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"El Freire de Santiago", Manuel Martín Hidalgo nos habla de esta novela de caballería, amor y aventuras en la Edad Media.

jueves 23 de octubre de 2014, 13:23h

El escritor Manuel Martín Hidalgo acaba de publicar en De librum tremens su novela El freire de Santiago, una historia medieval sobre el avance de las tropas de Fernando III en su conquista de las principales ciudades andaluzas en mano de los musulmanes. Con trazo ágil y diáfano, nos desvela pasajes de la historia que merecen ser contados.

Estamos en los años posteriores a la victoria de Las Navas de Tolosa -1212-. En su novela, el protagonista es freire de la Orden de Santiago, la única que admitía casados. ¿Qué le lleva a poner de protagonista a un "santiaguista"?

Es el mejor modelo a escoger para una época en la que los caballeros vivían, - lo poco que se vivía -, bajo dos ejes de coordenadas: la religión y la guerra. Lo principal para aquellos hombres era la salvación de sus almas, y por ella admitían las penurias y sacrificios que les deparara la dura existencia; por eso iban a las cruzadas o se ponían en peregrinación. Si la Orden de Santiago, como las demás, nació para dar protección a los peregrinos, en este caso, a los que caminaban hacia Compostela, luego, el papa Alejandro III, tras la aprobación pontificia de la Orden, les asignó otro cometido: luchar contra el Islam. Y se abrió un nuevo horizonte para los caballeros de las órdenes militares que se habían instalado en la península... Es el momento adecuado y el mejor campo para que la imaginación de un escritor se ponga a funcionar.

¿"El Freire de Santiago", soldado, monje, hombre?

Las tres cosas. Y, a veces, las tres no cuadraban bien en la naturaleza humana. Los freires tienen votos de pobreza, castidad - (fuera del matrimonio, los de la Orden de Santiago) - y obediencia. Y aunque las órdenes militares eran inmensamente ricas, sus freires eran pobres. La Orden de Santiago se acogió a las reglas de San Agustín, y bajo sus reglas vivían caballeros, religiosos y monjas. Los primeros tenían por jefe absoluto al maestre, y los religiosos a las autoridades eclesiásticas, los respectivos priores de San Marcos (los del reino de León) y de Uclés, (los de Castilla). El protagonista, don Geraldo Martin de Taveiros, siente como hombre el amor; como soldado entra en batalla y, como monje, vive en un convento el tiempo que le pone de penitencia el maestre por haber yacido con una infiel, y comparte la vida y las horas canónigas como un monje más. Las tres vidas las vive con intensidad.

¿Eran de otra "pasta" los hombres de aquellos siglos de la reconquista? ¿Se sentían verdaderamente obligados a luchar por la cristiandad?

Sin duda. No tenían nada más que la vida y ésta no dudaban en arriesgarla por sus ideales. Lo cual no quiere decir que todo era perfecto. Eran hombres llenos de contradicciones en una época también contradictoria. Por un lado la brutalidad, la crueldad; por otro, la espiritualidad de que todo estaba supeditado a la voluntad divina. Pero de ellos tenemos que sentirnos orgullosos porque forman parte de nuestra historia y de nuestra cultura. Con sus defectos y virtudes, con sus crueldades y fanatismos, forman nuestro patrimonio, del que no debemos avergonzarnos. Debemos sentirnos orgullosos de tener un Cid en nuestra Historia, una Santa Teresa o un Lope de Vega.

Portugal y España estábamos unidos pero, ¿hasta qué punto éramos más que hermanos?

Los reyes de los reinos hispánicos estaban unidos en la lucha contra los musulmanes, (durante los reinados de Fernando III de Castilla y Sancho II Capelo, como los de Alfonso X de Castilla y Alfonso III de Portugal) pero las fricciones entre los reyes de ambos reinos eran frecuentes. Sí lo estaban los freires portugueses y de los otros reinos hispánicos, bajo el mismo signo de la cruz santiaguista. Unidos bajo la misma cruz, pero no les gustaba tener que luchar contra su rey. Precisamente, en la novela, hay un momento de duda en su fidelidad en el maestre portugués, don Pelay Pérez Correia, cuando marcha con el ejército castellano contra el monarca de Portugal por la disputa de unas plazas en el Algarve con el rey castellano.

Las niñas, hijas de santiaguistas con las que empieza el relato, ¿que papel juegan de verdad en la novela? ¿Una historia más de huérfanos al estilo de los clásicos ingleses?

