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"Una historia sencilla", de Leila Guerriero

Por Javier Velasco Oliaga
jueves 23 de octubre de 2014, 13:23h
Una historia sencilla
Una historia sencilla

La periodista argentina Leila Guerriero es una de las mejores reporteras del continente americano. Pocos periodistas realizan crónicas de interés humano como ella. Su estilo se mueve entre la sencillez y la rigurosidad, entre la minuciosidad y la universalidad. Después de publicar en Alfaguara su libro recopilatorio de reportajes "Frutos extraños", "Una historia sencilla" ha merecido un libro para sí. El triunfo de la sencillez que publica esta vez en Anagrama.

Todos somos frutos extraños, en la galería de aquel libro desfilaron personas de distinto pelaje y condición. En "Una historia sencilla", que es de todo menos sencilla, pese a lo que diga la escritora de Junín, nos muestra una competición de baile de la que, para ser sinceros, no teníamos ni idea de su existencia, y perdónenme mi ignorancia. El malambo es un baile tradicional de la Pampa argentina que es parecido a esos bailes irlandeses donde se zapatea con furia hasta hacer sangrar la tarima del escenario.

El malambo es aún más despiadado, los zapateados se realizan a una gran velocidad, tanto que en ocasiones el ojo humano no puede percibir toda su grandeza, y aquí no sangra la tarima, lo que sangran son los pies del danzante. Cuando Leila Guerriero viajó en 2011 a Laborde, población del interior de Argentina, en la provincia de Córdoba, de 6.000 habitantes, no sabía muy bien lo que se iba a encontrar. En la competencia se encontró con un bailarín alejado de la normalidad. "Un gigante", le pareció a primera vista. Luego, la realidad lo puso en su sitio y ese poco más de metro y medio de estatura no le quita grandeza a Rodolfo González Alcántara, otro fruto extraño.

Ese año Rodolfo quedó en segunda posición, todo un año se preparó para ganar y Leila apostó por él, le siguió durante ese tiempo. Vivió en primera persona la preparación que hizo y ganó. Su apuesta tenía todo el sentido del mundo. El problema hubiese sido si no hubiese ganado. ¿Habría escrito el libro de un perdedor? Yo estoy convencido de que sí. Ganase o perdiese Rodolfo en la competencia de Laborde había una historia de interés humano, hubiese sido un canto desgarrado, pero había historia. La historia de superación de una persona que lucha por un sueño. Un magnífico sueño.

Leila Guerriero se convirtió en la confesora de Rodolfo, compartió intimidad y de todos esos encuentros surgió un libro distinto. Leila fue testigo de cómo se vestía para la gran cita. Como un torero se prepara en un rito personal, Rodolfo se preparaba de forma similar, recogido, ensimismado, leía la Biblia o escuchaba a los metaleros Almafuerte escuchando sin parar la canción Sé vos, una de sus pocas canciones a medio tempo. La autora observó esos ritos y los describe con precisión y colorido. Sus descripciones no dejan nada por alto, nos va dando datos de los protagonistas poco a poco, enriqueciéndolo, paso a paso, adjetivo a adjetivo, frase a frase.

Con la lectura del libro consigue interesarnos por un estilo de baile tradicional, conservador y purista. Algo tendrá el malambo cuando sus ejecutantes, una vez que han ganado la competencia de Laborde, abandonan toda competición y son conocidos, para siempre, como campeones. Algo tendrá cuando año tras año se llenan las calles de la ciudad para ver bailar a estos gauchos que con mirada felina desafían al público a golpe de zapateado.

En el libro, Leila comienza describiendo generalidades, contando historias de personajes secundarios. Explicándonos cómo se puede dejar una vida por un sueño. Esa generalización va enfocándose en Rodolfo y una vez puesto en el punto de mira, desmenuza todo lo que se mueve alrededor de él y lo que tiene en el interior. De forma magistral nos desnuda en cuerpo y alma al bailador de La Pampa. Al acabar el libro ya conocemos todo lo que se mueve alrededor del Malambo, de Laborde y, por supuesto, de Rodolfo. Nos hace una fotografía clara y diáfana del arte y del artista, pero también una radiografía del protagonista. A Rodolfo ya le sentimos como nuestro, como todos y cada uno de los personajes que ha tratado en su carrera.

Mientras esperamos su próximo libro, nos iremos contentando con los reportajes que publica en diversos diarios y revistas de los dos lados del océano Atlántico, pero el malambo ya no lo olvidaremos pues queda, después de la lectura, instalado en nuestro corazón.

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