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Germán Sánchez Espeso retorna a las librerías con el drama norteamericano "Si volvemos a vernos, llámame Gwen"

Por Francisco Jiménez de Cisneros
domingo 05 de mayo de 2019, 20:19h
Si volvemos a vernos, llámame Gwen
Si volvemos a vernos, llámame Gwen
"Si volvemos a vernos, llámame Gwen" es el relato de la escabrosa y ruin biografía de su inclasificable protagonista: Chowder Marris; un guionista con tan mala fortuna que no consigue ni tan siquiera vender uno solo de sus guiones. Ya puede en su estéril empeño viajar de Los Ángeles a Nueva York, ingresando, durante su ajetreado recorrido, en la cárcel por un delito que no cometió, mientras lo persigue incesante una pesadilla: el torpe accidente donde causó la muerte de una niña.

Relato con todos los elementos de la “novela negra”, que la mano astuta de Germán Sánchez Espeso (Premio Nadal en 1978) compone de una forma tan rupturista como original, al modo que se nos antoja un desquiciado rompecabezas por armar, y cuya lectura, por el ambiente y la trama, nos evoca el mejor cine de David Lynch.

Germán Sánchez Espeso nació en Pamplona, el 22 enero de 1940. Terminado el bachillerato, ingresó en la orden de los jesuitas, donde cursó estudios de clásicos filosofía, cine y televisión. Abandonó la Compañía de Jesús, desengañado de sus creencias religiosas, mientras estudiaba Teología. Sin embargo, es importante señalar que durante ese tiempo ya había concebido sus primeras novelas, que tramó como una pentalogía (Experimento en génesis, Síntomas de éxodo, Laberinto levítico, De entre los números y que concluyó con la muy posterior publicación de Baile de disfraces, cuyo título original era Deutoronomio de salón), que denominó el Pentateuco y cuyos títulos expresan bien a las claras su vinculación con los cinco primeros libros de la Biblia. Además, todas ellas marcadas con una impronta experimental que lo incluiría de inmediato entre los nuevos narradores españoles.

Desde que abandonó los jesuitas, y sin dejar de escribir y publicar, desempeñó diversos trabajos, siempre relacionados con el mundo de la creación o de la cultural. Así, fue director de cine publicitario y más tarde impartió clases y participó en actividades universitarias tanto en España como en los EEUU. Este último país, que ha visitado con frecuencia y en periodos prolongados, ha dejado huella en su manera de concebir los relatos, para dotar a sus últimas novelas de unas características muy peculiares. Por último, es inexcusable señalar que en 1978 fue galardonado con el Premio Nadal por su novela Narciso, relato, contra sus propuestas precedentes, de una concepción más lineal y menos experimental.

Si bien en su obra figura algún poemario como La rana en el nenúfar (2016) y algún ensayo como Clítoris (2017), toda su producción es novelística, desde la inaugural Experimento en Génesis (1967) o la siguiente, Síntomas de éxodo (1968), pasando por Laberinto levítico (1972), De entre los números (1978) o Narciso (1978) que marcan su primera época como novelista experimental, hasta sus últimas novelas de fuerte acento neoyorkino como No dejéis el cuchillo sobre el piano (2001), y New York Shitty (2004). Entre ambos periodos editó otros relatos como ¡Viva el pueblo! (1981) Paraíso (1982), La reliquia (1983), Baile de disfraces (1984), Pollo frío en la nevera (1985), En las alas de las mariposas (1986), El corazón del sapo (1987) y La mujer a la que había que matar (1991).

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