Uno muy importante, pues ambas terminan siendo esposas del mismo caballero. La Orden de Santiago tiene la particularidad, respecto a las otras órdenes militares, que sus caballeros podían casarse con autorización del maestre; y cuando los hombres se marchaban a la guerra, las mujeres, esposas e hijas, podían acogerse a los monasterios de monjas. Las monjas para ser recibidas en la Orden debían hacer información de nobleza y aportar una importante dote. Al frente de la comunidad estaba una comendadora.

¿Qué lugares de la novela se podrían visitar hoy en día?

El monasterio de Tentudía, la alcazaba de Reina y la hermosa ciudad de Llerena. También, la posterior e impresionante Conventual Santiaguista de Calera de León.

¿Por qué el Rey Fernando es una figura actualmente tan desconocida? Fue el gran re-conquistador de nuestra Andalucía contemporánea, y sin embargo es Jaime I -reconquistador de Levante y Baleares-, en el que los libros de historia se detienen más.

Fueron dos grandes reyes y dos grandes conquistadores. Y Fernando III no solo fue el gran conquistador de Andalucía, sino el que unió definitivamente a Castilla y León. Con la unión de estos dos reinos tuvo el impulso necesario para reemprender la Reconquista.

Sobre aquellos años del siglo XIII, ¿Qué nos aporta El Freire de Santiago?

Que los defectos, al igual que los sentimientos, siguen siendo los mismos. La ambición, el encumbramiento, la lucha por estar más cerca del poder; el deseo, como el que siente el infante don Enrique por su madrastra la reina Juana. Pero también la exaltación del valor en el guerrero, la caballerosidad, el compañerismo entre los freires, incluso entre los de distintas órdenes.

Hay traiciones entre los propios freires en la novela. Luchar por la cristiandad ¿las justifica?

No. Pero aquellos hombres tenían sus propios códigos. Don Suero de Sotomayor es capaz de traicionar a los suyos, pero también de dar su vida en la batalla por salvar la del compañero que lucha a su lado. El mismo maestre, don Pelay Pérez Correia, que sin ser el protagonista sobrevuela con su continua presencia las páginas de la novela, no duda en arrojar por las almenas de los Alcázares sevillanos a un trovador que se atreve a mancillar con sus coplas el honor de la reina. Hombre de un particular sentido del honor y de la justicia al que, sin embargo, según la leyenda, se le apareció por dos veces la Virgen.

¿Hasta que punto es necesaria en la trama la historia de amor entre el cristiano y la musulmana?¿que nos quiere transmitir con esa transgresión de votos del caballero santiaguista?

Es el cauce que alimenta el corazón desolado del joven don Geraldo. Conoce la pasión, el amor por primera vez y, después el recuerdo le permite seguir viviendo. Le llega una nueva ilusión en la persona de doña Dulce, la hija del traidor don Suero de Sotomayor: Pero Dulce lo abandona a los pies del mismo altar en el que acaba de celebrarse el matrimonio porque la novia se entera que el freire ha yacido con una infiel.

Vocación de historiador o de novelista ¿Qué prima más en su ánimo?

Novelista. El proceso de escribir es largo; lleva mucho tiempo. A veces es solo una frase, un recuerdo íntimo el que se lleva colgando del pensamiento hasta que, tras un misterioso proceso interior, irrumpe como una catarata sobre el papel. Entonces es necesario situar a ese personaje recién nacido en un tiempo y en un espacio. El estudiar ese tiempo es igualmente apasionante para los que también nos gusta la Historia.

Para terminar: como escritor, ¿son mejores temas para escribir los vinculados con la Edad Media? ¿Qué siente transportándose en el tiempo?

No especialmente. Fue una época. Se vivió de otra manera, eso sí, muy dura, pero los sentimientos no han cambiado desde el inicio de los tiempos. La Historia (con mayúsculas) de España es tan inmensa, y tan inmensamente rica que, estudiando para situar a un personaje dado a luz, para situarlo en un tiempo de la Historia, para mí no es ningún sacrificio, sino todo lo contario.

No es fácil; al principio cuesta. Luego, conforme el protagonista va adquiriendo vida va resultando más fácil. Y es entonces cuando el escritor comienza a disfrutar.

Esperamos que nuestros lectores disfruten no sólo leyendo, sino aprendiendo quiénes éramos en la España de la Reconquista, qué dejamos, qué transmitimos a los actuales españoles. Y le esperamos con expectación en su próxima aventura por los paisajes de la escritura.

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