“Ahora estoy muy centrado en el periodismo, los reportajes que hago para El País me absorben mucho tiempo”, señala. Para él las diferencias entre reportaje y novela son escasas, “aunque en el reportaje no te puedes inventar nada y la novela es ficción”, apunta. Pero cree que la hibridación entre estos dos géneros siempre ha dado resultados positivos.
Lo más original de La mujer loca es que el autor asume dos roles diferenciados. Por una parte es el narrador y por otra es uno de los personajes de la novela. Millás es uno de los protagonistas. Este juego hace que el lector se pregunte: ¿quién está contando la historia? y ¿quién es la voz narradora? Así nos cuenta muchas cosas de sí mismo, de tal forma que hay oculta una novela dentro de la propia novela.
Por eso la califica de “personal” y “autobiográfica”. Ese desdoblamiento le ha conducido después de muchos años al psicoanálisis, “algo que tenía olvidado desde hace tiempo”, recuerda. De ahí que se resista a hablar con claridad del proceso creativo, porque según dice, “está más expuesto personalmente en esta novela que en el resto de mi obra”.
Juan José Millás cree que es una persona un tanto hosca y poco sociable, sin embargo en la presentación ha estado accesible y no se ha negado a responder a ninguna pregunta, aunque en alguna se anduvo por las ramas. Uno de los temas principales que aborda la novela es la relación que hay entre los conceptos de lo original y la copia. Es algo que ya han tratado los escritores de la generación Nocilla. “Vivimos en un mundo en el que cada día es más difícil ver la diferencia entre lo verdadero y lo falso, porque a veces lo que lo diferencia es la etiqueta".
Esa diferenciación en el original y la copia, lo verdadero y lo falso, le llevó a plantearse la escritura de este libro. “Tengo la idea de que al escribir una novela verdadera se corren muchos riesgos, pero al escribir una novela falsa ninguno”, puntualiza. Sin embargo, esa no es precisamente la diferencia. Un novela siempre es falsa, incluso en la novela histórica el texto se enriquece con el pensamiento del escritor. El problema es si una novela es honesta o deshonesta. El que sea falsa o no, nos trae sin cuidado.
Esta obsesión por lo verdadero y lo falso le lleva a Juan José Millás a recordar varias experiencias personales en las que el autor finalmente saca una conclusión más o menos clara: la diferenciación entre la locura y la lucidez. “La locura es un sinsentido, pero todo lo que dice Julia, la mujer loca, tiene mucho sentido”, es, por tanto, una mujer lúcida. Por tanto, corrobora que "los locos dicen cosas muy cuerdas con frecuencia. Dicen cosas cuerdas que no queremos escuchar.
El autor es socio de la asociación Derecho a Morir Dignamente (DMD). En la novela también trata este tema y su opinión al respecto no puede ser más clara cuando indica que los seres humanos han logrado "alargar la vida, pero no en buenas condiciones", por lo que considera la eutanasia una "solución estupenda para determinadas situaciones en las que uno debería tener el derecho a decidir".
Además, cree que en la sociedad actual mantienen ideas contrapuestas cuando las personas han separado la muerte de la vida, “la han quitado del paisaje”. "Vivimos como si no fuésemos a morir. Antes había un culto a la muerte que ha desaparecido", se queja, ya que en su infancia el paso de un cortejo fúnebre hacía que nos parásemos para rezar con respeto.
Para terminar se volvió a referir a su gusto por el reportaje. “La escucha en el reportaje es lo que más importa, lo mismo que en el cuento y en la novela”, de ahí que creo que las respuestas a todo en este mundo están en la introspección. “La solución siempre está dentro de uno mismo”, finaliza.
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