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Entrevista con Federico Martínez Roda autor de la biografía “Varela”

jueves 23 de octubre de 2014, 13:23h

Por Javier Velasco Oliaga

El catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad CEU San Pablo Federico Martínez Roda acaba de publicar en la editorial La Esfera de los Libros la biografía de Varela que lleva como subtítulo El general antifascista de Franco. El libro es un trabajo pormenorizado y muy documentado sobre el general José Enrique Varela, el último general de la Guerra Civil que no tenía una biografía actualizada.


Martínez Roda acometió la redacción de la biografía de Varela para rellenar el vacío de ser el único general de ambos bandos de la Guerra Civil Española que no tenía un estudio biográfico. “Podría haberla hecho cualquiera ya que la documentación que he utilizado proviene del archivo de la familia, muy bien organizado, por cierto, que cedieron al Archivo Histórico de Cádiz”, explica el historiador.

Para el catedrático de Historia, la biografía es un género que a finales del siglo XX ha estado un poco denostado, su finalidad al escribir el libro no ha sido hacer una gacetilla o una hagiografía, sino un estudio sólido acorde a la importancia que el general Varela tuvo en aquella época que él señala como uno de los pocos personajes del régimen franquista que tuvo “independencia de criterio frente a Franco, desmintiendo la creencia de que sólo el dictador la tenía”, dice Martínez Roda.

Está plenamente de acuerdo con la clasificación que hace Miguel Alonso Baquer en su libro Franco y sus generales en donde califica a Varela como general del alzamiento con la capacidad de enfrentarse a Franco, pero como afirma y escribe en el libro “Varela fue leal hasta la extenuación”, eso no le impidió tener algunos enfrentamientos con Franco que siempre le respetó ya que durante la guerra fue el que solucionaba los problemas más enrevesados del ejército nacional.

El autor califica a José Enrique Varela como “un personaje muy singular, primero, porque es el único soldado español que ha pasado por todos los grados militares, desde soldado hasta capitán general y, segundo, porque ganó por dos veces la Gran Cruz Laureada de San Fernando por sus méritos en batalla”. Fue una persona de gran valentía, con siete heridas de guerra, y de gran preparación militar forjada en operaciones militares con los Regulares en Marruecos y en sus estudios de otros ejércitos europeos, que conoció de primera mano en sus viajes a países como Suiza, Francia y Alemania. Esa experiencia le serviría para ganar muchas batallas en el frente sur durante la guerra civil.

Varela fue muy amigo del general José Sanjurjo y como él acató en un principio la legalidad republicana, pero al poco tiempo se desencantó en cuanto se produjeron los primeros incendios de iglesias como el que se produjo el 11 de mayo de 1931 en el convento de Santo Domingo de Cádiz. Poco después, en junio, se hizo cargo del Gobierno Militar y quiso poner coto a los desmanes defendiendo el Estado de Derecho.

No le gustaba el devenir de la Segunda República y se presentó a candidato, no siendo elegido en las Cortes Constituyentes. El sesgo que tomaba la República, refiere Rodríguez, “era poco democrático. No tenía voluntad de serlo. Manuel Azaña se dejó querer por los revolucionarios a los que luego despreciaría, según escribe en sus diarios”. En eso está plenamente de acuerdo con el hispanista británico Stanley Payne que señala certeramente las carencias de la República.

“La ley de Memoria Histórica quiere presentar, en la actualidad, a una República democrática, sin embargo, historiadores como Pierre Vilar hablan de una República revolucionaria y esa tesis se mantuvo hasta 1989. Ha sido después de esa fecha cuando se ha querido dar una pátina de democracia convencional a la República que, evidentemente, no lo fue”, razona el profesor a Todoliteratura.es.



Todo eso, unido a los meses que pasó en prisión porque se le acusó de apoyar el golpe de estado de Sanjurjo, le hizo tomar partido claramente por el bando nacional. “Él se consideraba un contrarrevolucionario, por su fuerte sentimiento católico. Ese sentimiento le hacía estar en contra también de la Falange, por lo de revolucionario e inmaduro que tenía dicho movimiento”, matiza el catedrático de Historia.

Al inicio de la guerra se encontraba en Cádiz y allí consigue decantar la ciudad al bando nacional. Desde el primer momento de la guerra sufre la enemistad de Gonzalo Queipo de Llano, general en jefe del ejército del Sur que le tacha repetidamente de incompetente. Nada más lejos de la realidad, porque conduce a su ejército de victoria en victoria por los campo de Córdoba, muy parecidas sus serranías a las tierras marroquíes; el cerco de Granada, la Mancha, hasta llegar en pocos meses a liberar el Alcázar de Toledo y situarse a las puertas de Madrid.

Varela nunca estuvo de acuerdo con el proceder de Queipo y mucho menos de “la forma de ejercer la justicia de él”, afirma el biógrafo. Esas rencillas le supusieron el cambio de destino y el abandonar el ejército del Sur, a raíz del contratiempo que sufrió en Madrid, debido a que el bando republicano capturó a un oficial del Estado Mayor con los planes de invasión y, también, a que no conocía que Madrid estaba defendida por las Brigadas Internacionales y tenían material soviético.

De ahí pasó a la defensa de Segovia, a Brunete y Teruel. Prácticamente estuvo en todas las grandes batallas salvo la del Ebro. Se especializó en las operaciones complicadas y Franco le llamaba para resolver los problemas, ya que le consideraba una persona de gran preparación y eficacia.

Sin embargo, tuvo fuertes desencuentros con Franco, sobre todo porque no era un germanófilo, “por el convencimiento de que Alemania no favorecía el catolicismo, le dolió especialmente la invasión de Polonia y el pacto germano-soviético y tenía el convencimiento de que Alemania iba a perder la guerra mundial”, cuenta Martínez en la entrevista. Ese desencuentro se agravaba por el fuerte sentimiento germanófilo de Ramón Serrano Suñer, falangista, ideología por la que no profesaba simpatía alguna, ya que creía que después de la guerra se tenía que restaurar la monarquía, pero eso sí, no con los defectos que él denominaba “monarquía liberal de la Restauración”.

Terminada la guerra asumió el Ministerio del Ejército y se encargó de preparar el ejército para la paz, con el gran problema que suponía la desmovilización de todas las tropas. Lo llevó con eficiencia hasta que en agosto de 1942 se produjo el atentado terrorista falangista de Begoña por lo que presentó su dimisión irrevocable. Franco le mantuvo en su casa hasta abril de 1945 en que le nombró Alto Comisionado del Protectorado de Marruecos.

El libro es un riguroso recorrido por la vida de un general “con criterio” que siempre mantuvo sus convicciones católicas y supo mantener sus opiniones, fundamentadas ante el mismo general Franco, que siempre le respetó por su valentía y eficacia. Federico Martínez Roda ha escrito una biografía muy documentada y relevante, con un buen pulso narrativo que la hace muy interesante y ajena a cualquier dogmatismo en la línea de los nuevos historiadores desideologizados, objetivos y honestos que exponen los hechos a la luz de las fuentes históricas.



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