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Se publica "The Clash: Autobiografía grupal", la historia del mejor grupo de punk

sábado 25 de enero de 2020, 08:00h
The Clash
The Clash
The Clash fueron un grupo insólito, una perfecta anomalía que pronto trascendería su militancia en el punk más atroz, en compañía de bandas como los Sex Pistols, a fin de ir incorporando, sin renunciar a su combativo ideario ni a sus principios estéticos, otras tradiciones musicales a su paleta sonora.

The Clash fueron los pioneros del efervescente punk rock que haría las delicias de las hordas de encrestados imberbes que abominaban del jipismo burguesito, los mods, los teddy boys y la edulcorada grandilocuencia del rock progresivo –no sin antes abjurar del folk electrizado y bien atemperado que gastaban la acomodada clase media y la aristocracia más cool–, los Clash sacudieron los cimientos de la aún omnipotente industria discográfica con sus incendiarios conciertos y sus lúcidas composiciones.

La brillante singularidad de su estilo y la pasión de su compromiso político lograron, además, plasmar el espíritu de una época y los convirtieron en un auténtico fenómeno mundial cuyo legado sigue influyendo en los mejores músicos emergentes y despertando el entusiasmo, cuando no la veneración, de nuevas audiencias. No deja de ser significativo que su documental autobiográfico Westway to the World obtuviera un premio Grammy o que la revista Rolling Stone escogiese London Calling como uno de los mejores álbumes jamás grabados.

Exhumar esta autopsia coral en pleno cuadragésimo aniversario de la obra cumbre del cuarteto, London Calling, devino un antojo irreprimible a la par que también un sentido homenaje a quienes ayudaron a toda una generación a desprenderse del azote de un pop cuya meliflua agonía amenazaba con perpetuarse en los oídos de los adictos al vinilo y las ondas radiofónicas.

Solo ellos estaban llamados a emprender aquel largo y azaroso camino hacia una reconciliación con las rudas esencias del rock más disruptivo, mestizo y atemporal. Por desgracia, aquel periplo tan desbordante acabaría pasando factura a la banda y certificaría, mediados los ochenta, la defunción de tan eufónico disturbio. Iconos, iconoclastas, arietes de todas las insurgencias, su historia está ya impregnada de leyenda. Mucha gente ha opinado sobre el cómo y el porqué de aquel estruendo, pero no está de más que los verdaderos protagonistas nos ofrecieran su versión.


Formada en los albores del punk británico, The Clash no tardaría en convertirse en la banda de rock más representativa y versátil de su época, al tiempo que en símbolo por antonomasia de la canción protesta insular en los turbulentos finales de los setenta y durante el no menos convulso arranque de la década siguiente. Su ferviente apología del mestizaje musical traía causa de su temprana hibridación roquera con el reggae, una de sus más distintivas afinidades electivas junto a otros promiscuos escarceos con el dub, el funk, el jazz y el hip hop; mescolanza gracias a la cual se convirtieron en una de las bandas más respetadas y sampleadas por sus compañeros de armas, DJs y demás congéneres.

Pese a su separación mediados los ochenta, dejaron un extraordinario legado discográfico que comprende cuatro álbumes: The Clash (1977), Give 'Em Enough Rope (1978), Combat Rock (1982) y Cut The Crap (1985); las cuatro caras del legendario doble London Calling (1979) –por muchos considerado su obra cumbre–, y las seis del polémico, experimental y variopinto triple Sandinista! (1980).

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