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Immanuel Kant
Immanuel Kant

Contra la inspiración

Por Eduardo Zeind Palafox
domingo 19 de julio de 2020, 23:00h
Kant, en famoso soapuntamiento (1), quéjase de que los alemanes, al proferir la germánica palabra “Ästhetik” (lo captable sensorialmente), “estética” en español, signan con sinonimia también el término “Geschmacks” (lo agradable), “gusto” en español, que es ambiguo quehacer que estorba el escrutar científicamente la humana sensibilidad y el arte, vía hacia lo bello.
Lo bello, en alemán “Schönen”, no debe abigarrarse con lo meramente agradable. Lo bello es siempre agradable, pero lo agradable no siempre es bello. Lo agradable, como lo vario-odoro de las flores, la heladez sonora del invernal Vivaldi, lo pictórico de Kandinsky, pende de la sensibilidad, que varía en cada hombre, y lo bello, como la forma arrebolada de las flores, como las simetrías sonantes de Vivaldi, como la “ardiente geometría” de Kandinsky, pende de la razón, que es facsimilar en cada hombre. El arte, luego, siendo racional, puede ser críticamente juzgado (“kritische Beurtheilung”, dice Kant).
Fueron los pitagóricos andamio del arte, verbigracia, renacentista. Repasemos los decires que de ellos heredamos. Dice Copleston (2) que el arte musical, según los pitagóricos, es sustentado por las matemáticas, hechas de geometría y aritmética, por lo que puede ser descrito, explicado, definido, regulado, es decir, puede prescindir del entusiasmo por esgrimir métodos. Expongamos kantianamente lo dicho, mas antes fatiguemos las significaciones de algunos principales conceptos.
Arte es, primero, subjetiva “representación”, o “Vorstellungen”, como dice Kant, o “repraesentatio” en latín (3). Es la poesía para el artista “tristeza honda”, recordando versos de León Felipe, y es para el lingüista simple conjunto de fonemas que significan diacrónica, sincrónica y alegóricamente, a decir de Saussure. El arte no es adjetivación ni relación científica. El insano mental, para el artista, disimula las cuitas lanzando “relámpago triste”, que llaman “sonrisa”, según versos de Juan de Dios Peza, mas para el antropólogo la sonrisa será símbolo coligado a tales o cuales estructuras culturales.
El arte, para ser artificio, u obra sorprendente, encantadora, suspensiva, se realiza monadológicamente, es decir, con sólo un medio, un recurso, un instrumento, una materia, etc. (“monas” es griego que significa “unidad”). Suspende, embelesa, que Miguel Ángel connote la suave idea de “piedad”, tan alta y amplia y profunda, con sólo duros mármoles, o que Garcilaso de la Vega, con sólo las antropomorfizantes palabras “alegre primavera” (Soneto XXIII) abarque, connote e ilustre múltiples representaciones sobre lo jovial. El arte, finalmente, es regulado por la idea de lo bello. ¿Pero qué es lo bello? El quid de la cuestión es aún velado, hogaño, por charlatanes, que se denominan inspirados, “entusiasmados”. Cribemos las falacias de ellos y veamos si logramos respuestas.
¿Qué es el “entusiasmo”? El término procede del griego “enthousiasmos”, que significa “Dios en el hombre”. Rememoremos el Evangelio de Mateo, donde Jesucristo vaticinó a los apóstoles que en funestas circunstancias hablarían y persuadirían, mas no merced a la reflexión, sino gracias al “Espíritu Santo”, gracias al ser imbuídos de Dios, o por mejor decir, a causa de ser entusiasmados, inspirados. El evangélico texto griego, para decir que el “Espíritu Santo” se manifestaría en ellos, usa la palabra “laloun”, “hablando”. Luego, habló Dios, oyeron los apóstoles y reprofirieron lo oído. La Neovulgata usa “loquamini” para traducir “laloun”. Antes de “loquuamini” hay la expresión “nolite cogitare”, “no cogitar” (4). Hablar, rigurosamente, es expresar, término procedente del latín “ex-premere”, de “ex”, “fuera”, y de “premere”, “presionar”, que equivale a “ser exprimido”, a hablar sin cogitar, es decir, inventado espontáneamente. El entusiasmo, así, es dogma animista de propincuos literatos místicos (5).
Mas lo bello, el real arte, es matemático, fruto del cogitar. “Matemáticas” proviene del griego “mathema”, “conocimiento”. “Conocimiento”, en inglés, es “knowledge”, y en alemán es “Erkenntnisse”, ambas palabras venidas de la indoeuropea radical “skei”, “cortar”. Las matemáticas son compuestas de geometría y de aritmética. “Geometría” es palabra configurada por “ge”, “tierra”, y por “metres”, “mensura”, y “aritmética por “arithmos”, “número”, y por “tikos”, “técnica” . Conocer es cortar, es captar, geometrizar lo captado y numerarlo. Tales cortes, si matemáticos, son inteligibles para cualquier gente, es decir, no son dogmas o proposiciones que es menester creer cegados. Tales cortes son momentáneos, no ánimas eternas. Tales cortes, inteligidos, son comunicables. Tales cortes, finalmente, exigen métodos científicos, que son dables a todos, y no poesía.
