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Entrevista a Manel Loureiro, autor de "Fulgor"

"Un thriller tiene que ser una experiencia electrizante que te entretenga como si montases en una montaña rusa"
miércoles 30 de septiembre de 2015, 09:14h

"Fulgor" es la novela más reciente de Manel Loureiro. Se trata de una novela intriga en la que el escritor gallego crea una trama genial cuya intriga, ritmo frenético, desenfreno y acción hacen de este libro una apasionante lectura.


  • Manel Loureriro


  • Manel Loureriro


  • Felipe Velasco y Manel Loureriro después de la entrevista

Manel Loureiro
Manel Loureiro (Foto: Javier Velasco Oliaga)

En esta entrevista con el autor, hemos comentado temas relacionados con la novela: su ritmo frenético, las líneas rojas de la moral, la evolución del autor de los zombis al thriller o la influencia que tiene sobre él la magia de las tierras gallegas.

¿Qué te llevó a escribir Fulgor?
Todas las historias empiezan con un chispazo. El chispazo de Fulgor fue un chispazo muy especial. Surgió una noche de invierno hace unos años. Yo iba conduciendo en medio de una tormenta por una pequeña carretera comarcal gallega, oscura y rodeada de árboles, e iba escuchando la radio. Iba escuchando la canción que aparece al principio de la novela: “Folsom Prison Blues” de Johnny Cash y de repente escuché este verso, que me llama mucho la atención: “le disparé a un hombre en Reno simplemente para verle morir”. Me pareció una frase tan impactante, tan vacía, tan de violencia gratuita, que empecé a darle vueltas en mi cabeza. Mientras estaba pensando en eso, veo por la ventanilla lateral que algo se movía entre las sombras avanzando paralelo a mi coche durante unos cien metros. Pudo ser cualquier cosa: un animal, el viento moviendo las ramas… pero sé que la mezcla de esas dos imágenes tan potentes, esa sombra que se movía y la estrofa de esa canción, surgió en mi cabeza y de repente me dije “ésta es una historia que tengo que contar”. Paré el coche en la cuneta, saqué una libreta y apunté de manera apresurada lo que me había pasado. Al día siguiente cuando compruebo qué es lo que había escrito descubrí que tenía el germen de una historia. Ese fue el principio de fulgor y a partir de ahí fue creciendo. Esa pequeña anotación se acabó transformando en las quinientas páginas que forman este libro.

¿Cómo describirías este libro?
Es un libro que habla sobre las líneas rojas y los límites del ser humano. Nosotros tenemos líneas rojas, cosas que no nos atrevemos a hacer o cosas que no podemos hacer porque nos lo permite nuestra educación, la moral, la ley… Pero claro, hay líneas rojas que son más marcadas y líneas rojas que son más útiles. Como, por ejemplo, imagínate que yo me voy de aquí, del Corte Inglés, y me llevo un bolígrafo sin querer y me doy cuenta cuando esté en mi casa. Técnicamente lo he robado pero no voy a venir aquí a devolverlo. Es una línea roja muy sutil que todos cruzamos varias veces al día. Pero hay líneas rojas más profundas o más marcadas que no cruzamos: a mí no se me ocurriría atracar un banco o pegar una bofetada a la primera persona que me cruzara o hacerle daño a un niño. Eso lo compartimos casi todos los seres humanos. Pero la pregunta es, si yo te dijese a ti que tienes que matar a una persona y que si no lo haces van a morir tus seres queridos, tus padres, tus hijos, tu pareja, las personas a las que más quieres en el mundo, tus mejores amigos... Su vida depende de que tú lo hagas. ¿Hasta dónde estarías dispuesto a llegar? ¿Qué es lo que estarías dispuesto a hacer? Y entonces te das cuenta de que todas esas líneas rojas se diluyen y desaparecen. Y tú me podrías decir “claro, son líneas rojas pero tú me estás poniendo entre la espada y la pared eligiendo entre una persona a la que yo quiero y un desconocido”. Pero estas líneas rojas funcionan también en el sentido contrario. Hay un libro que se llama Eichmann en Jerusalén de Hannah Arendt que habla precisamente de la banalización del mal, habla de los comandantes de los campos de concentración alemanes que son tíos con uniformes de las SS que veían desfilar a miles de personas delante de ellos hacia la cámara de gas. Esas mismas personas, ocho años antes de que empezase la guerra, eran los vecinos perfectos: médicos, abogados, arquitectos, con familia, con hijos, con perro, miembros del coro de su iglesia, socios de la biblioteca, filántropos… ¿Qué era lo que había pasado para que en ocho años una persona se hubiese transformado en el oficial que estaba transportando a los prisioneros a la cámara de gas? ¿Por qué aquellas personas habían sido capaces de borrar todas líneas rojas con total impunidad y lo habían racionalizado? Las líneas rojas en un sentido y en el otro porque esto tiene un sentido positivo y un sentido negativo. Y esto me parecía tan potente… Tiene mucho que ver con lo que te decía al principio de matar a un hombre en Reno simplemente para verle morir, eso traduce que alguien borró todas las líneas rojas y porque le apetecía. Y yo notaba que ahí tenía el germen de una historia, de cuáles son nuestros límites y qué es lo que estamos dispuestos a hacer.

