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"Políticas" de David Runciman, una guía práctica para poder hablar de política

Por Álvaro Alcázar
lunes 15 de diciembre de 2014, 12:53h
Política
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¿Cuál es la diferencia entre vivir hoy en Dinamarca o en Siria? Efectivamente, la política. El primero es un país con un sistema democrático en el mejor sentido, el de la adaptabilidad. El otro es un Estado fallido. La diferencia es el bienestar o la guerra, la vida o la muerte. Lo dice David Runciman y lo demuestra su libro: la política importa. Más que nunca, importa y dirige nuestras vidas, economías y culturas.
"Política" es un ensayo imprescindible (¡e ilustrado!) que todos deberíamos leer. No solo es una guía útil con la que moverse por el laberinto dela política contemporánea. Es una contribución fundamental al debate entorno a ella.
A nadie se le escapa que, en los últimos años, la Política se ha reubicado a la cabeza de nuestras preocupaciones y vuelve a movilizarnos. También en sociedades como la española, donde la participación ciudadana ha sido, tradicionalmente, de baja intensidad. Los motivos de esta tendencia hay que buscarlos en la crisis económica y en la aparente obsolescencia de los sistemas políticos, y como algunas de sus manifestaciones, baste mencionar el 15 M, Occupy Wall Street, la Revolución de los Paraguas, la reconfiguración de los parlamentos con partidos como Podemos y, por supuesto, el activismo online.

En este panorama, libros como "Política", el primer título de David Runciman, profesor de la Universidad de Cambridge, que se traduce al castellano, son más que necesarios: son imprescindibles. Runciman, nacido en 1967, es uno de los más jóvenes de la corriente de politólogos como Tony Judt, Timothy Garton Ash, Michael Ignatieff e incluso Slajov Zizek, que, manteniendo el rigor académico de su generación predecesora, la de Robert Dahl, Seymour Lipset o Huntington, ha adquirido un tono menos solemne, más desenfadado y accesible, para divulgar conceptos y análisis políticos. En sus artículos en The Guardian y London Review of Books, así como en sus ensayos, entre los que destacan Political hypocrisy o The politics of good intentions, Runciman se caracteriza por su lucidez, por su delicioso sarcasmo y por ser original en los temas que trata sin miedo a la polémica, que lo ha envuelto más de una vez; así, ha analizado el narcicismo de los políticos, solo comparable, según él, al de los deportistas, o la confusión como forma de ganar cuotas de poder. Política es fiel a esas características. Es un libro ilustrado, cosa que puede descolocar tratándose de un ensayo, con infografías, viñetas y caricaturas de Max Weber, Snowden o George Clooney del estudio creativo Cognitive Media. Y en sus casi doscientas entretenidísimas páginas, el autor explora las posibilidades y los límites de la Política, basándose en una inteligente comparación de dos contextos sociales tan dispares entre sí como los de Siria y Dinamarca. Su tesis se resume en que la política puede definir el rumbo de un país, pero su potencial lo limitan otros factores como la desigualdad en la distribución de la riqueza o el poder de los mercados.

Para desarrollar esta tesis, la obra se organiza en tres capítulos: el primero tiene un cariz más histórico que los otros dos, y repasa las principales teorías políticas que se han elaborado sobre el concepto de poder, así como hasta hoy que ratifican dichas teorías. Se anuncian y analizan –siempre de forma amena- las doctrinas creadoras del Estado de Hobbes y Maquiavelo, y las concepciones del liderazgo y el poder de Webber o Comte. Y, en suma, se concluye que, en esencia, el poder no consiste sino en controlar la violencia Por eso, los gobiernos son más inestables en países con conflictos civiles, y por eso, en sistemas estables, para la dirección política es fundamental sofocar todo conato de revuelta ciudadana o desigualdad económica, dos peligros que, con la crisis, se están acrecentando.

En el segundo capítulo de Política, Runciman introduce en su análisis un elemento que ha retado la forma tradicional de ejercer el Poder, de mantener esa contención de la violencia: la tecnología. Ahora, los gobiernos tienen que actuar y regular sobre cuestiones tecnológicas complejas, como la ciberdelincuencia, los movimientos de capitales online o el fracking, que no siempre saben cómo afrontar. Para el autor, con la tecnología ha nacido la “era posideológica”, donde se desdibuja la importancia de las ideologías políticas, y, en contraste, cobran importancia las informaciones y descubrimientos científicos. Y así, se han multiplicado (y mucho) los partidarios de confiar la gestión de los asuntos públicos a tecnócratas, en lugar de a políticos de toda la vida. Frente a esta reacción, Runciman defiende un principio de Constant, según el que, si dejamos los gobiernos en manos de demasiados pocos y con una habilidad demasiado concreta, la democracia perderá su valor y capacidad de acción.

El último capítulo de Política trata el concepto de Justicia. En él, Runciman se pregunta si la democracia exige unas condiciones mínimas de distribución de la riqueza. Runciman ensalza la Teoría de la justicia de Rawls, que ensalza la justicia distributiva como base para alcanzar la justicia general; una teoría, considera el autor, ampliamente aceptada, pero que apenas se ha puesto en práctica. También cita a Amartya Sen y Martha Nussbaum, que vinculan la expansión del sistema democrático en el mundo a la necesidad de construir sistemas educativos, de salud e igualdad de género; tres postulados, sostiene Runciman, que no se han cumplido a la hora intentar instaurar regímenes democráticos en países como Irak o Afganistán, donde, erróneamente, se ha pretendido imponer la democracia por la fuerza.

Y, por cierto, en conexión con ese intento de potencias como Estados Unido o la Unión Europea de instalar la Democracia por todas las partes del planeta, el autor se plantea si es conveniente crear un estado mundial, un gobierno para el mundo, un ideal que ya se intuía en los postulados de Kant. Para Runciman, un modelo semejante jamás podría suplir las políticas locales.

En un epílogo titulado, significativamente, Catástrofe, Runciman añade una consideración sobre factores que podrían arruinar el orden mundial presente: el crecimiento de China, la crisis financiera de Estados Unidos, el cambio climático… El autor confía en que la Democracia resista estos envites, pues es un sistema globalmente respetado y resistente, aunque no se debería caer en la autocomplacencia y está pendiente adaptar muchos de los procedimientos democráticos a los nuevos tiempos.

Política es un libro que todos deberíamos leer. No solo es una guía útil, fruto de una observación mordaz y apta para todos los públicos, con la que moverse por el laberinto de la política contemporánea. Es, también es una contribución fundamental al debate en torno a ella.

David Runciman es profesor de ciencias políticas en la Universidad de Cambridge, autor de varios libros, de los cuales este es el primero que se traduce a nuestro idioma, y colabora regularmente en la London Review of Books, The Guardian y otras publicaciones.

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