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"Un mismo viento" de Ana Noguera Montagud y Luis García Trapiello

En El País también hay poesía

Por Gregorio Muelas Bermúdez
jueves 01 de diciembre de 2016, 08:10h
Un mismo viento
Un mismo viento

"Un mismo viento" aúna las voces poéticas de dos autores, una mujer, Ana Noguera Montagud (1964), y un hombre, Luis García Trapiello (1949), ambos filósofos y articulistas en el periódico El País, para hilvanar un discurso paralelo que denuncia con vehemencia una de las lacras que más atormentan a la sociedad de nuestro tiempo, me refiero, sin duda, a la violencia de género, ejercida de muy diversas maneras, y que siempre deviene en fatal consecuencia. De ahí que este poemario, cuyo título remite a la paridad y la equidad, sea de necesaria lectura para comprender una realidad compleja que los autores abordan desde una multiplicidad de matices que pone el acento en las injusticias y apela al amor como instrumento útil para contrarrestar sus efectos.

La cita inicial, “Iguales porque somos libres”, es toda una declaración de principios morales y éticos en pos de la igualdad, sólo posible en el libre ejercicio de la libertad que se fundamenta en el derecho a la dignidad y el respeto. Un prefacio firmado por Pepe Reig Cruañes y que titula “Poesía para la igualdad”, fundamenta el libro y nos prepara para el extenso prólogo de Marina Gilabert Aguilar, que acierta a definir los temas que lo articulan: el amor, la vida y la muerte, temas que en sociedades patriarcales, feudales, a menudo se confunden, invirtiendo el orden de los factores y alterando el producto. Gilabert trenza sus reflexiones con los versos para ilustrarnos sobre el estado de la cuestión, dominado por patrones masculinos.

Antes de entrar de lleno en la materia del libro, cabe destacar la elegancia del mismo, que viene ilustrado por los árboles mecidos de Seve Trapiello. La igualdad a la que aspiran sus autores se expresa en los cincuenta poemas que lo integran y que se reparten a partes iguales, alternando sus voces con un mismo objetivo: concienciar sobre un problema tan cotidiano como execrable, pues el arte de la escritura es un eficaz medio para alertar sobre la discriminación por razón de sexo.

La “inocencia quebradiza” de “Muñecas rotas” denuncia el maltrato hacia la mujer “cuando ella aún era una niña”. “Infancias forzadas” ahonda en el mismo sentido: “el precio sórdido de su (la) niñez”, sobre el abuso cuando “el matrimonio no es voluntad de dos”. Cabe destacar la delicadeza de estilo, que sabe concienciar con gusto estético mediante el sabio empleo de figuras retóricas, como el símil en “Ópera de Dubaï”: “Colmena sin abejas/ sólo zánganos blancos”.

Los títulos de los poemas son muy significativos y consiguen sintetizar su mensaje, revelando una realidad que atenta contra los derechos de la mujer: “Mujeres invisibles”, “Desconfianza”, “Estéril llanto”, “Esclavas”, o “Desconocidas”.

Los autores exploran una amplia gama de géneros para hacer llegar su mensaje de forma sensible, desde poemas de un solo verso: “La noche. Puede que haya luna llena o luna nueva” (“Futuro”), hasta otros de largo aliento, pasando por composiciones con alma de haiku en “¿Quién hombre, quién mujer?”, he aquí un bello ejemplo:

“Pétalos de cerezo
son las personas.
¿Encuentras diferencias?”

Nos encontramos, pues, con un poemario de imprescindible lectura, donde sus autores hacen un ejercicio de justicia social al denunciar la situación de abuso y desigualdad que afecta a los derechos de las mujeres en múltiples esferas y ámbitos, y lo hacen desde la elegancia que les ofrece el lenguaje poético, haciendo uso de todos sus recursos para ahondar en las causas y consecuencias. Porque negar que Un mismo viento acaricia nuestros cuerpos, sin hacer distinción de sexo, sería como ir contra la naturaleza del deseo: “El viento abrió todas las puertas de los sentidos,/ de golpe, después la brisa durmió el cuerpo amado”.

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