¿Cómo has hecho para darle un ritmo tan vertiginoso a la novela?
Esto es una manera de escribir que consiste en un pacto con el lector. Cuando alguien invierte su tiempo en leer este libro e invierte su dinero en comprarlo tiene que obtener algo a cambio. Y lo que yo ofrezco a cambio es una invitación, le tiendo mi mano, le digo coge mi mano, súbete conmigo, te prometo que vamos a hacer un viaje en una montaña rusa. Vamos a empezar ese viaje en la primera página y yo te garantizo que no vas a poder parar de pasar páginas hasta llegar a la última. Si yo no cumplo con mi parte, no estaría siendo justo. Así yo sé que lo que les ofrezco a los lectores es una experiencia trepidante, emocionante. Para mí, un thriller tiene que ser una experiencia electrizante que te entretenga. Eso es Fulgor. Entonces… ¿cómo lo he conseguido? Con mucho mimo, con una serie de trucos de escritor y, sobre todo, tratando de escribir una historia que no te deje respirar.

¿Hasta dónde llega en Fulgor ese terror psicológico que ya habíamos visto en otras novelas tuyas?
Todo depende de cuál sea el umbral de ansiedad de cada uno. Sé de gente que la ha leído y le parece un thriller de aventuras y sé de gente que la he leído y que ha tenido que parar cada 10 páginas porque le estaban dando taquicardias. Todo depende de lo sensible que sea cada uno. Lo bueno de lo psicológico es que está dentro de cada uno. Para algunos puede ser un thriller puro y duro y para otros puede ser una historia terrorífica. Pero eso depende de las sombras y de los recovecos de cada persona.

¿Cómo ha sido para ti llevar a los personajes al límite, sobre todo a Casandra?
Casandra es una mujer ordinaria (en el sentido de que es una mujer normal) en una situación extraordinaria. Casandra se enfrenta permanentemente a situaciones complejas. Se enfrenta a situaciones en las que ninguna persona debería de tener que enfrentarse en su vida y jugar a eso mientras estaba construyendo la novela era un desafío porque, por una parte, resultaba fascinante y divertido ya que tenía que resolver cada parte de una manera efectiva para que el lector no se sintiera engañado. Hacer eso de una forma que tuviese sentido y que le dotarse de un ritmo de conjunto a la novela fue el gran reto. Esta novela ha tardado dos años porque crear la estructura de todas estas vivencias tan agobiante es para ella, llevarla al límite y que todo tuviese una conexión que tuviese un formato era un desafío

¿Hasta dónde llega lo sobrenatural en Fulgor?
Justo hasta la línea donde empieza lo cotidiano. Hay una línea muy difusa que separa lo que entendemos de lo que no entendemos. Las auras, por ejemplo. Que no se puedan detectar no significa que no existan. Está comprobado que hay gente cargada de positividad y gente cargada de negatividad. Todos conocemos la típica persona que entra en una sala y tiene todo el mundo pendiente de su forma de ser, su manera de hablar, de lo que está haciendo y carga todo el grupo con su buen rollo. Y luego está su reverso tenebroso. El tío cenizo que llega y que parece que te está comiendo la energía, que carga todo el mundo de negatividad, que genera una tormenta permanente a su alrededor. Eso existe, eso es real, eso es palpable. Todos lo hemos comprobarlo. La forma de ver esto es lo que difiere en Fulgor. Lo único que plantea en esta novela es que esto se pueda ver. Nada más.

¿Qué supone para Casandra la adquisición del fulgor?
Un problema, una responsabilidad y una carga. Casandra se llama Casandra como su homónima del mito griego. La Casandra del mito griego era una mujer tan bella que el dios Apolo se quedó absolutamente prendado de ella. Y ella desaira a Apolo y por eso él la maldijo con el don de poder ver el futuro, pero con una letra pequeña y era que pese a que podía ver el futuro nunca nadie creería ni una palabra de lo que Casandra estuviese contando. Así que te puedes imaginar la condena que era para Casandra ir contando desgracias y que nadie la tomase en serio. La Casandra de Fulgor no puede ver el futuro pero sin embargo sí que es depositaria de un secreto tan grande que nadie la puede creer. Para ella es una carga enorme.