Hora es de recordar leibnizianas y platónicas críticas contra dogmáticos animistas, contra místicos literatos. Dichos cesáreos tiranos, esto es, afamados por el vulgacho y no por las musas, dice Leibniz (6) que vuélvense autoridad artística mediante la idea de “entusiasmo”, que es mera “revelación inmediata”, es decir, repentina y subjetiva representación estética. Ion, dogmatizado homérida y personaje platónico (7), sostiene que puede hablar, componer bellos discursos, sólo sobre lo captado y dicho por Homero, mas no sobre otros poetas, porque ellos, nos dice, “no han poetizado de la misma manera” (8). Ion ha, se infiere, recortado cortes, ilusiones y engaños, “homererías” (tolere el lector el neologismo). ¿No es la guerra facsimilar desventura para Homero, para Hesíodo, para Cicerón, para Washington o para el insigne López Obrador? La doctrina pitagórica dice que todas las cosas “son” números, es decir, series descriptibles. Sólo captar lo que otros captan, lo que otros refieren, notifican, nos hace dogmáticos.
Tales tiranuelos, asevera Leibniz, abominan de la lógica, del análisis lingüístico, por vitorear la supramentada “revelación inmediata” o “inspiración”, que puede ser causada, profieren los teólogos, por Dios, mas también por lo diabólico. ¡Cuántos han transformado mentalmente piedras en panes y realidades en letras acuciados por la demoníaca vanagloria! Sócrates denosta críticamente a los exegetas afirmando que no son dómines ni de ciencia ni de técnica (9), es decir, de lógica y empiria adunadas, sino simples componedores de rapsodias, que son contrarias a las relaciones y adjetivaciones científicas. Los pitagóricos, bien mirados, para soslayar lo demoníaco, que yo apellido “lo subjetivo”, afanaron, sin saberlo, embrazar el mundo con matemáticas, que hemos dicho es término procedente de “mathema”, que es coligado con “skei”, “cortar”. Dicho acotamiento, geométrico y aritmético, posibilita explicaciones sobre cualquier asunto y derruye animismos.
Los tiranuelos de que venimos hablando simulan ser entusiasmados amontonando espontáneamente léxicos, estilemas, conceptos y ritmos extractados de los literatos que de ordinario fruyen. Afirma Leibniz que ese dinámico y sofistero hacinamiento, que embelesa a los desavisados, a los ayunos de letras, se debe al hartarse de sólo algunos escritores, al memorizarlos y al admitir que la imaginación urda caprichosamente la monótona materia devorada. Por eso Platón, ante tales ciegos tejedores, decía que los dioses dictaban pensamientos a los poetas (Jesucristo, dice Blake, fue poeta) y que los poetas eran interpretados por el rapsoda (el apóstol, p. ej.), que es, así, mero “intérprete de intérpretes” (10), o por mejor decir, místico, o inconsciente proferidor de voces metafísicas.
Pregonan los rapsodas o charlatanes, luego, que los objetos sólo pueden ser definidos monadológicamente, ora con divinas palabras de Homero o de Sor Juana, ora sólo con colores o cubos o sonidos revelados. Los pitagóricos, que sostenían, según dijimos, que las cosas “son” números, dispensaron la siguiente taxonomía objetiva, esto es, asequible para cualquier magín descriptor: el 1 es el punto y el 2 es línea, y el 3, superficie, y el 4 es volumen. Tal taxonomía, que es matemática, posibilita el definir objetivamente lo captado, fomenta el obrar científico y dirime las falsarias tentativas literarias, o por mejor decir, el homerizar, el sorjuanizar, etc. ¡No es azar que Latinoamérica, tierra de tiranos rupestres, sea población de literatos y no de filósofos y científicos!
Tan funestos embelecadores, cual religiosos idólatras, para persuadir y domeñar a los inocentones claman ser elegidos divinos, habitáculos de divinidades, dice Leibniz. Ellos allegan el trance o la inspiración, critica Platón, atravesando las “regiones de la armonía y el ritmo” (11), es decir, “dejándose”, usando léxico de San Juan de la Cruz. Los pitagóricos purificaban, matematizaban el alma, la “apriorizaban” (tolere el lector el mal hispanizar latines), según creían, a través de músicas, que son, de cierto, mensurables, racionales. Luego, la inspiración no les era, en sentido estricto, hecho religioso, revelado u órfico, sino lógico y psicológico, regulado por la idea de lo bello, de lo puro, de lo ordenado y simétrico, lo que escamotea el misticismo.
En suma, digamos que los reales artífices, los no inspirados, sino los metódicos, describen sin dogmatizar, explican sin animismos, definen sin poesía y regulan sin mística las representaciones estéticas que dispensan. Es bello, luego, lo que las mentales facultades humanas pueden describir universalmente, explicar materialmente, definir lógicamente y regular matemáticamente. La ciencia, por ende, es más bella que eso que llamamos arte.-

