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"Tus pasos en la escalera", de Antonio Muñoz Molina

miércoles 18 de marzo de 2020, 12:34h
Tus pasos en la escalera
Tus pasos en la escalera

En las novelas de Antonio Muñoz Molina, si uno escudriña adecuadamente -ahora que su sendero productivo es largo, aunque afortunadamente su edad debiera proporcionarnos aún muchas horas de intenso gozo-, encontramos jirones de piel, desgarraduras, pasos en el camino, cuadros, remembranzas, retazos de pensamientos y formas de ser o de estar en el mundo, que mucho tienen de autobiográficas. Eso ocurre con Tus pasos en la escalera, la nueva entrega del escritor ubetense.

Muñoz Molina con Tus pasos en la escalera nos lleva en lo ambiental a dos espacios diferentes -Lisboa y Nueva York-, que se muestran de manera alternantes y que, al final, se solidifican en uno solo en la memoria del personaje principal de la novela. Lugares que el académico conoce a la perfección y que han sido escenarios, marcos o intersticios si lo desean, desde los que ver y contar tanto lo real como lo ficticio, como ya ocurriera con Ventanas de Manhattan o Un invierno en Lisboa, por poner solo dos ejemplos.

Con capítulos cortos, como si se tratara de dardos que se clavan en la diana de nuestra percepción lectora, y con el depurado estilo que le caracteriza -que a estas alturas de su carrera literaria no es necesario resaltar-, el académico nos muestra cómo la realidad que nos circunda, si es examinada con lupa, si es estudiada con detenimiento, puede derrumbarse en cualquier momento y llevarnos a la destrucción de la memoria o a la conquista de demenciales metas. La vida en definitiva, si lo desean; tal que el espanto que ahora vivimos con este virus que nos mantiene recluidos en un espacio inesperado de ensoñación, que cada cual soporta como puede en la reclusión de sus casas, en un aislamiento impuesto por las autoridades que novela alguna hubiera podido hacernos creer con anterioridad, y que, sin embargo, nos mantiene ahora, a todos, encarcelados en las cuatro paredes que conforman nuestra vivienda: “La belleza estaba en las lejanías, pero más aún en lo muy próximo, en el espacio íntimo en que la mirada se complementa con el olfato y el tacto, con el gusto en la boca de la saliva y el vino. El momento presente tenía un fulgor contra el que empalidecía cualquier recuerdo”, le hace decir Muñoz Molina a su personaje estrella.

Dos espacios, decía; dos ríos, el Hudson y el Tajo; dos culturas, la norteamericana y la lusitana; dos personajes principales: un prejubilado que espera en Lisboa la llegada de su científica esposa -especializada en los mecanismos neuronales que gobiernan la memoria y el miedo-, la extrañeza de la soledad que solo puede recurrir a los recuerdos o incluso a las fantasías, la tragedia del 11 S, la crisis de Wall Street, el cambio climático, el apocalipsis, la razón, la alteridad y el miedo, sobre todo el miedo y sus mecanismos de reproducción tanto individual como colectivo.

Una novela que se lee con agradecimiento y con pasión, y que nos descubre mucho, bastante, de nosotros mismos, y de cómo utilizamos resortes propios para confinarnos, para evadirnos de una realidad que nos avasalla o nos fagocita: tal que ahora, tal que ahora mismo ocurre en el mundo.

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