¿Cómo consigue Casandra, con el fulgor, mantener la cordura a lo largo de todo el libro?
Casandra lo consigue a duras penas. Casandra es psiquiatra, es una mujer que está acostumbrada a lidiar con las aberraciones de la mente humana y con las malas interpretaciones de la realidad que hace una mente enferma. Y ella, durante mucho tiempo a lo largo del libro, casi hasta el mismo final, no es consciente de que si lo que le está pasando es real o es una consecuencia de un accidente que sufrió el principio de la novela, y que a lo mejor resulta que realmente su cabeza está averiada. Y ella vive con la duda permanente a lo largo de toda la novela, ya que su parte racional se aferra a que eso no puede ser real, que es algo que puede curarse. Pero su parte más intuitiva y más emocional le dice “no, Casandra, el mundo está cambiando y tú te tienes que adaptar a este nuevo mundo”.

¿Cómo influye el hecho de que sea psiquiatra a la hora de buscar una explicación para el fulgor, si la comparásemos con otra persona que no tuviera ni idea acerca del funcionamiento de la mente humana?
Supongo que la mayoría de la gente se hubiese vuelto loca. Y, de hecho, en la novela se apunta a eso. Se apunta que aquellos que se ven afectados por esta enorme carga suelen acabar terriblemente mal.

Casandra trabaja en un psiquiátrico con fuertes medidas de seguridad. Cuando has construido este psiquiátrico, el Trastero, para la novela, ¿cómo te has documentado y dónde llega la libertad del autor a la hora de crearlo?
El Trastero como tal no existe. Sí que es cierto que existen centros de características similares y que el Trastero es la suma de varios de estos psiquiátricos que yo, durante el proceso de documentación, he ido visitando. De cada uno he cogido las piezas que más me interesan y las he ido adaptando. Evidentemente no puede haber ningún centro sanitario que tenga una sola puerta de entrada y salida porque eso va contra todas las normativas de seguridad. En este caso sí que me tomé la libertad de crear un centro con un solo acceso porque me interesaba generar esa sensación de “por aquí sólo se puede entrar y salir por esa puerta”. Pero sí que tuve la oportunidad de hablar con varios médicos psiquiatras que trabajan en estos centros y de preguntarles cómo era su día a día para que yo pudiese contar realmente cómo son estos centros.

¿Cómo ha sido para ti empezar escribiendo relatos de zombis en un blog y acabar publicando novelas con gran éxito en varios países?
Una locura. Además, una locura absolutamente inesperada. Yo empecé a escribir por accidente y vi cómo una especie de hobby que yo tenía para mí se acaba transformando en mi forma de vida. Ahora es lo que hago, es lo que soy. Ser capaz de llegar a esa transformación ha sido algo que a mí me ha costado. Empecé a escribir sobre zombis a finales de 2005 y fíjate todo el tiempo que ha pasado desde ese momento y todo lo que ha cambiado por el camino. Ya no existe el Manel Loureiro abogado, ahora sólo existe el Manel Loureiro escritor y ha hecho un caldo con los huesos del abogado. También, de repente, he pasado de escribir para unos pocos miles de lectores en internet a escribir a cientos de miles de lectores en papel. La experiencia es espectacular y la sensación es muy gratificante porque reconozco que es un auténtico privilegio poder tener un trabajo de estas características, poder contar historias y que la gente vibre con las historias que le cuentas.

¿Qué acogida están teniendo tus libros en el extranjero?
Es fantástico. En Estados Unidos muy bien. El mercado anglosajón en general me ha acogido muy bien, al igual que el mercado asiático. Además, de vez en cuando te encuentras con anécdotas. Hace unos meses me escribió un lector un correo muy amable a través de Amazon. Me decía que ha disfrutado un montón de la novela, que le había gustado mucho. Y el Señor me escribía desde la isla de Norfolk. Tuve que buscar en Internet dónde estaba. Esa isla está en el medio del Océano Pacífico, pertenece a Australia y es uno de los lugares más aislados del mundo. Me di cuenta de que el señor estaba en las antípodas: tanto en las antípodas físicas como en las antípodas culturales. Es un hombre que vive en la otra punta del mundo y que no tiene nada en común conmigo ni con un abogado gallego que corría por una ría de Vigo perseguido por un montón de zombis, que era lo que pasaba en la novela que se había leído. Pero le había gustado y le había emocionado. Y al final te das cuenta de que no importa dónde están ambientadas las historias sino que lo realmente importante es que esas historias sean capaces de tocar las fibras sensibles de todos. Y que al final no hace falta vivir en California, en Nueva York o en Londres para poder contar una historia que llegue a todo el mundo. Desde aquí, desde España, se puede llegar a todo el mundo y conmover y hacer vibrar esas fibras sensibles en prácticamente cualquier país, credo y cultura.

