www.todoliteratura.es
Fernando García Calderón
Ampliar
Fernando García Calderón

Entrevista a Fernando García Calderón, autor de “Nadie muere en Zanzíbar”

"El escritor debe evitar acomodarse, debe esquivar la tentación de caer en fórmulas manidas"

Por Javier Velasco Oliaga
martes 08 de noviembre de 2016, 07:47h

La nueva novela de Fernando García Calderón es “Nadie muere en Zanzíbar”, una biografía novelada de uno de los personajes españoles más peculiares del siglo pasado. El protagonista Juan Ángel Santacruz de Colle fue un viajero y empresario que llegó hasta Zanzíbar perseguido por espías nazis durante la Segunda Guerra Mundial, después de cometer innumerables estafas en Estados Unidos.

Fernando García Calderón
Fernando García Calderón

Nadie muere en Zanzíbar” es una novela de aventuras personales y colectivas de un hombre que adoptó dos personalidades distintas de condición estrafalaria y altruista. Suyo fue el plan que revolucionó la historia de Zanzíbar. Una historia increíble que Fernando García Calderón sabe contar con precisión y elegancia. En la entrevista nos aclara muchas de las claves de éste insólito personaje que fue admirado por todos los sitios por donde pasó.

La primera pregunta es obligada. ¿Quién fue Juan Ángel Santacruz de Colle?
Santacruz es un personaje fascinante. Erudito, embaucador, aventurero y filántropo. Una de esas personalidades irrepetibles, que parecen de papel pero que dan verdadero vigor a nuestro agitado siglo XX.

¿Cómo llegó a conocer la vida de Santacruz de Colle?
Mi aproximación a él se produce por el encargo de mi tía abuela horas antes de su muerte. No había oído hablar de este sevillano y, como pude comprobar a partir de ese momento, muy pocos en Sevilla lo recordaban. Mi tía me relató la visita de un señor africano que vino a contarle la vida en Tanganica y Zanzíbar del que fuera novio de su hermana. Después me entregó un hermoso cofre que contenía un conjunto de diarios escritos por Juan Ángel. Estaban incompletos, provocando mi pequeña aventura zanzibarí.

¿Cómo le definiría?
Santacruz, por lo singular, es un magnífico exponente de su siglo. Nace en 1900 y muere en la década de los 70. Vive la ambición de la fama y el dinero, aprovecha su prestigio para participar en turbias transacciones de libros antiguos, se ve envuelto en la Guerra Civil y en el preludio de la Segunda Guerra Mundial. Huye de un mal negocio con los nazis y acaba en el archipiélago de Zanzíbar. África lo transformará, convirtiéndolo en discreto adalid de los movimientos de independencia en la costa swahili.

¿Durante cuánto tiempo tuvo que documentarse para escribir la novela?
El periodo de indagación comienza en 2001 y finaliza siete años más tarde. Después fueron cinco más para decidirme por la fórmula de la novela y hallar el tono preciso. Nadie muere en Zanzíbar es la prueba palpable de que el tiempo pasa muy deprisa.

¿Realizó algún viaje a Zanzíbar para imbuirse de los escenarios de la novela?
Sí, estaba obligado. Fui a Zanzíbar en cuatro ocasiones. Quería descubrir la huella de Juan Ángel en aquellas islas, pero, sobre todo, necesitaba encontrar los diarios que faltaban para completar su historia.

¿Qué es lo que más le impresionó de esas tierras?
La amalgama de etnias y culturas, la actitud de sus gentes, sus motivaciones, tan distintas y, en el fondo, tan parecidas a las nuestras. Y, cómo no, su maravilloso paisaje, sus playas inmensas de arena coralina. Pero, por el propósito de mis viajes, lo que me impresionó de verdad es que aún se recuerde, en algunos sitios, a ese Juan Ángel Santacruz de Colle que cambió el destino de un puñado de personas.

¿Cuánto tiempo tardó en escribirla?
Si sumamos las distintas fases del proceso, deben salir del orden de doce, trece años. La escritura como tal me llevó no menos de tres. Es un libro enjundioso que debía disfrazarse de novela de aventuras.

¿Cuáles fueron las principales dificultades para hacerlo? o ¿fue todo muy fluido?
En una obra de estas características lo más relevante es la manera de transmitir la verdad. Hay vidas y realidades que superan con creces la ficción. Mi trabajo debía consistir en que lo cierto fuese creíble y le aseguro que, en este caso, no era fácil.

