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Manuel Rico
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Entrevista a Manuel Rico, autor de "Un extraño viajero"

Con esta novela el escritor madrileño consiguió el IX Premio Logroño de Novela

domingo 08 de mayo de 2016, 10:47h

Manuel Rico es poeta, narrador y crítico literario. Licenciado en Periodismo, ha colaborado en diversos diarios y revistas (El Mundo, Cuadernos Hispanoamericanos, Ínsula, Letra Internacional, Mercurio, Turia…). Ejerce la crítica de poesía en el suplemento Babelia, del diario El País. Con su última novela,"Un extraño viajero", ha conseguido el IX Premio Logroño de Novela.

Un extraño viajero
Un extraño viajero


Es autor, entre otras obras, de los libros de poemas La densidad de los espejos (Premio Juan Ramón Jiménez de 1997), Donde nunca hubo ángeles (2003), Fugitiva ciudad (2012) y Los días extraños (2015). La mujer muerta (2000 y 2011), Los días de Eisenhower (2002) y Verano (Premio Ramón Gómez de la Serna 2009 son sus últimas novelas. Es autor del ensayo Memoria, deseo y compasión (2001) sobre la poesía de Vázquez Montalbán y de los libros de viajes Por la sierra del agua (2007) y Letras viajeras (2015). Dirige la colección de poesía de Bartleby Editores y colabora con artículos de política y cultura en el diario digital Nueva Tribuna.

¿Cómo nace Un extraño viajero?
Surgió a partir de una imagen que parece inspirada en un título de Italo Calvino y que durante mucho tiempo se fijó en mi mente: al hotel rural de un pueblo de la montaña al norte de la región de Madrid, una tarde de invierno y de ventisca llega un viajero. El hotel está vacío, sólo lo habita en ese momento su propietaria, que lo recibe entre temerosa y desconfiada por su aspecto humilde y misterioso y, a la vez, de un sutil atractivo. El encuentro imaginado me animó a construir una historia de amor que debería tener un final imprevisto, al margen de lo convencional.

La historia de amor, que se desarrolla en unos meses de 2005, es fugaz, se quiebra en un determinado momento para dar paso a otra historia…
El viajero, Salko Hamzic, de origen serbio, abre, con su breve estancia en La Casona, ventanas a un mundo inesperado, a una realidad que pese a haber marcado durante décadas a los pueblos de la zona, está silenciada, enterrada en el olvido. Lucía Olmedo, la anfitriona y protagonista, acaba intimando con él y, cuando este se marcha, descubre, entre los objetos que olvida en el hotel, uno que acaba conduciéndole a la memoria de los presos que construyeron, en los años 40 y 50, un importante y conocido embalse cercano al pueblo. Se trata del resguardo de un viejo encargo en una tienda de revelado de fotografías.

Del amor a la realidad de los campos de trabajo en los que, con mano de obra esclava, se construyeron grandes infraestructuras, algo de lo que tenemos una visión superficial.
Lo que llega a conocer Lucía es el mundo en blanco y negro en que se sumergió un periodista extranjero, Elio Andric, que, de incógnito, llegó a captar con su Leica la vida cotidiana del campo de trabajo durante el tiempo en que residió en él. Un hallazgo más que sorprendente. Una colección de imágenes de un mundo negado por el franquismo se cuela, de pronto, en el presente de Lucía y de sus amigos.

Creo que esa posibilidad, casi imposible en el mundo real, hubiera sido un hallazgo de un enorme valor en la reconstrucción de nuestra Historia. No olvidemos que existen muchos más testimonios gráficos de la cotidianidad de los campos de Alemania o de Austria que de la realidad diaria de los campos de trabajo y destacamentos penales que hubo en España.

Eso quiere decir que el argumento de Un extraño viajero se sustenta en una investigación en el pasado que se inicia a partir de la presencia de Salko en el hotel. ¿Novela negra? ¿Novela histórica?
Tiene muchos elementos de intriga propios de la novela negra pero no la calificaría de novela negra. La calificaría sin más de ficción pura y dura: con ingredientes de la novela negra, con tintes de novela histórica y con cierta carga de introspección relacionada con el pasado y con la vida diaria de los personajes: de Salko, de Lucía, de Lina, la empleada del La Casona, de los amigos de Lucía, de Elio Andric, el fotógrafo que viene del pasado, de Gloria Aldana, superviviente de aquel tiempo… Es también, una contribución a la recuperación de la memoria histórica en una de sus facetas menos conocidas. No “otra novela sobre la Guerra Civil”, sino sobre sus consecuencias en un tiempo especialmente oscuro y velado.

