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“La niña que miraba los trenes partir”, de Ruperto Long

Por Javier Velasco Oliaga
martes 10 de septiembre de 2019, 02:36h
La niña que miraba los trenes partir
La niña que miraba los trenes partir

La niña que miraba los trenes partir” es el sexto libro del escritor, ingeniero y político uruguayo Ruperto Long. Una narración coral donde analiza el alma humana desde diversos puntos de vista, unos pueden parecer simpáticos, otros odiosos; pero todos conforman el universo roto que surgió en el mundo a raíz de la Segunda Guerra Mundial.

La novela cuenta cuatro historias principales que se van entrelazando durante la narración del libro. La idea de la novela partió gracias a Charlotte S., una profesora universitaria a la que conoció Ruperto Long en Montevideo, un día que coincidió con ella en una fiesta. Charlotte es la protagonista principal de la novela, pero no la única. Tenía ocho años cuando las tropas alemanas invadieron Bélgica y llegaron a Lieja, donde residía junto a sus padres y hermano.

Aquella tragedia, unida a que eran judíos, cambió a vida de Charlotte, una pequeña Ana Frank viajera, y de su familia. Desde ese momento emprendieron un angustioso periplo que les llevaría por distintas ciudades francesas huyendo del yugo nazi, empeñado en exterminar a todos los judíos posibles, sin importarles la condición o la edad de ellos. Evidentemente, Charlotte consiguió escabullirse de esos animales, pero no ocurrió lo mismo con todos sus familiares.

Las cuatro historias que cuenta Ruperto son: la de Charlotte y su familia directa, la de su tío y conocidos, que regresan a su Polonia natal, la de Dimitri Amilakvari, militar francés de origen georgiano que luchó en el norte de África al mando de la mítica Legión Extranjera y la del soldado uruguayo Domingo López Delgado, que se alistó a la legión, llegando a luchar tanto en África contra el Afrika Korps, como en Francia liberando diversos pueblos franceses cercanos a los Alpes.

Estas cuatro historias se van entrecruzando en diversas ocasiones, siendo al final donde veremos alguna curiosa concomitancia. Para contarlas, Ruperto Long ha urdido una complicada trama narradora, donde utiliza hasta 34 voces diferentes, todas ellas en primera persona conformando una polifónica narración, llena de diferentes matices. Veinte de esas voces tienen un papel más importante que las catorce restantes. Algunas sólo aparecen una par de veces, pero su concurso es fundamental para tener una visión más colectiva de los acontecimientos.

Ni que decir tiene que la narración de Charlotte es interesantísima y de un profundo calado muy estremecedor, pero la parte que más me ha interesado ha sido la del coronel Dimitri Amilakvari, príncipe ruso consorte, que lucho por la libertad contra el yugo opresor nazi. Su historia en África está llena de mitos y leyendas, amante de la única mujer que ha pertenecido a la Legión Extranjero, fue un personaje muy carismático que parecía tener un pacto con la muerte. Entre sus soldados estaban un puñado de legionarios uruguayos y españoles, éstos últimos republicanos supervivientes de la Guerra Civil Española.

La novela tiene emoción a raudales, el lector podrá llorar o reír, según los pasajes que vaya leyendo, pero lo que sobre todo transmite es humanidad. Siempre que leemos un libro sobre el holocausto nazi nos preguntamos ¿cómo el ser humano ha sido capaz de realizar hechos tan abominables? Quien lea la novela, se dará cuenta que entre tanta tragedia, hubo episodios de amor y lealtad extraordinarios. Todos los personajes de Long son, ante todo, humanos, para lo bueno y para lo malo. De ahí que sea de agradecer las narraciones de los personajes tanto cordiales como odiosos, donde destacan Léon Degrelle o Klaus Barbie, ambos huidos de la justicia aliada después de la guerra.

Estamos, pues, ante un libro que hay que leer, tanto por lo que narra cómo por la forma que ha escogido para hacerlo. Solo un pero, la edición española tiene demasiados errores, palabras repetidas o faltas ortotipográficas. Se lo perdonamos porque es uno de los pocos libros publicados este año que saben llegar sin atajos al corazón del lector. Ruperto Long nos ha conmovido por su humanidad y por su estilo. No es nada fácil mantener tantas voces diferentes sin parecer la misma. Todo un logro.

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