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"La muerte del comendador (libro I)", de Haruki Murakami

Por Sara C. Labrada
sábado 24 de noviembre de 2018, 13:30h

Lo ha vuelto a hacer. Ya es un hecho. Haruki Murakami ha vuelto a reinventar el mundo.

La muerte del comendador (libro I)
La muerte del comendador (libro I)

El escritor japonés parece tener debilidad por disfrazarse de Gato de Cheshire e invitarnos a mirar a través del espejo. Degustar sus palabras significa convertirse en Alicia, representa hallar la entrada a un universo superpuesto donde lo real y lo intangible se funden. Leer a Murakami es estar dispuesto a querer leerse a uno mismo, a adentrarse en lo simbólico, en lo etéreo, en una perenne alegoría a un mundo interior. Bucear en sus novelas es renunciar al oxígeno de la lógica para comenzar a respirar un aire nuevo.

La muerte del comendador (libro I) nos coge fuerte de la mano y nos arrastra a un universo Platónico donde el mundo inteligible (o mundo de las ideas) cobra un protagonismo singular. Murakami es un ilusionista, un mago de las palabras y la narración, no hay otro modo de explicar la coherencia en sus novelas, a pesar de que están continuamente expuestas a un constante dinamitar de extravagancias que nos abren la puerta a un realismo mágico.

La música y la pintura nos acompañarán a lo largo de toda la historia, ya que el protagonista es un melancólico pintor que es capaz de encontrar la esencia de las personas a través de sus retratos. La obra nos muestra cómo la pintura tiene un lenguaje propio, que es un misterio por resolver. Da la sensación de que el autor se proponga fusionar el mundo de la pintura y el “real” y reducir a ambos al mismo plano. En uno de los pasajes del libro podremos leer la siguiente reflexión: “ El mundo es representación. La realidad es representación y la representación es la realidad […] La lógica y la realidad no existen”.

Esta obra es una invitación a dejarse llevar por un oscuro y denso universo lleno de enigmas que encontrarán algo de luz clara en el segundo libro. Una campanilla que suena en el bosque a media noche; un misterioso vecino que tendrá mucho que contar; el abandono repentino; un antiguo cuadro secreto de un afamado pintor japonés; lujos; la muerte; sexo; la soledad… Todo ello vestido de una aparente naturalidad cotidiana a la que a veces pretende agarrarse (sin éxito) el protagonista. Una obra llena de referencias a Alicia en el país de las maravillas; Platón; al universo de Don Juan Tenorio de José Zorrilla; e incluso, me atrevería a decir, al universo que crea Christopher Nolan en su película Origen, pues también habla de la fuerza de las ideas y une los dos mundos: tangible e intangible. En este tomo lo que sí que queda claro es que el protagonista nos seducirá desde la primera hasta la última página.

“Hoy, al despertarme de una breve siesta, el hombre sin rostro estaba frente a mí. […]

— He venido para que me hagas un retrato — dijo en cuanto vio que me había despertado […] — Me lo prometiste, ¿te acuerdas?”

Así comienza la última novela de Murakami. Te invito a que descubras cómo acaba.

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