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Pedro José Mariblanca Corrales
Pedro José Mariblanca Corrales (Foto: Brumaria)

Entrevista de Pedro José Mariblanca Corrales al protagonista de su libro el Niño de Elche

Por Pedro José Mariblanca Corrales

miércoles 03 de abril de 2019, 07:26h
En "Niño de Elche. El golpe que necesitábamos", el autor reflexiona sobre la obra de Francisco Contreras –relacionando su música con la filosofía y el pensamiento crítico– e intenta profundizar en el más que interesante trabajo de Niño de Elche y su devenir en el panorama cultural. Además, junto al trabajo de Pedro José también destaca la colaboración del propio Niño de Elche, Ricard Robles, Pedro Jiménez, Raül Refree, Celia Macías, Raúl Cantizano, Daniel Valtueña y Darío Corbeira.
El niño de Elche
El niño de Elche

Tu bagaje en la experimentación musical es más que considerable, ¿de dónde viene? ¿Por qué? ¿Para qué?

Al principio de las innumerables entrevistas que me han realizado en los últimos tiempos me preguntaban mucho sobre cuándo empecé a experimentar, y ante tan difícil reto siempre colocaba la línea divisoria a partir de mis experiencias con el colectivo Bulos y tanguerías y sus colaboraciones con LLorenç Barber hace unos diez años, pero pasado el tiempo y asumiendo cada vez más lo que significa la experimentación más que como una estética como una experiencia creo que lo que he venido haciendo siempre a relación con las prácticas artísticas es experimentación, no sé si a nivel de forma se entiende así pero sin duda a nivel interno o personal es una realidad en la que me reconozco. No creo que ahora experimente más que cuando cogía la guitarra sin saber ni poner un acorde sin acudir a un profesor o cuando intenté cantar una Taranta en el comedor de mi casa a escondidas de mi familia y descubrir que ni mi garganta ni mis pulmones tenían el entrenamiento adecuado para tal cometido. No sé si experimento más cuando trabajo con gentes de la danza contemporánea o cuando me caí por las escaleras con 10 años antes de subir a un escenario en el pueblo de mis padres donde debía cantar en un concurso infantil y antes de interpretar las bulerías de Camarón que había aprendido de oído se me rompió la cejilla y tuve que cantarlas en otra tonalidad modificando en ese mismo instante todo lo que había ensayado. Los porqués de todo esto pueden ser infinitos por subjetivos e inexplicables en su totalidad, pero creo que leyendo a Antonio Escohotado encontré la frase que puede ofrecerme luz al porqué de todo esto:

El antídoto contra el miedo es la búsqueda de libertad.

Solía decir que me sentía más liberado en un escenario que fuera de él y así lo sentía ya que no había llegado a esa conjunción de arte-vida que tanto nos hablaba John Cage, pero pasado el tiempo y reconociendo ciertas tensiones entre esos dos conceptos creo que a fin de cuentas lo que he ido “buscando” desde esa experimentación es el encontrar o conquistar espacios en cierta medida más libres que en los que disfrutaba en mi vida cotidiana y así poder superar tantos y tantos miedos enquistados por mi educación y cultura. Por eso no me gusta utilizar la palabra libertad a relación de mis prácticas artistas y sí más la palabra liberación, donde creo

que se banaliza menos tal concepto y que a fin de cuentas es una especie de faro que hace que nuestras actitudes se vayan complejizando y a la vez liberando de cargas impuestas por las costumbres, las tradiciones o la educación.

¿Qué es para ti la música?

Más que afrontar la pregunta sobre qué es la música creo que puede ser más fructífero plantearnos una serie de preguntas que nos ayuden a desentrañar cómo funciona eso a lo que llamamos música que no es solo empujar sonidos como diría Stockhausen, sino que también conforma una industria que codifica lógicas económicas, que condiciona nuestras maneras de escucha, nuestras diferentes formas de emocionarnos mediante unos códigos pre establecidos y un largo etcétera que hace de todo ello un espacio que no solo como práctica tiene una importancia política tan crucial sino que nos ayuda a entender que la música como experiencia hace que se pueda convertir en algo determinante en nuestras formas de vida y así crear mecanismos de vida, de muerte, de tortura, de amor, de misticismo, de autoayuda o de terror.

¿Crees, como Underground Resistance, que la música debe ser un arma para la resistencia que nos ayude a combatir la mediocre programación visual y sonora con la que se está alimentando a los habitantes de la Tierra –programación que está estancando las mentes de la gente?

El devenir político de nuestro actual estado de cosas nos ha demostrado que la música es más que unos cuantos sonidos como te decía anteriormente, por eso puede ser un arma tanto defensiva como atacante. A los habitantes de la tierra se les alimenta muy mal en algunos aspectos y muy bien en otros. No le demos la totalidad del mal a las prácticas de la mayoría ni tampoco deberíamos caer en el victimismo. Me niego a pensar que no hay solución para según que cuestiones y he aprendido que si cogemos la responsabilidad de nuestros actos algo se puede cambiar sobre todo relacionado con lo que a música se refiere. La vida no solo es una resistencia, también es un proponer a veces, conquistar otras, perder, derrotarse, ganar, vencer… Todo ello pertenece al vivir y no al tener una vida que diría Santiago López Petit y ahí es donde podremos encontrar lo fructífero en ciertas contradicciones para llegar a la buena muerte.

