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“En el hueco de su mano”, de Pedro Enríquez

Publicado por Mirto Academia, nov. 2018
Por María Ángeles Lonardi
lunes 09 de marzo de 2020, 18:11h
En el hueco de su mano
En el hueco de su mano

Hubo un hombre que extendió su mano y en su hueco había luz y portaba verdad, sentimiento, belleza y vida. La sabiduría estaba allí, en el hueco de su mano, porque ese hombre conoció, vivió, soñó, anheló y dejó ir cuando vio su mano vacía. Vio lo que había en el hueco de su mano. La grandeza de este poeta reside en encontrar la palabra precisa, que cabe en un hueco y que nos habla de vida, porque esa palabra está viva. Y la maravilla del arte poética, en su magnificencia, está en la búsqueda y el hallazgo.

Qué afortunados somos de tener en Granada, tan cerca, al poeta que sabe revelarnos a través de la palabra, lo que nos quiere decir la vida y su acontecer.

Arranca el libro con una cita bíblica de Isaías, 40:12 “Quién midió las aguas/en el hueco de su mano?” Y el poeta nos dice en sus primeros versos que en el “aire de Dios/ aprendemos el inicio”. Toda una Epifanía, una manifestación. Y se pregunta en el poema siguiente: “¿Acaso tiene nombre la búsqueda? /¿Dónde el lenguaje de las señales? Y nos dice: “no hay argumento para lo oculto innombrable; libera lo invisible”. Entre designios y sueños intenta darle nombre a las cosas y sabe bien que, a través de la palabra, será posible el vuelo.

El asiste a cada instante con la alegría del asombro y enfatiza, evangeliza con la palabra.

El poeta abre conversación con lo inasible en busca de las respuestas, para ello, prescinde de los límites, por eso escribe: “la fe insiste en el vuelo” el vuelo para escapar de los límites, aunque para ello se abandone a los Designios del altísimo.

Entonces, qué camino tomar cuando guía un poderoso apremio por saber y la trayectoria es de un largo viaje por países exóticos, lugares desconocidos o conocidos, sin otra brújula que la poesía?… Él tiene una certeza: “En el principio fue la palabra/ y el hombre inventó el silencio”; para pensar quizás… Y será la palabra, llave maestra, la que guiará sus pasos de ciego.

Él nos lleva de la mano, hasta el interior, hasta el momento en que él nos habla. Un recorrido por un camino de belleza, con una expresión cuidada de la palabra medida, que nace de lo más íntimo del autor. Él nos entrega sus preguntas, como quien comparte el pan, y nos hace copartícipes de sus inquietudes ante los interrogantes de la vida. Esa búsqueda necesita respuestas. Esa inquietud desde la espiritualidad del autor, intenta acercarnos a la fuente de la que beber sabiduría.

Meditar es fundamental en cualquier poeta y este libro confirma el basamento, el sedimento que constituye la piedra angular de la obra poética, que Pedro Enríquez ha construido desde el amor y la belleza. Y es que este libro es para leer meditando, con detenimiento, disfrutando cada palabra.

Observar, entender la mirada del otro y hacer propia la mirada de este poeta, que tiene tanto que decirnos, es el punto de partida. La esencia del ser tiene que ser conocida. El profeta, en la voz del poeta es la revelación y su palabra la guía, la llama incandescente que ilumina generosamente y nos lleva a la luz, sin apenas pretensiones.

El alma del poeta se desnuda y nos invita a hacer caminos nuevos porque en la búsqueda está nuestro asidero de fe. Allí será el hallazgo. Nos asisten ángeles y el elegido nos acompaña desde lo oscuro, se hace invisible y en la fugacidad del instante, la mirada será capaz de desvelar los misterios del otro y del yo, intentando conseguir la salvación, ver un destello que nos acerque a la certeza, recitando con la voz contenida y confiada, textos como estos: de Salmos 91:11-12

  1. “Pues a sus ángeles mandará cerca de ti, que te guarden en todos tus caminos” 12. En las manos te elevarán para que tu pie no tropiece en piedra”. “Escóndeme en el hueco de tu mano, Señor” y no me abandones.

“No temas que contigo estoy yo;/ no receles que yo soy tu Dios” Isaías 41:10.

Y después, ante la sensación de abandono ¿qué? Quizás sea necesario refugiarnos en la poesía de la luz, del amor en su infinita bondad y pureza…

Entonces, el poeta nos dice en sus versos finales: “La zarza ardiente y mi alma errante”, intentando definir su condición de ser y la de tantos en este mundo. De su mano, de la mano del poeta, iniciamos ese camino propuesto en busca de las certezas que nos den razón para seguir viviendo y las respuestas ante lo inesperado; porque es nuestro sino llegar más allá, donde todo es, donde lo Eterno es presente, aunque inasible y la búsqueda es continuidad, la luz celebración y la palabra latido.

Almería finales de febrero

Notas:

Isaías 41:10 Biblia de Jerusalén Edición española, Bilbao, 1977

Salmos 91:11-12 Biblia de Jerusalén Edición española, Bilbao, 1977

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Pedro Enríquez
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