Y das vida a un personaje que existió en la realidad, Humphrey Slater…
En efecto. El viajero llevaba en su poder un libro suyo con párrafos subrayados y notas en los márgenes. Humphrey Slater fue un periodista y escritor inglés, miembro del PC británico, que estuvo en la Guerra Civil con las brigadas internacionales, que regresó después a Gran Bretaña, donde experimentó un cambio ideológico profundo, editó durante un tiempo la revista Polemic y que volvió a España a mediados de los cincuenta con la pretensión de escribir sus memorias. En 1958 se pierde su rastro en nuestro país: desde entonces nada se sabe de él. Como si se lo hubiera tragado la tierra. Los artículos que a él aluden lo dan por muerto, pero no hay una sola evidencia de ello. Se han publicado en España, en 2009 y en 2011, dos libros suyos y en los años cincuenta su novela El conspirador inspiró la película del mismo nombre que protagonizaron Robert y Elizabeth Taylor y que tuvo un gran éxito, incluso en España. Yo novelo una hipotética vida posterior a 1958 de Slater entrelazada con la que viven mis personajes. Esa hipótesis es pura ficción, pero es perfectamente verosímil.La imaginación juega un papel fundamental.

También hay elementos de fantasía. La imaginación juega un papel fundamental.
En la novela trabajo con dos tiempos: el presente, la realidad contemporánea en pleno siglo XXI en una pequeña ciudad con río y restos medievales entreverada por la realidad de Madrid, y el pasado, los años 40, 50 y 60. A lo largo del relato, ambos tiempos conviven, se relacionan… Y la realidad convive con lo imaginario, juega con el tiempo y sus trampas… Algo que sólo en el ámbito de la literatura, de la novela podemos hacer verosímil, casi posible.

Está también el mundo de Internet como instrumento de investigación, algo poco habitual en las novelas que indagan en la memoria de la posguerra…
Es inevitable. Lucía Olmedo, en su pequeño hotel, tiene, gracias al ordenador, el mundo a su disposición. Por correo electrónico se comunica con algunos clientes. En Internet investiga sobre la vida de Salko Hamzic, conoce la biografía de Humphrey Slater, llega a saber de los descendientes de Elio Andric, el fotógrafo que estuvo en los campos, sobreviviendo en Belgrado, accede a las páginas web sobre memoria histórica, de sus asociaciones… En el tiempo en que se desarrolla la novela, años 2005 y 2006, Google, el principal buscador, llevaba seis años funcionando. Y Wikipedia llevaba un lustro en la red: en 2004 ya suministraba contenidos en 105 idiomas.

Los paisajes, el territorio, una comarca a una hora de Madrid y tamizada por un velo de misterio. La Sierra Norte y sus pequeños pueblos forman parte de su mundo de ficción, hace años, en una entrevista en Leer, habló de ese territorio poco conocido como su “particular Celama”…
Al menos en tres de mis novelas ese territorio es, además de un escenario, una suerte de personaje telúrico. Tierras poco pobladas, con pueblos medio desiertos, en parte derruidos, con zonas que no superan la densidad de población de un habitante por kilómetro cuadrado y…. a una hora o poco más de Madrid. Tierras que ocultan secretos colectivos vinculados a la Guerra Civil y a la posguerra que nadie quiere recordar pero de una belleza abrupta, casi primitiva en zonas como la Tejera Negra, o la Sierra del Rincón. Es el reverso del mundo tecnológico que nos abruma hoy. Brezo, El Acebo… son pueblos inventados aunque con un soporte de realidad reconocible. Si, algo tienen de particular Celama esas tierras. Vázquez Montalbán lo calificó de “peculiar triángulo de las Bermudas” en el vértice norte de Madrid.

¿Referencias en la narrativa española? ¿En otras narrativas?
Me reconozco en la mejor novela del cincuenta (Marsé, Luis Goytisolo, el Benet de Volverás a Región, Aldecoa, Carmen Martín Gaite) en lo que se refiere a nuestra narrativa. También en Mateo Díez, en Merino, por supuesto en narradores más recientes, casi coetáneos, como Longares, Chirbes, Isaac Rosa o Marta Sanz. Pero en el ciclo del que forma parte Un extraño viajero hay huellas del deslumbramiento por la lectura, allá por los primeros noventa, del novelista austriaco Hans Lebert, sobre todo una novela como La piel del lobo. El mundo que Lebert reconstruye es el de ciertas zonas de la montaña austriaca, pequeños pueblos que fueron testigos de las deportaciones colectivas y de la realidad de los campos de concentración pero que guardaron silencio, un silencio culpable. Hay un paralelismo con esa zona de la montaña del norte de Madrid que yo describo, en la que doy vida a mis personajes. Sobre ello se habla en el Anexo de la novela, un texto que no es ficción y que procede de mi blog Al margen.

¿Literatura de calidad o “novela de entretenimiento”?

Literatura de calidad y entretenimiento no deben de ser términos contradictorios sino complementarios, integrados. En mis novelas hay un gran esfuerzo de lenguaje, no prescindo de mi pulsión de poeta, pero apuesto por una literatura que no sea una barrera para el lector. Una literatura que invite y que incite, que atrape y seduzca. Esa ha sido también otra de mis preocupaciones al escribir Un extraño viajero.


Que el lector no advierta ni note la “cocina” del autor. Y, por supuesto, arañar en la conciencia del lector, activar una mirada crítica hacia el mundo. Y hacia nuestro pasado reciente.

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