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Encomiable el trabajo de la editorial Drácena en la recuperación de las obras de Arturo Úslar Pietri

Por Francisco Jiménez de Cisneros
viernes 22 de mayo de 2020, 17:00h
Estación de máscaras
Estación de máscaras
La editorial Drácena recupera "Estación de máscaras", de Arturo Úslar Pietri, donde se cuenta cómo la alta sociedad venezolana apoyó el golpe de Estado, ávida de la riqueza petrolífera.

Álvaro Collado, el protagonista, regresa a Caracas tras diez años de destierro, en 1948, y se encuentra a sus viejos amigos y conocidos alterados por una circunstancia que más que extrañarle, le repele: el inminente golpe de Estado.

Ese revuelo por agasajar al próximo dueño del país que anima a los amigos del protagonista y los tipos de turbia catadura de los que el futuro dictador se sirve para cumplir sus propósitos constituyen la galería que urde este relato, descubriendo con su trama toda la hipocresía y la avilantez de una sociedad.

Con Estación de máscaras, Úslar Pietri concluyó lo que pretendía ser una trilogía —El laberinto de Fortuna— y que se convirtió en un binomio —esta novela y su predecesora: Un retrato en la geografía— sobre la convulsión social que supuso la explotación del petróleo para Venezuela.

Arturo Úslar Pietri nació en Caracas, en 1906, donde morirá en 2001. Como descendiente de un edecán de Simón Bolívar y de dos presidentes de Venezuela, se crio en un ambiente de honda impronta política, que se verá plasmada en la multitud de cargos que ocupó: tres veces ministro, secretario de la presidencia de la República, diputado y senador, y hasta candidato a la presidencia de la República, en 1963.

Pero no es menor su importancia literaria, que se remonta a 1928, cuando apareció la revista Válvula, donde publicó el editorial «Somos» y el artículo «Forma y Vanguardia», considerados como las directrices del movimiento vanguardista venezolano. Al año siguiente marcha a París, para ser el agregado civil en la Embajada. Durante su lustro parisino (1929-1934) trabará su amistad con Miguel Ángel Asturias y Alejo Carpentier y frecuentará a Paul Valéry, a Robert Desnos, a André Breton… Lo que determinará su creación literaria. Cabe solo añadir que acuñó el término «realismo mágico», en su ensayo Letras y hombres en Venezuela (1948).

Su obra literaria aborda todos los géneros, en especial el ensayo periodístico, donde es copiosa, pero a la que se añaden siete novelas; la primera y más conocida es Las lanzas coloradas (1931), pero no conviene olvidar el resto, ahora reeditadas por Drácena: El camino de El Dorado, Un retrato en la geografía, Estación de máscaras, Oficio de difuntos, La isla de Róbinson y La visita en el tiempo, más sus nueve recopilaciones de cuentos. Entre los múltiples reconocimientos, destaca el Premio Príncipe de Asturias de las Letras, que se le concedió en 1990.

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