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Caricatura guerra ruso japonesa. (Imagen: Historia Alternativa)
Caricatura guerra ruso japonesa. (Imagen: Historia Alternativa)

La guerra ruso-japonesa

Por Eduardo Montagut
viernes 17 de marzo de 2017, 19:40h

La guerra ruso-japonesa fue un conflicto corto pero decisivo para ambos contendientes. Para Rusia supuso un terremoto que precipitó profundos cambios que comenzarían con la Revolución de 1905 y para Japón un hito en el impulso de su expansionismo asiático. Intentaremos dar algunas claves, especialmente en relación con Rusia, un gigante con pies de barro.

La Rusia zarista tenía un evidente protagonismo en el Océano Pacífico, especialmente desde el Tratado de París de 1860. Pero las apetencias imperialistas eran mayores y no se había renunciado a ampliar esa presencia, especialmente a costa de China, en plena crisis y cuestionada por las potencias occidentales que estaban arrancando concesiones y territorios. Los rusos no querían quedarse atrás. Aprovechando la revuelta bóxer en China, Rusia ocupó Manchuria, y pasó a controlar Port Arthur, llave para llegar hasta Corea.

Este evidente éxito del imperialismo ruso terminaría por chocar con los intereses occidentales y japoneses. En 1890, los británicos y alemanes habían llegado a acuerdo para delimitar sus respectivas áreas de influencia. Londres dejaría las manos libres a Berlín en los siempre complejos Balcanes donde comenzaba a tener muchos intereses, a cambio de que no plantease problemas a la política británica en Extremo Oriente, conducente a frenar a los rusos. En este juego estaba Tokio, que se había anexionado la península de Liao-Tung. Los británicos y japoneses coincidían en el objetivo de contener a Rusia en la zona.

Pero en Rusia había un conflicto de intereses entre el gobierno de Witte y los militares y hombres de negocios. El primero era consciente de la potencia británica que aumentaba con la japonesa y solamente deseaba la penetración económica para sacar un beneficio para Rusia. Los hombres de negocios y los militares presionaban al zar para que se produjera la ocupación plena de territorios empleando la guerra si era preciso. Al final consiguieron su propósito y Witte fue apartado del poder en el verano de 1903. Rusia se encaminaba a la guerra y el zar Nicolás II se aprestó a promover esta alternativa porque un conflicto bélico corto y victorioso podía darle mucho prestigio y aunar a los rusos ante una causa común.

Pero existe otra dimensión interna en relación con este conflicto. A comienzos del siglo XX la creciente presión de los distintos sectores opositores al zarismo, con un recrudecimiento, además, de los atentados, generaba una evidente preocupación entre las autoridades. Plehve, a la sazón ministro del Interior, llegó a formular la necesidad de una guerra para que los rusos olvidasen la idea de la Revolución. Tenía que ser una guerra no muy larga y con una victoria clara. El conflicto desarrollaría el patriotismo y aunaría, supuestamente, a los rusos con su zar al frente. Japón parecía un enemigo ideal. Plehve no vería el final del conflicto, ya que fue víctima, precisamente, de un atentado terrorista.

El aire de guerra hizo reflexionar a la diplomacia japonesa porque Rusia era una potencia enorme aunque Japón hubiera cambiado radicalmente desde la Revolución Meiji. Convenía llegar a acuerdos y evitar el enfrentamiento. Así pues, se propuso que Manchuria quedara bajo el dominio ruso y Corea bajo el japonés. Pero el zar y el gobierno ruso interpretaron esta prudencia como debilidad y se negaron en rotundo. Se pretendía todo, obviando que el ejército ruso no estaba muy preparado para emprender una guerra en ese momento y que Japón se había transformado en pocos decenios de un país feudal en una potencia industrial.

Ante la negativa rusa, Japón optó por la guerra porque no estaba dispuesto a renunciar a la península coreana. En febrero de 1904 sitió Port-Arthur, ya que la plaza se encontraba en la península de Liao-Tung que, como hemos visto, dominaba. También se atacó a la armada rusa en Vladivostok. Parte de la misma fue hundida en la batalla de Tsushima en el canal de Corea en el mes de agosto de ese mismo año.

Ante este insulto perpetrado por una potencia considerada menor en todos los sentidos, los rusos decidieron enviar una armada imponente desde Finlandia en octubre. Pero eso suponía un periplo interminable, ya que había que cruzar el Báltico, el Atlántico, el Mediterráneo, el Índico y el Pacífico. En mayo de 1905 llegó a su destino pero esa imponente flota estaba agotada en todos los sentidos, con unos marinos muy desmotivados y desmoralizados. En esas condiciones no fue difícil vencer a la flota rusa, una tragedia inmensa. Por su parte, Port Arthur ya había caído.

Rusia tuvo que ceder y el 5 de septiembre de 1905 se firmaba el Tratado de Portsmouth. Japón conseguía Port Arthur, se confirmaban sus derechos sobre Corea y el norte de la isla de Sajalin. Japón decidió dejar Manchuria en manos rusas.

El terremoto en Rusia fue tremendo, y puso de manifiesto las graves carencias de un sistema político autoritario y obsoleto en los inicios del siglo XX. Las protestas contra la guerra, ya evidentes en 1904, se transformarían en la primera Revolución rusa, la de enero de 1905.

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