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"Comercio y finanzas. Hombres de negocios en Talavera de la Reina durante la Baja Edad Media", de Alicia Lozano Castellanos

Ed. Universidad Castilla-La Mancha

Por José María Manuel García-Osuna Rodríguez
lunes 21 de octubre de 2019, 18:46h
Comercio y finanzas
Comercio y finanzas
No se puede negar que se escriben obras de gran interés y muy curiosas, por ser auténticas novedades en el estudio de la historia, sobre todo medieval. La Baja Edad Media es una época que se presta a realizar análisis históricos importantes, ya que es un momento de eclosión cultural y de identidades.

Este es el caso de este libro, que en más 400 páginas realiza un despliegue completo sobre la incipiente plutocracia pseudocapitalista existente en la segunda ciudad de Toledo, reconquistada por el Magnus Basileus Ramiro II el Grande de León tras la batalla de Simancas, y definitivamente en el año 1083 por el rey Alfonso VI de León; para ser “de la Reina” cuando Alfonso XI de León y de Castilla la donó a su regia esposa María de Portugal en 1328.

La primera parte estudia, pormenorizadamente, como era el mercado en Talavera, desde el abastecimiento diario o azogue, para el que los conceyus construyeron edificios municipales que albergaban el matadero, la pescadería y la alhóndiga o local destinado a la venta, compra y depósito de cereales. Para el control de todo ello existían los almotacenes u oficiales encargados de contrastar pesos y medidas, los “fieles de la plaza” estaban al cuidado de la calidad de los alimentos. El consumo de carne definía la categoría económica y social de quien se podía permitir su adquisición. Entre 1450 y 1459 Rodrigo Alonso y Juan García monopolizan el mercado cárnico talaverano. El pescado de río provenía de los ríos Tajo y Alberche, mientras que el del litoral llegaba en salazón, seco o ahumado. En una época como el Medioevo es más que importante el consumo del producto final del trigo que es el pan, y en Talavera entre los años 1500 y 1511 se otorgan 278 licencias de ello. En lo que se refiere al vino y su consumo, es de destacar la prohibición de plantar viñedos en la Jara, para proteger a los “caldos” locales, de esta forma se extendía el dominio de los comerciantes vitivinícolas talaveranos sobre sus vecinos del alfoz.

La segunda parte se refiere a la hacendística o fiscalidad en Talavera de la Reina y en el arcedianazgo talaverano. Sea como sea, cuando, en cualquier época de la evolución del ser humano, se comienza a complicar aunque sea mínimamente la actividad económica de los hombres, siempre comienza el control fiscal de las ganancias de los que laboran. Y, en toda circunstancia se comienzan a complicar los impuestos para poder “sangrar” lo más posible al ciudadano.

Los capítulos cubren desde la hacienda municipal, primer capítulo en el que destacaré la existencia de dos impuestos típicamente medievales como eran: el almotacenazgo u oficina del almotacén, y la martiniega o impuesto que era el derecho exigido al campesino que se asentaba en un terreno no cultivado a priori, se abonaba el día de San Martín. Hasta 1495 la recaudación de los impuestos en los reinos de León y de Castilla se realizó por medio del arrendamiento, era lo que se denominaba “un servicio al rey”.

Uno de los financieros más eximios del siglo XV en Talavera de la Reina es el judío converso Ruy González de San Martín, quien desde 1447 fue regidor de Toledo, y, a continuación en 1490 sería encarcelado por el Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición por judaizar. Entre 1491 y 1494 la gestión de las alcabalas estuvo a cargo de otro converso llamado Luis de Alcalá y del rabí Mayr Melamed, que serían los receptores generales de las rentas ordinarias de los Reinos de León y de Castilla. Uno de los impuestos extraordinarios del Estado del momento histórico son los servicios de Cortes y la contribución a la Hermandad, esta última suprimida en 1498.

La moneda forera era una renta que se pagaba en reconocimiento del señorío real y se exigía al soberano de León y de Castilla que no acuñase moneda o alterase la ley el peso de dicha moneda durante el septenio correspondiente, se citan como destacados arrendadores de la misma a Juan García de la Rúa y Gonzalo Pérez de Jarada, que parecen extraños apellidos de conversos. La obra se cierra con el estudio sobre el encabezamiento de las alcabalas de Talavera de la Reina y su evolución hasta 1516. Me atrevo a destacar a Alonso de Úbeda, procurados del concejo talaverano, y desde 1511 escribano comisionado para acudir a la Chancillería de Valladolid como procurador talaverano encargado de defender a su villa en el pleito sostenido contra el Honrado Concejo de la Mesta. El libro se cierra con las documentadas conclusiones de la autora sobre que en efecto existieron financieros en Talavera de la Reina en los siglos XV y XVI, y no puedo por menos de loar este trabajo tan curioso e interesantemente documentado.

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