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Fernando García de Cortázar
Fernando García de Cortázar (Foto: cedida por la editorial)

Fernando García de Cortázar: "Mi empeño ha sido llevar al presente la realidad histórica de nuestro país con un estilo ameno y directo"

El editor entrevista a su autor
viernes 11 de septiembre de 2020, 14:00h

Conozco a Fernando García de Cortázar desde siempre, pero tengo un recuerdo nítido desde que le propuse que abordara una historia de España en solitario, de carácter divulgativo y despojada de innecesaria erudición. Estábamos empezando los años noventa y desde la muerte de Franco nadie se había atrevido a sintetizar nuestra historia en solitario; reinaban las historias regionales.

Y cuando digo España
Y cuando digo España

Lo que me entregó fue un enorme regalo: la Breve historia de España, quizá el libro de historia más importante de la década de los noventa y uno de los más leídos desde el cambio de régimen…hasta hoy.

Ahora vuelve a la carga con Y cuando digo España. Todo lo que hay que saber (Arzalia Ediciones), que está emparentado con sus mejores libros, empezando por aquella historia y llegando a otro título mítico de su trayectoria y hermano gemelo de este: Viaje al corazón de España, publicado en 2018.

Esta entrevista se desarrolla en el ciberespacio, en parte por las dificultades víricas, pero también por deseo del autor, que prefiere sopesar sus respuestas en el silencio de la noche y escribirlas de su mano. No necesita exégetas.

Otra vez España, siempre España. En contra de una frase que utilizas mucho para referirte al pasado, este país sí tiene quien le cante, ¿no? Me refiero a ti, por supuesto.

He dedicado a España, en efecto, prácticamente todas mis energías como historiador. Mi paisano Unamuno decía “soy español de nacimiento, de educación, de cuerpo y espíritu, de lengua y hasta de profesión y oficio…” Yo puedo decir lo mismo. Desde la Breve Historia de España mi empeño ha sido llevar al presente la realidad histórica de nuestro país con un estilo ameno y directo, contar nuestro pasado con emoción como algo que nos compromete, superando el discurso de la decadencia y el pesimismo. El poeta Jorge Guillén me ha inspirado en mi meditación sobre España: patria “tan anterior a mí y que yo quiero, quiero viva, después de mi”.

¿Podríamos decir que este libro es un canon? ¿Qué nivel de conocimiento de su país tendrá un español que lea con aprovechamiento esta obra tuya? Y, ya puestos, ¿qué nivel alcanzaría si leyera todos los títulos que recomiendas en tu “Biblioteca personal” del final del libro?

Este es un libro para todos aquellos que quieren tener una relación viva con España. Es una especie de canon, sí, pues contiene lo que considero que todo español debería saber de su país. Creo, sinceramente, que muchos de mis compatriotas no conocen suficientemente España. Hablo, por supuesto, de la historia, las realizaciones artísticas y culturales de nuestros antepasados… La Leyenda Negra nos ha hecho mucho daño y hemos acabado interiorizando las maldades que desde el extranjero se han dicho en algún momento de nosotros.

Nos hemos tragado la leyenda negra sin ningún espíritu crítico, y lo hemos hecho hasta el punto de que somos la única nación europea que parece avergonzarse de sí misma, la única nación incapaz de aceptar con naturalidad su pasado o de tener una visión positiva de su historia. Nos vemos peor de lo que nos ven los demás y no somos conscientes de la grandeza de nuestra cultura. ¡Una cultura que ha dado a Cervantes y a Lope de Vega, a Velázquez y a Goya, a Tomás Luis de Victoria y a Manuel de Falla, a Francisco de Vitoria y a Ortega y Gasset, a Ramón y Cajal y a Pérez Galdós, a santa Teresa de Jesús y a San Juan de la Cruz…!

En Y cuando digo España abordo los episodios y los personajes que han jalonado la historia de España; el campo de batalla de los mitos que distorsionan nuestro pasado y dificultan su conocimiento; el pensamiento, la literatura, el arte y la música a través de sus grandes obras y creadores; y también las valiosas aportaciones que los españoles hemos hecho al mundo, respuesta emocional y racional a esa insidiosa y despectiva pregunta que la Enciclopedia francesa lanzó contra el prestigio de nuestra nación , “¿Qué se debe a España?”.

La Biblioteca personal sobre la que me preguntas constituye mi pequeña patria cultural; es un canon completamente subjetivo, pero también patrimonio nacional, ya que, antiguos o modernos, los libros que el lector hallará en ella contienen la parte más viva de nuestra tradición, ese camino por el que los españoles hemos llegado a ser lo que somos.

En esta obra te mojas al poner y quitar nombres y lugares, pero ¿serías capaz de llevar el esfuerzo un paso más allá y nombrar a una, solo una, de las principales figuras o elementos que aparecen en el libro por categoría: rey o político, artista, escritor (y poeta), cantante, cineasta o película, paisaje, ciudad, icono, hito o mito más insidioso. Hasta donde quieras ir en la abundancia de categorías.

