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Esther Garboni
Esther Garboni

Los nuevos poemas de Esther Garboni: el gozo de escribir la vida

Por Briseida Zenobia
viernes 03 de agosto de 2018, 01:00h

La poeta sevillana publica "A mano alzada", libro que aspira a ordenar y desordenar la vida a cada verso, con algo de enigma y estremecimiento.

Esther Garboni reúne sus nuevos poemas en un libro de mundo amplio, de ánimo aullante, de voluntad indomable, de intimidad dañada: "A mano alzada", que acaba de publicar Libros de la Herida en su colección ‘Poesía en resistencia’. Tienen estos versos de la autora sevillana mucho de meditación y de hallazgo, de vida en crudo, porque la poesía también es eso: no aceptar lo irremediable, buscar sin equilibrio.

Así lo confiesa Garboni en el poema que da título al libro, situado como puerta de entrada a lo que viene después, un recorrido entre el sentir y el pensar: “Nunca fue recta mi línea, ni firme el pulso, / pero mi palabra es un lápiz afilado / con el que dibujo siempre, / indómitamente, / a mano alzada”. A partir de aquí, una voluntad de ordenar y desordenar la vida a cada verso, con algo de enigma y de estremecimiento.

Como indica su título, A mano alzada se sirve de las artes plásticas, si bien aquí la palabra es la única herramienta a mano de la autora para su aventura. “Solo tengo un idioma heredado y vivo, a veces enemigo, a veces cómplice. Solo tengo mi voz”, confiesa. Luego, a través de tres técnicas artísticas, ‘Aguafuerte’, ‘Pincel seco’ e ‘Invinación’, Garboni da estructura al libro, donde lo celebratorio y lo trágico coinciden en una misma voz.

En la primera parte, ‘Aguafuerte’, hay poemas de dolor y rabia. También es el espacio de las injusticias sociales, de los repliegues por ser mujer, del impulso por comprender el mundo. Como en la técnica del grabado, que araña la plancha y se sirve del ácido para sacar la imagen, los versos son descarnados, precisos, hirientes: “No queda lo que fui. / Queda la jaula”, dice uno de ellos.

‘Pincel seco’, título de la segunda parte, da a paso a poemas cargados de una rara nostalgia, de origen y de gratitud. A veces sobrevuela algún episodio literario, como el regreso de Lorca desde EE.UU. en el verano de 1930. Otras veces, indaga en el oficio de poeta: “Y, a cambio, poeta, se te dio el dolor, / el desgarro infinito, inconsolable, impúdico, / de contemplar / cómo lo bello se hace mentira /a poco que alguien se recree en su goce”.

Ya en la tercera sección de A mano alzada, ‘Invinación’, aparece en los siete poemas que lo componen un tono de celebración, que conduce de la pasión urgente a las huellas terrestres. El libro se cierra con ‘Epílogo y testamento’, donde los versos estiran la voluntad de la autora, llamada a la poesía como una vocación, como un ejercicio de vivirse más por dentro: “Es la poesía, y no tú, poeta, / la que resiste al tiempo”.

Esther Garboni nace en Sevilla, ciudad en la que reside y ejerce de profesora de Lengua y Literatura. Es autora de los libros Las estaciones perdidas (2006), Tarjeta de embarque (2009 y 2011) y Sala de Espera (2014). A mano alzada es su primer libro en la colección ‘Poesía en resistencia’ de Libros de la Herida, donde han publicado Pedro del Pozo, Juan Antonio Bermúdez, Manuel Fernando Macías, Alberto Porlan, Laura Casielles y Martha Asunción Alonso.

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