Al principio me has comentado algo acerca de la violencia gratuita. Algunos de los enemigos de Casandra se alimentan de actos malvados de este tipo. ¿Cómo ha sido para ti construir unos personajes tan fríos, tan violentos, tan carentes de remordimientos?
Es un reto. Siempre se dice que las historias son tan buenas como bueno es el antagonista del protagonista. Crear un ser amoral, carente de escrúpulos es un riesgo porque puedes caer en la caricatura del malo que es malo porque sí. El típico malo de dibujos animados que es destructivo porque le apetece. Conseguir que sea un personaje perverso y amoral, pero que al mismo tiempo sus acciones tengan una motivación y que tú de alguna manera puedas entender esa motivación, aunque no compartirla, es el auténtico reto. Y creo que aquí está conseguido

¿Ha habido comparaciones con Stephen King?
Sí. Estas comparaciones por una parte son muy halagadoras. Me están comparando con uno de los mejores escritores vivos de la actualidad, que ha publicado y ha vendido cientos de millones de ejemplares en todo el mundo y que prácticamente todos sus libros han acabado siendo películas o series de televisión, que es un auténtico genio. Me están comparando con un tío que escribía cuando yo era un bebé. Es una comparación que me llega grande por todos los costados. Aun así la agradezco porque significa que los lectores entienden que hago algo que se parece a algo que hace una persona a la que yo admiro muchísimo.

Galicia es una tierra que siempre se ha relacionado con la magia. ¿Cómo ha influido sobre ti a la hora de escribir?
Estoy convencido de que si no hubiera nacido en Galicia no escribiría lo que escribo y no escribiría como escribo. Cuando yo tenía seis o siete años mi abuela me contaba historias de ese acervo cultural celta que compartimos con los irlandeses y que es un acervo cultural que vive mucho de la magia. Eso al final acaba haciendo mella y dicen que tenemos un carácter muy melancólico y en el fondo es lógico. Claro que tenemos un carácter melancólico, porque estamos en un lugar en el que vivimos entre los vivos y los muertos y es genial poder compartir esto con lectores de otros puntos de España y otros puntos del mundo y que ellos lo entiendan y que lo vivan igual. Porque eso significa que es una historia mucho más potente y que trasciende.

Esa atmósfera de Galicia, primero la has utilizado con los zombis pero luego has pasado a otros géneros con ella.
Con esta novela traté de hacer una cosa que es un ejercicio literario. Quería construir una novela en la que cada capítulo tuviera el doble de tensión que el anterior de forma que vayas aumentando la tensión progresivamente, haciéndolo cada vez más electrizante, hasta llegar al punto de giro en el tercer acto que es donde tienes que empezar a resolver cosas. Es decir, tengo que llevarte hasta un punto en el que digas no puedo más y a partir de ahí tienen que empezar a pasar cosas para que tú vayas soltando emoción y ya tengas que decir ahora tengo que llegar hasta el final porque tengo que saber cómo acaba todo.

¿Ya habías pensado el final cuando empezaste a escribir?
Yo cuando empiezo a escribir un libro tengo claro cómo empiezan los personajes, como terminan los personajes y tengo que saber claros cuáles son los principales puntos de giro que van a separar los actos y los puntos de transformación de los personajes, esos momentos en los que los personajes se dan cuenta de que han cambiado por completo. Si tengo claro eso, el resto de los huecos se van llenando y a veces el problema es que a medida que se van llenando puede ser que aquel punto primigenio que tenías en la cabeza ya no vale para nada porque se te ha ocurrido una muchísimo mejor. O al revés, que vas a hacer punto de giro y luego te das cuenta de que no lleva a ninguna parte. Esos son momentos de crisis absoluta en los que te dices que esto se te va de las manos pero al final luchas y acabas construyendo la historia. Para mí es muy importante que una historia mantenga la tensión. ¿Cuántas veces te ha pasado que estás leyendo un libro y de repente dices: es que estas 25 páginas le sobraban? Notas que pega un bajón. Eso es terrorífico porque hoy por hoy un libro de entretenimiento no puede permitirse algo así, porque ahora la competencia es atroz. Este libro ahora compite con la tele, con el cine, con las consolas, con los tablets, con el móvil... Es decir, hay un montón de lobos acechando alrededor. Y resulta que tú estás entregando tu tiempo a algo que te exige entrega absoluta, como es un libro. Entonces si yo no consigo que esa cosa que te exige entrega absoluta te tenga cogido por las muñecas desde el principio hasta el final, es que al final te vas a escapar porque de repente te va a sonar el whatsapp y después dices: tengo la play aquí, voy a echar una partida. Porque es que es normal, porque es que es humano, porque nos gusta la evasión. Entonces, si estoy ofreciendo evasión tengo que ofrecerte la mejor calidad posible. Por eso tengo que mantener una atención permanente y eso es lo más difícil. Eso es lo que me lleva más tiempo cuando estoy planificando una novela, el conseguir mantener esa tensión permanente.

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