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Santiago Castellanos
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Santiago Castellanos (Foto: Javier Velasco Oliaga)

Entrevista a Santiago Castellanos, autor de “Barbarus. La conquista de Roma”

“El estudio de Roma nos permite conocer mejor la época actual”
Por Javier Velasco Oliaga
sábado 18 de abril de 2015, 15:24h
El escritor y profesor titular de Historia Antigua de la Universidad de León, Santiago Castellano, acaba de publicar en Ediciones B su segunda novela “Barbarus. La conquista de Roma”. En sus dos novelas trata sobre el mundo romano y esta última no es una continuación de la primera “Martyrium”, pero sí comienza, temporalmente, donde terminó la primera. Pese a llevar escritas sólo dos novelas, no es un neófito en las lides literarias ya que además ha publicado siete u ocho ensayos históricos.

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Santiago Castellanos (Foto: Javier Velasco Oliaga)
Santiago Castellanos apuesta por el rigor, pretendiendo que su obra sea un producto excelente, tanto en lo literario como en lo histórico. “Para mí, la novela histórica tiene un peligro, pero también un desafío, porque puedo caer en que la obra sea un ladrillo”, expone en la entrevista que hemos mantenido en la cafetería del Museo Arqueológico Nacional. Por eso cree que el historiador que se dedique a escribir novelas históricas debe de “cambiar el chip, cambiar la mentalidad”. El profesor logroñés lo consigue claramente.
En ocasiones vemos que los historiadores hispanos escriben con los ojos puestos en sus compañeros académicos, de ahí que muchos libros de historia sean auténticos “ladrillos”. No podemos decir lo mismo de los historiadores británicos, que son auténticos divulgadores que aúnan la precisión histórica con la amenidad. “En Gran Bretaña lo tienen superado hace mucho tiempo, baste leer los libros científicos de Stephen Hawking donde nos enteramos perfectamente de los principios científicos sin ser un especialista. Lo mismo ocurre con la historia”, apunta. Los hispanistas británicos son mucho más cercanos que nuestros eruditos. También señala, con un cierto tono de envidia sana, cómo en las islas británicas se pueden encontrar museos de toda índole en poblaciones pequeñas que subsisten gracias a asociaciones culturales, algo que no ocurre en nuestro país, si bien ahora se están comenzando a dar los primeros pasos.
“Cuando escribes una novela histórica tienes que contar los hechos y las cuestiones fundamentales fielmente, con solidez académica, pero también tienes que saber contar esos hechos de forma entretenida. La rigurosidad no tiene que estar reñida con la amenidad. Si falla uno de estos dos parámetros, la calidad se resiente”, explica de manera pausada este especialista en la Hispania romana y visigótica.
Cuando escribes una novela histórica tienes que contar los hechos fielmente, pero de forma entretenida
España debe mucho a Roma, “somos romanos”, es el espejo en el que nos miramos; “el origen de nuestra lengua, de nuestra religión, de nuestro derecho, tanto fiscal, como administrativo o de la propiedad tienen su origen en el mundo romano”, desgrana con fluidez. Son muchas las afinidades pero, también, muchas las diferencias. Claramente, el tejido social ha cambiado, como lo ha hecho la tecnología, son muchos los siglos de diferencia para no avanzar.
Sin embargo, vemos que en otras cuestiones no hemos cambiado tanto. “El gasto público del Estado es desorbitado. La administración estaba en un nivel aceptable en época de Augusto y en el periodo tardorromano se sobredimensionó, con multiplicidad de las funciones, como en la actualidad. La presión fiscal tanto en la época romana como en la actualidad está erosionando las clases medias”, enumera con pasión y nos damos cuenta de la razón que tiene y por desgracia no quedan ahí las similitudes. “La corrupción dentro del Estado era galopante”, afirma. ¿A qué nos suena? Poco podemos añadir, pero Santiago Castellanos tiene más similitudes de las que podremos enterarnos leyendo “Barbarus”, como la del cambio de valores que se produjo en esa época y la crisis que se vivió y se vive en cuanto a los valores. Para acabar nos recuerda el tema de la inmigración: “Roma no supo resolver el problema de la inmigración”, cuestiona tajante con la llegada de los bárbaros o de otras provincias hasta la metrópoli. Casi, casi igual que ahora. Ya me entra la duda de si está describiendo Roma o cualquier país actual de Europa.
Está claro que han pasado siglos pero los problemas siguen siendo los mismos. De ahí que Santiago Castellanos no quiera centrarse en sus libros sobre batallas, anécdotas o fechas de acontecimientos, sino en dos o tres ideas básicas y relevantes. “Quiero contar los cambios culturales, sociológicos o religiosos que ocurrieron, procesos importantes que nos ayudaran a comprender aquella época”, desgrana.

Si se le pregunta por sus objetivos principales cuando se sienta a escribir una novela, señala tres principales: analizar la crisis de Roma en todas sus facetas y por qué se llegó a ella, desde las dos visiones, romana y bárbara; que el lector se entretenga y de paso aprenda y proporcionar un material suficiente que permita conocer mejor la época actual, que se vean los paralelismo que hay con el sistema actual.

Esa visión que ha querido dar de la conquista de Roma, la ha dado bajo el prisma de los ojos de unos niños godos. “He querido dar el punto de vista de los bárbaros”, expone. Pero en realidad, “los godos no escribieron nada”, son pocos los documentos que se conservan, fue en aquella época cuando Ulfilas inventa el alfabeto godo. En la novela, el autor incluye el Padrenuestro en esta lengua para que nos hagamos una idea de cómo era, pero, en realidad, los godos adoptaron el latín y la cultura romana que luego se adaptaría a la época visigótica.

Esta época es la gran desconocida de nuestra historia, una época que el autor de Barbarus estaría dispuesto a desentrañar. “No fue tan oscura como nos han contado”, adelanta. Pero, de momento, lo deja para un futuro más o menos lejano, ya que el año que viene se tendrá que desplazar a vivir a Estados Unidos como profesor universitario para cumplir ciertos compromisos científicos, por lo que tendremos que esperar un tiempo para volver a leer una novela suya, donde aúne con precisión la rigurosidad histórica con la narración amena, algo que muchos deberían aprender.


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