Me pones en una situación difícil. Pero puestos a elegir… diré los siguientes: Un rey o político, Cánovas del Castillo; un artista, Velázquez; un escritor, el poeta Fray Luis de León; un músico Enrique Granados; una película, La guerra de Dios, de Rafael Gil; un paisaje, la desembocadura del Miño desde Santa Tecla; una ciudad, Toledo; un icono, el Pórtico de la Gloria; un hito, nuestro Siglo de Oro de las artes y las letras; un mito perverso, el cainismo y la sangre caliente; una aportación al mundo, las reflexiones de Francisco de Vitoria, el gran teólogo de la Escuela de Salamanca, publicadas en 1557 a partir de sus borradores de clase y notas de lectura. Hay que imaginárselo en el aula de la Universidad, desmontando, pieza a pieza, todo el pensamiento de Aristóteles sobre los pueblos “naturalmente esclavos”. Y hay que verle también negando la bula papal o la potestad del emperador como títulos válidos de dominio del Nuevo Mundo. Sus reflexiones sobre la conquista de América y los derechos de los indígenas inauguraron un nuevo orden moral vertebrado por la libertad e igualdad entre los pueblos. Son, ni más ni menos, el origen el derecho internacional.

Muchos intelectuales comprometidos supieron ver desde comienzos del siglo XX que no bastaba con las reformas sociales y la democracia para consolidar la nación española

Define, para que quede fijado en piedra, el concepto de “patriotismo cultural” que tú has creado y difundido.

Muchos intelectuales comprometidos –cómo los echamos hoy de menos- supieron ver desde comienzos del siglo XX que no bastaba con las reformas sociales y la democracia para consolidar la nación española. Había de crearse algo más, algo que precedía a estos proyectos y los acompañaba necesariamente. Era un patriotismo cultural que fomentaba la cohesión de los ciudadanos y se asentaba en un patrimonio del que pudieran sentirse orgullosos. A través de la recuperación del tesoro de las manifestaciones literarias y artísticas, de su historia cultural, los españoles confirmarían la existencia inequívoca de una nación, más allá de cualquier esfuerzo político por impugnarla, más allá de toda indolencia cívica para preservarla.

Mi patria no se reduce a un himno o a una bandera. Es la infancia y la tierra donde vi la luz, donde vivieron mis antepasados y se forjaron mis primeros sueños. Pero también es un puente romano o el esbelto campanario de una iglesia románica, una película que nos cuenta cómo éramos, las piezas para piano de Albéniz o un cuadro de Goya. Y por supuesto, las palabras de quienes inyectaron torrentes de genio, belleza y fantasía a la lengua de todos los españoles

Ya sé que es cansino, pero ¿toda (o gran parte de) la desafección hacia España se explica por la anomalía del franquismo?

El franquismo hizo mucho daño a España y a su imagen en efecto. Pero la debilidad del sentimiento nacional no se puede atribuir sólo a la dictadura. ¡Franco murió hace casi cincuenta años! No; en la desafección actual tienen también mucha culpa los complejos de la izquierda, la frivolidad de la derecha regionalista y la ofensiva voraz de los nacionalismos, que, sin ninguna duda, llevan años falsificando la Historia, ganando la batalla de los símbolos, de las emociones y sacando beneficios enormes de su victimismo y sus mitos de guardarropía. Por el contrario, somos pocos los que cantamos las baladas de España. Lo he dicho muchas veces, y no me canso de repetirlo: se me encoge el alma al comparar a aquellos jóvenes universitarios de los setenta que coreaban los versos de España en marcha en la canción de Paco Ibáñez con los de hoy, a los que se ha encerrado en el vacuo laberinto de la postmodernidad y expropiado su conciencia nacional.

Tú hablas mucho del momento difícil de España desde hace años, pero ¿cómo ves el futuro con las herramientas que te da ser historiador?

Sí, vivimos cierto desaliento colectivo. La pandemia pasará, y también las dificultades económicas que todos los expertos auguran. Pero la inestabilidad política que arrastramos desde hace ya tiempo seguirá ahí. Y lo hará porque el problema reside, principalmente, en la inexistencia de una conciencia nacional adulta y sin complejos. Me entristece y me preocupa la ligereza con que se ha depuesto la fuerza de nuestra cultura, el vigor de nuestro significado histórico, la rigurosa exigencia de una empresa de siglos que no puede revocarse alegremente ni someterse a los dictados de una negociación. Me apena la forma en que se ha permitido que llegáramos a este punto – un momento en que por primera vez se niega la existencia de la nación española –, incomprensible sin la odiosa indolencia de quienes creen que una nación se guarda a solas, sobrevive a tientas o es mera inercia que en nada precisa de la voluntad permanente de quienes deben mantener su impulso.

Aprendemos muy poco de la historia y olvidamos con demasiada facilidad que el desarrollo, el progreso, la cultura… son cosas frágiles, logros que pueden perderse a las primeras de cambio. Soy lector de Paul Valéry que recordaba “la horrible facilidad de destruir.”

Para terminar, tú has sido el historiador del optimismo de España, del patriotismo cultural y siempre del sentimiento (eres capaz de emocionarte y emocionar a los demás hablando de España o leyendo un verso nuestro). ¿Alguna de estas categorías ha quedado obsoleta o reniegas de ella? ¿Cuál es más importante o te representa más?

Todas me representan, no reniego de ninguna. España es mi canción, y como el viejo romance del conde Arnaldos, la canto a quien conmigo va. En cuanto a la emoción, sí, es cierto, aún conservo la capacidad de emocionarme con un poema, un cuadro, un libro. Hay libros, por ejemplo, que descubres con once, doce años, y ya no te abandonan jamás, libros que nos dan nuevo alimento a cada estación nueva en nuestra vida. En mi caso, podría citar los Episodios Nacionales de Galdós, cuyos personajes, como en el poema de Cernuda, entraron en mi vida de niño y no saldrán de ella ya sino conmigo.

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