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"Sin alma" de Andrés Ortega

"Sin alma" es la primera novela del periodista madrileño Andrés Ortega
Por Javier Velasco Oliaga
jueves 23 de octubre de 2014, 13:23h
Sin alma
Sin alma

Sin alma de Andrés Ortega es una crónica novelada de un tiempo donde expresar ideas contrarias a lo establecido era ser condenado al ostracismo o, peor aún, a ser eliminado. Algo de aquella época permanece inalterable en nuestra sociedad de hoy, donde las ideas contrarias y novedosas son condenadas también al ostracismo, pero ahora nos queda Internet, vehículo de expresión que en ocasiones viene a sustituir al ciclostil.

El Profesor es un discípulo de Santiago Ramón y Cajal, neurólogo y autor de un libro irreverente, La hipótesis innecesaria, donde se cuestiona la inexistencia o invención humana de un alma inmortal. ¿Existe o no el alma? ¿Existe vida después de la muerte? ¿Existe algún dios? Son preguntas que muchas personas se hacen y también el Profesor. Éste intenta responderlas en su libro, anteriormente citado, y en otros escritos. Pero, ¿tienen realmente esas preguntas respuestas? De momento, nadie ha venido desde el otro lado del infinito para responderlas.

Si partimos de la máxima de Esquilo de que el miedo supremo es el miedo a dios, todos los miedosos creerían en un dios y los valientes no tendrían esa necesidad, pero según otros autores llevamos la idea de dios en nuestros genes y los budistas cultos no tienen la concepción de un dios personal, creen en un camino que ha de recorrer cada ser humano. Aristóteles y los primeros cristianos creían que la mujer no tiene alma, influenciados por el platonismo y por el sintoísmo.

Teorías no nos faltan y Andrés Ortega escribe esta pequeña novela para que conozcamos todas las posibles teorías y elijamos la que creamos conveniente. El Profesor toma un partido, José, uno de sus hijos, y escritor de los recuerdos de su padre, toma un camino diferente, el del alma que pervive en los otros mientras alguien le siga recordando, ¿pero es eso realmente el alma?

Sin alma es precisamente un libro con mucha alma, en el que el autor ha puesto toda su experiencia en el escrito. Andrés Ortega fue uno de los más reputados corresponsales del periódico El País. Sus crónicas desde Londres, primero, y después desde Bruselas fueron antológicas, sobre todo desde la capital belga; nadie conoce las instituciones europeas como él, lo cual le condujo a ser director de la revista Foreign Policy en su edición española y también a ser director del Departamento de Estudios y, posteriormente, del Departamento de Análisis y Estudio del Gabinete de Presidencia del Gobierno. En la primera etapa con el gobierno de Felipe González, en la segunda
en el gabinete de Rodríguez Zapatero.

Todavía me estoy preguntando qué asesoró a este último presidente de gobierno, o le asesoró y no le hizo ningún caso, porque su penúltimo libro escrito en colaboración con Ángel Pascual-Ramsy titulado El fallo de un país es un pozo de sabiduría y un tratado de cómo se deben solucionar los problemas de un país que lamentablemente no se han llevado, ni se están llevando a cabo.

Andrés Ortega escribe su obra en primera persona, dando una pátina de verosimilitud al relato, que por otra parte podría ser totalmente real, ya que casos como el profesor se dieron con asiduidad en aquella oscura época. El autor pretende dar la idea de que el régimen franquista adolecía de intelectualidad. Algo radicalmente falso, como ha demostrado en reiteradas ocasiones Andrés Trapiello, que en su magna obra Las armas y las letras da dos curiosos listados de intelectuales de uno y otro bando y casi se puede decir que las fuerzas estaban casi empatadas.

Ortega describe la vida del Profesor desde la perspectiva de uno de sus hijos, no es, por lo tanto, la vivida por el Profesor, sino la intuida por su hijo, que fue llenándola con sus propias vivencias, pero también con las de los que estuvieron a su lado. En la novela, el autor madrileño despliega todos sus conocimientos, tanto en materia de política exterior, como sus conocimientos de historia de las religiones, baste leer las páginas que dedica al proceso de creación del estado de Israel y el comportamiento de los palestinos y transjordanos, para ver que la realidad no es tal como nos la cuentan.

Ha escrito unas pocas páginas memorables, ya que su libro apenas supera las cien hojas, con una clara influencia de los escritores de la generación del 98. Si bien en ocasiones se le nota un poso de pesimismo, sus páginas destilan lo mejor de Miguel de Unamuno, un grandísimo autor que debería ser leído más en profundidad porque nos ha dado muchas claves de lo que es nuestro país hoy en día y, también, de la ciencia. Sin alma, tiene mucho de Unamuno, de San Manuel Bueno, mártir, sacerdote que no cree en dios y del cual bebe el autor para su personaje Arjimiro o de Niebla y Amor y pedagogía. Tampoco falta la influencia de Pío Baroja.

Le ha salido, pues, a Andrés Ortega, una novela auténticamente redonda, una obra donde realiza una fotografía en blanco y negro de un año 1948 en el que se vivía de tapadillo y las opiniones se realizaban en voz baja; es un retrato fidedigno de una época que está justo a la vuelta de la esquina de nuestro pasado y que debemos analizar para que no se vuelva a repetir. De momento, el autor nos deja una novela con muchas preguntas que tendremos que ir respondiendo según vayamos viviendo.

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