La sociedad del espectáculo es poderosamente real, la posmodernidad la norma, la aceleración del orden de las cosas es una constante, todo cambia para que nada cambie… Y, aunque no lo parezca, se están haciendo por ahí cosas muy pero que muy interesantes. ¿Crees que hay salida de esta mentira?

La verdad, la mentira. No sabemos dónde está la línea divisoria de tal cuestión. Entender que la mentira es una necesidad para nuestra existencia es una liberación al igual que entender que sin profundizar en la mentira como concepto no pernicioso no podremos vislumbrar esos fogonazos de verdad, que es algo que hace que puedas desactivar ciertos mecanismos que apuntas en tu pregunta. Mi trabajo no está tanto en salir de la mentira por haber encontrado la verdad, sino reconocer donde está la mentira para reconocer donde está la verdad, si es que esto fuese posible, y así saber cómo relacionarte con dos conceptos necesarios para la convivencia social.

¿En qué y quién piensas cuando haces música?

Mis trabajos siempre están basados en un concepto. Delimitar bajo un paraguas conceptual me ayuda paradójicamente a poder saltarme barreras establecidas o salir de mi espacio de confort. Es un mecanismo que más allá de ayudarme a desplazarme de mis posiciones estanco me sirven para hablar de cuestiones que me interesan. El contenido me interesa igual que la forma final.

Trabajas con la performance, la poesía, el flamenco, la electrónica, lo atonal, el ruidimsimo o el rock, mezclado todo ello con historia y filosofía… Eres grande en situacionismo. ¿Algo que decir?

Crear situaciones, contextos donde el pensamiento crítico y la experimentación se dé, esa creo que es mi forma de situacionismo. Todo está mucho más cerca de lo que pensamos y la mejor forma de comprobarlo es creando diferentes situaciones donde los agentes friccionen, se tensionen y hagan de esos encuentros algo novedoso porque no sé si todo está inventado, pero de lo que estoy seguro es que no todo está descubierto.

No dejas títere bien puesto en ninguna de tus actuaciones y declaraciones. ¿Qué ocurre con la heterodoxia que despliegas, que tanto le escuece a la ortodoxia y a quienes se dicen radicales por igual?

La heterodoxia como actitud está muy relacionada con el libre pensamiento y la no alienación ante las ideologías y claro, eso no suele tener muchos adeptos ni en la utópica ortodoxia ni en los posicionamientos más socialdemócratas que piensan que se puede estar comprometido a la vez con lo clásico y la vanguardia, por ejemplo. El ser crítico con posiciones estanco genera una animadversión muchas veces igual de violenta que la que puedan sentir los fanáticos religiosos, los taurinos o los hooligans del fútbol.

¿Cuál es tu relación con la máquina?

Desde una perspectiva artística la máquina es parte de mis lógicas, ya no solo a la hora de hacer música sino también como condicionamiento a mi forma de relacionarme con la práctica en sí. Ya no sabemos cuánto hay de máquina o no en nuestro cuerpo, en nuestras formas de relación social. Somos cyborgs que cagan, mean, se reproducen y vomitan, que lloran, se emocionan y sangran. Somos, gracias a la tecnología, una creación que se ha mejorado con el tiempo y que nos está dando muchas alegrías. Las artes no pueden escapar de ello, sino todo lo contrario, deben alimentarse de dichos logros y entender la nueva forma de ser y estar en el mundo. Yo he vivido rodeado de fábricas de calzado, calculadoras, artefactos mecánicos para ser accionados por la tecnología de nuestros cuerpos como la guitarra o el piano, electrodomésticos, televisiones, radios, coches, motos, bicicletas… Máquinas de vivir que diría Pedro G. Romero.

¿Y con la gente moderna que cree que lo ha descubierto todo ahora?

Hace poco escuchaba a un youtuber hablar desde el desconocimiento que el flamenco clásico habrá que hacer como con los romances de la época medieval, guardarlo en un cofre y preservarlo, que a nadie le interesaba un cante y una guitarra ya que según él es un sonido viejo, que había que acercar el flamenco a otras sonoridades que según él están más cerca del público mayoritario como la electrónica y yo me pregunto ¿acaso una guitarra y una voz es menos popular que un sintetizador o un korg? ¿Cómo se puede plantear semejante idiotez de que la experimentación está en el cambiar de sonidos? ¿Por qué cuando hablan del sonido como revolución no lo hacen desde prismas electroacústicos y sí desde miradas pop que solo hablan de arreglos musicales y no de profundización del sonido como elemento creativo? La frase que dice que está todo inventado como está todo por inventar son dos frases que están hechas desde la temeridad que supone el desconocimiento.

