al camino", y lo hace en el número 4 de la colección “La historia que contamos” de Playa de Ákaba. A pesar de ser su opera prima, Isabel Alamar ya había sido incluida en diversas antologías, como Poesía experimental española (Calambur, 2012), Arquitectura de la palabra (Institució Alfons el Magnànim, 2012) o Un viejo estanque (Comares-La Veleta, 2013), además de publicar poemas y reseñas en prestigiosas revistas digitales, tales como Espacio Luke, Culturamas, La Galla Ciencia o Todoliteratura.es. Una intensa actividad literaria a la que más recientemente ha sumado la plástica, con retratos de escritores coetáneos.

Los que tenemos la suerte de conocerla sabemos del talento y el tesón que su autora atesora y el libro que reseñamos es el fruto de un esfuerzo continuo en su labor creativa. Un esfuerzo bien recompensado, pues no podría abrir mejor el libro que con el espléndido prólogo que lo inaugura, firmado por Jaime Siles. Un texto que añade valor a un libro ya de por sí hermoso, compuesto por doscientos dos poemas, en su mayoría breves, de una lucidez sintética y de apariencia sencilla pero que denotan una gran fuerza emotiva.

El poemario se divide en tres grandes apartados con títulos muy significativos que nos sitúan en el entorno en el que se ahorma su escritura: “En busca del yo”, “El yo con la naturaleza” y “La naturaleza a solas”. La propia estructura sugiere ese viaje iniciático del yo a la naturaleza, principio y fin donde el yo reposa, así el discurso se desplaza progresivamente desde “el centro del yo”, que camina en solitario, hasta los haikus que conforman la última sección, algunos tan bellos como estos:

“Al amanecer
la luz en la maceta
toca a la flor.”

o

“Sobre la tormenta
extiende sus alas rojas
el viejo colibrí.”

En las citas que abren las tres secciones es posible atisbar sus influencias, desde los clásicos japoneses, Masaoka Shiki y Yamaguchi Sodô, hasta autores contemporáneos con los que la autora guarda una gran afinidad, como Kepa Murua, al que ha dedicado varios estudios, y su paisana Susana Benet.

La estrofa japonesa es, sin duda, la veta que Isabel Alamar explora con singular maestría, todas sus composiciones tiene ese aire oriental a la hora de mostrar la naturaleza, sin embargo, el yo poemático, un manifiesto lirismo y cierto misticismo en esa visión espiritual del mundo como “flujo y reflujo de mariposas”, se filtran como haces de luz configurando un estilo muy peculiar que trasciende la pura ortodoxia para trazar su propia senda, ello nos tienta a calificarlo de liberal y, sin embargo, es tan miscelánea su escritura que, no obstante las referencias culturales que a priori asimilan su discurso con la tradición china y japonesa, Isabel Alamar es, ante todo, una poeta de su tiempo, que discurre por los caminos transversales de su época, la nuestra, tan compleja, y es ahí precisamente donde reside su mayor virtud, la de caminar serena bajo el temporal hasta que sus pasos “se confundan con el paisaje”, hasta encontrarse consigo misma, siendo al fin parte del todo, una manera original de escapar de la nada.

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