¿Cómo decide quién va a ser el narrador de la novela?
Deriva de la investigación. Era sensato relatar la historia desde el punto de vista del indagador, otorgarle ese tono de inmediatez. El deseo de crear un personaje interesante me impulsó a emplear un alter ego, una versión distinta y seguramente mejorada de mí mismo.

¿Por qué escribe la novela en primera persona?
Es la inmediata consecuencia de lo expresado. Esta novela es uno de esos casos en los que el lector no debería confundir autor y narrador, escritor y personaje.

¿Definiría su novela cómo novela histórica o de aventuras?
La novela nace con el propósito de dar a conocer a sus compatriotas la figura de Juan Ángel Santacruz de Colle, cumpliendo de esta forma con la última voluntad de mi tía. Nadie muere del todo si es conservado en el recuerdo de alguien, solía decir. El libro narra una realidad histórica, poco conocida en nuestro país, pero mi intención al escribirlo fue proporcionarle un tono de novela de aventuras, con el componente romántico que se respira en las gestas de Santacruz.

España ha tenido grandes aventureros en África, ¿cree que ignoramos a nuestros grandes aventureros? ¿Somos olvidadizos con nuestros héroes y descubridores?
Aunque generalizar siempre es un error, en España tendemos a ensalzar y dejar caer en el olvido en poco tiempo. No estamos acostumbrados al elogio duradero, como tampoco lo estamos a analizar la auténtica dimensión de nuestros héroes, con sus pros y sus contras. Pasamos del blanco al negro con facilidad y después nos cuesta retornar al blanco.

¿Son los héroes y aventureros misóginos?
En la novela se dice que los héroes son misóginos por definición, con independencia de la forma, tamaño y densidad de su dentadura. Su sentido del deber, su impulso vital, suele apartarlos de las distracciones y de las relaciones estrechas. Con todo, Santacruz mantiene un equilibrio inestable entre sus obligaciones y la intimidad de dos mujeres.

Zanzíbar es un pequeño país que ocupa dos islas y depende económicamente de Tanzania. ¿Qué características tiene la novela para que pueda interesar al lector español que no conoce apenas África?
La novela puede ser abordada desde distintos puntos de vista. La primera aproximación, directa, nos permite acceder a la biografía de un hombre atrayente por su carácter y por sus hechos, capaz de adoptar distintas personalidades gracias a su facilidad para los idiomas y el disfraz. También puede ser entendida como una de las llamadas “novela de paisajes”, donde descubrimos lugares dignos de ser visitados, siquiera en el papel. Por último, Nadie muere en Zanzíbar nos ofrece las claves de la lucha por la independencia de países que estuvieron bajo el dominio británico, ofreciéndonos un trocito de la historia de nuestra humanidad.

El protagonista llega a Zanzíbar perseguido por espías nazis por haber realizado múltiples estafas. ¿Qué tienen de especial las grandes guerras para que sigan siendo los grandes escenarios de las novelas?
La historia del ser humano en el siglo XX va indefectiblemente asociada a los grandes hechos acaecidos. Tuvieron una incidencia inmensa en sus vidas. La biografía de cualquiera que se viera obligado a abandonar España en 1939 constituye una novela en sí misma. Lo mismo podría decirse de tantos europeos que sufrieron el desarraigo. Circunstancias tan adversas exaltan los valores y los sentimientos, provocan acciones extraordinarias. El caldo de cultivo idóneo para una novela.

Sus novelas van cambiando de registro y de estilo. ¿En cuál de ellos se encuentra más a gusto?
Para mí, cada novela es una aventura en sí misma. Cada una de ellas obedece a un reto, siempre diferente a los anteriores. Mi preferencia no se halla ni en el género ni en el estilo, sino en ese hormigueo interior que me empuja a embarcarme en cada proyecto.

¿El escritor debe acometer empresas diferentes para no repetirse?
El escritor debe evitar acomodarse, debe esquivar la tentación de caer en fórmulas manidas basadas en la complacencia personal o en la de grupos determinados de lectores. Alguien que tiene la fortuna de encontrar eco para lo que escribe está obligado a ser leal a la literatura. Y eso significa dar lo mejor de uno mismo, ir tan lejos como le permitan sus capacidades. Puede lograrse con una saga o un conjunto de novelas hiladas alrededor de un mismo protagonista. También, asumiendo que la navegación por lo que desconoce puede ser fuente de descubrimiento, personal y colectivo. Los lectores siempre agradecen la sinceridad.

Puedes comprar el libro en:

¿Te ha parecido interesante esta noticia?    Si (3)    No(0)

+
0 comentarios