Todo tu trabajo tiene un gran contenido político, ¿cómo ves el panorama? Porque está jodío, en todas partes…

El panorama político nunca disfrutó de una buena salud en los últimos años en España, pero como toda situación política vivimos en un mundo de complejidades y paradojas que hacen que exista una reacción a políticas conservadoras que en los últimos años ha tomado mucho protagonismo no solo en las instituciones sino en nuestras vidas. Todo esto es siempre muy delicado de tratar porque cada sujeto tiene una percepción de la cosa a relación de su experiencia pero si hacemos el ejercicio de separarnos un poco de nuestro yo y mirar con amplitud la situación creo que estamos mucho mejor social y políticamente hablando que hace unos años atrás sobre todo gracias a la reactivación de los movimientos sociales, el 15M y el cambio generacional que desde mi perspectiva ofrece en muchos ámbitos un aire fresco que se necesitaba sobre todo en lo que a ideologías políticas se refiere.

La vida no solo es una resistencia, también es un proponer a veces, conquistar otras, perder, derrotarse, ganar, vencer…

Escribió un anónimo que sin embargo conoces más que de sobra (¿sería ravero?) que ante la evidencia de la catástrofe, están los que se indignan y los que se activan, los que denuncian y los que se organizan. Nosotros estamos del lado de los que se organizan. Hoy día, que lo que manda es el tuiter, el facefabok, el lamento constante y la revolución del cheinch punto org… ¿algo que decirle a la peñuki?

Organizarse hoy día supone también organizarse uno mismo por dentro como sujeto político y social y a partir de ahí las conexiones están más que aseguradas con lo común pero no de una forma comunitarista, que también, sino de diferentes formas a raíz del mundo de internet u otros espacios. A herramientas como tuiter, Facebook o Instagram le otorgaría la potencialidad que merecen y que han demostrado (la convocatoria a manifestarse sin esas herramientas hoy día sería impensable o los debates algunos de ellos críticos que se generan en las redes no se darían ni en los periódicos ni en los platós de televisión) pero todo esto no significa que dichas herramientas sean utilizadas de formas que no nos gustan tanto, incluso como armas de control y persecución. Sería un largo debate el de vislumbrar lo positivo y lo negativo de toda herramienta tecnológica por eso hay que abogar por la responsabilidad a la hora del uso de dichas tecnologías, pero en términos generales no soy un apocalíptico de las herramientas que propone internet sino más bien de qué utilidad le damos.

En estos tiempos de memoria y memoria y memoria –controlada y gestionada nada más que por unas cuantas instituciones con unos intereses bien marcados por el poder, abogas por olvidar. Una vez más, ¿por qué y para qué?

El estudiar como base del conocimiento para superar prejuicios o miedos y así sentirte más liberado de posicionamientos estanco hace que te des con obras que puedan desmontar tus opiniones que semanas atrás plasmaste en una entrevista o en un libro. Ese es el caso del libro “El elogio del olvido” de David Rieff. Cuando me lo recomendaron lo compré con el temor de aquel que sabe que le va a cambiar la forma de ver cosas que antes tenía como más que asumidas y así fue. Se ha dicho hasta la saciedad que España es un país miserable porque olvida muy pronto pero claro, depende de lo que hablemos eso es un gran mecanismo para según qué situaciones o conflictos. Es imposible en España tratar el tema de la memoria histórica y todo lo que conlleva esa relectura de la historia. A fin de cuentas, lo que me llevó ese libro no es tanto a posicionarme sobre tal cuestión u otra, sino a querer saber más mediante el estudio y así no tanto sacar conclusiones cerradas sino conocer toda la complejidad de un hecho histórico que marcó nuestras formas de vida a partir de la segunda mitad del siglo XX y así saber más no tanto la verdad de la cosa sino reconocernos en dichas situaciones para conocernos más y poder entender nuestro mundo.

La guerra está en todas partes, ¿dónde la ves tú? ¿Cómo piensas que podemos abordarla? ¿Crees que de verdad queremos combatirla con tantas luchas como las que tenemos en nuestro haber y a nuestro alrededor?

La guerra ya no se dribla en un campo de batalla al estilo de un film bélico sino que la guerra se ha convertido en un concepto mucho más sigiloso e híbrido donde dichos espacios cada vez cuestan más localizar. La mayor guerra que debemos combatir es la que nos atañe a nosotros mismos, esa es la que nos da más miedo. Claro está que esta mirada es de un ser blanco europeo, porque una persona de Ruanda o Palestina tiene otra situación de urgencia la cual cambiaría seguramente esta cosa de la guerra interna más que la externa, o la idea de que el enemigo está dentro o cuestiones que nos planteamos nosotros después de haber vivido tragedias como las guerras mundiales o los fascismos y que en según qué situación puede sonar a metafísica.

Y por último, ¿ahora qué? ¿Hacia dónde vas?

¿Y Ahora qué? Sería un buen un resumen de mi vida.

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