Notas:


(1) Kritik der reinen Vernunft, “Transscendentale Ästhetik”, B35

(2) Historia de la Filosofía, vol. I, tomo I, parte 1, cap. IV, “La sociedad pitagórica”.

(3) Ver el Deutsches Wörterbuch de Jacob y Wilhelm Grimm.

(4) Kant distingue (KrV, A XVII) “conocer”, en alemán “erkennen”, en inglés “cognize” y en latín “cognoscere”, de “pensar”, en alemán “denken”, en inglés “thinking” y en latín “cogitare”. “Conocer” es conceptuar datos sensoriales, como olores o texturas, y “pensar” es conceptuar datos no sensoriales, como las figuras geométricas. Exige Jesucristo, según la traducción latina, además de ignorar lo sensorial, lo material, ignorar lo apriorístico, el imaginar y el seriar lo imaginado. Sin sentidos, sin razón, sin entendimiento, somos mera alma. Se discierne, aquí, “alma” y “mente”, que son términos ligados etimológicamente.

(5) También el venerable R. W. Emerson, meditador de América, fusionaba los términos “entusiasmo” e “inspiración”, y también padeció proposiciones metafísicas, pues hablando de poemas dijo la siguiente patraña (Letters and Social Aims): “these memorable moments of life that we were in them, not they in us”.

(6) Nuevo tratado sobre el entendimiento humano, libro IV, cap. XIX, “Del entusiasmo”.

(7) Ver Ion, de Platón.

(8) Ion, 530d.

(9) En 531c, 522c y 533d, p. ej.

(10) 535a.

(11) 534a.

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