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Dorothea Tanning
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Dorothea Tanning

Dorothea Tanning, detrás de la puerta, invisible, otra puerta.- Exposición en el Museo Nacional Reina Sofía de Madrid; la línea del horizonte como elemento de fuga

Por Ángel Silvelo Gabriel
jueves 20 de diciembre de 2018, 21:57h
Situar la mirada más allá de esa realidad que nos rodea, para modelar un mundo hecho a nuestra medida. Un mundo efímero como los sueños o la estela del humo que un cigarrillo desprende después de haber sido inhalado con ansia y entusiasmo. Arte y vida unidas por un hilo evocador. Surrealista. Y hasta macabro.

Un mundo lleno de monstruos propios que nos atormentan y amenazan. Y ante los que desplegamos nuestras fuerzas y deseos. Fuerzas y deseos parapetados con un pincel como lanza y una paleta de colores como escudo. Dorothea Tanning hace frente, a esa locura que desbordó la razón de nuestro Don Quijote, a través de un conjunto de coordenadas oníricas. Pictóricas. Y hasta cromáticas. Con un sinfín de posibilidades, como lo son y representan, las puertas que preceden o se posponen en muchos de sus cuadros. Unas puertas que se comportan igual que la línea del horizonte. Una línea del horizonte como elemento de fuga y frontera hacia ese otro universo en el que la artista nos propone: «Tú simplemente eres el visitante, magníficamente invitado. Entra» Lo que nos lleva a formularnos el enigma de la posibilidad de vislumbrar la pregunta: ¿Qué habrá tras esas puertas? Esas puertas abiertas que son la máxima expresión de una libertad de elección que subyace debajo de cada una de nuestras decisiones: erróneas o no. Y, que en algún caso, adoptan la forma de libros. Libros como puertas abiertas que transforman las sensaciones en un mapa de pliegues y más pliegues. A modo de alfombras que nos invitan a caminar por nuevas sendas que sólo somos capaces de transitar en la profundidad de los sueños. Allí donde los girasoles son ojos. O los senos desnudos de una mujer son esa búsqueda de una libertad que, otras mujeres antes que Tanning, buscaron y hallaron en el rugir de la solas y la profundidad del mar. Algo que, en el caso de la artista norteamericana, parece manifestarnos su cuadro La maternidad, donde tras la primera puerta abierta donde se hallan la madre y el hijo, se halla otra puerta abierta que nos muestra una figura humana hecha de velas de barco. Una forma de huida cargada con todo el simbolismo de un movimiento surrealista al que perteneció Tanning desde sus inicios con su impactante cuadro Cumpleaños, fechado en 1942.

Se nos advierte de que la puerta en su obra simboliza «el poder del arte para crear espacios, sensaciones e ideas más allá de lo real». A lo que añadimos que se trata de una realidad que ella disfraza con el poder que nuestro subconsciente vierte sobre la parte más real de nuestras vidas y, que en los cuadros de Tanning, se esboza en forma de mujeres semidesnudas. Mujeres con el alma abierta. O mediante colores tan potentes y expresivos que reclaman su propio protagonismo más allá de la figura que representan y, que a su vez, se pliegan en perspectivas de un sólo punto de fuga que se difuminan en diferentes planos de altura. Planos donde la figura de la mujer desprende grandes dosis de carnalidad, cuya mayor expresión, logra Tanning con sus esculturas blandas. Toda una tesis sobre el erotismo y las posturas imposibles que no desdeñan en atravesar paredes o chimeneas como una manifestación más del poder de lo onírico sobre lo real.

Si la obra de Dorothea Tanning al principio giraba entorno a los conceptos del espejo o la puerta que ella tildaba como a “este lado”. Al final de su etapa creativa, ese concepto se torna hacia “al otro lado”. Un concepto que ella definía como de «vértigo perpetuo». Y en que una puerta conduce a otra puerta y así sucesivamente. Y donde la intimidad, el movimiento, el juego, el espacio y el deseo se dan la mano hasta difuminarse en un mundo vegetal plagado de flores y abstracciones de gran tamaño. Abstracciones que nos hablan de la posibilidad onírica de abarcar otros mundos. Quizá, por eso, no sea difícil de entender que ella se negara a ser etiquetada como mujer artista. Lo que aclaró, cuando manifestó que: «Puedes ser mujer y puedes ser artista; pero lo primero es un hecho y lo otro eres tú.»

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