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"Bildung, la formación del literato" de Edvardo Zeind Palafox

Por Eduardo Zeind Palafox
jueves 23 de octubre de 2014, 13:23h
Friederich Hegel
Friederich Hegel

Erró Hegel al insinuar que la cantidad fragua cualidades y que el martillo, con sólo golpetear, forja espadas que devoran carne; mucho erró, pues no nos hacemos poetas repitiendo hasta el hartazgo los mejores versos de la literatura de país cualquiera. Nosotros los críticos, que para ser críticos debemos estudiar las escuelas de arte antiguas y modernas, técnicas chinas e incaicas, estilos palatinos y tribales, seguimos creyendo que es primordial menester una "formación" sólida, marmórea, para poder emitir aglutinantes juicios sobre largos versos o hipérboles críticas acerca de bagatelas. Pensamos, además, que los periodistas que husmean el mundo bien harían poseyendo, si realmente quieren andar con la verdad, una "formación" literaria, estética, "Bildung", a decir de los alemanes.

Contabilizar lo que vemos, "poner en su punto las cosas" disimulando inocencia es banal muchachería condigna de viejas chismosas; narrar historias intentando inocular en las páginas de los periódicos ocultos cuentos es mentir, faltar a la ética de la prensa, que promete verdades, aunque verdades casi siempre plasmadas por escribientes que jamás han escrito una obra de fondo, seria, de teoría, a lo Menéndez Pelayo o Henríquez Ureña o Kant. Kant fue un filósofo "formado" en la escuela de los griegos, y creyó que lo bello es la representación de lo bueno, y que a la bondad llégase apisonando las sinrazones de la lógica; o dicho en jerigonza actual, Kant pensaba que las pinturas, músicas y versos eran los símbolos del buen sentir humano. Pero es el caso que hoy no se piensa así, que no se piensa.

La alegoría, enseñaban nuestros antepasados, los Winckelmann y los Goethe, era una forma indirecta de expresar una emoción; era, para poner sencillo ejemplo, decirle "ídolo" a la requebrada y no "amada", o "utopía" al ardid del político y no "mentira"; mas con el símbolo, su antípoda, se decía lo que se quería decir, aunque de manera eficiente, directa y discreta. El Eclesiástico enséñanos que no es lo mismo "pasión" que "ímpetu", ni "Sturm" que "Drang", movimientos del alma que hoy constantemente se confunden merced a la ciencia, que con todo hace almácigas; muestra, digo, matices, que la "pasión" del "injusto" es "ímpetu" que provoca caídas, en tanto que la del "justo" eleva. "Pasión" e "ímpetu" son símbolos, símbolos que se combaten y que forman una alegoría, un modo discreto de hablar, un como eufemístico oxímoron.

¿Pero a qué tanta discreción hoy, hoy que todos buscan la verdad desnuda? ¡Oh, Platón, que nos enseñaste a hacer distingos! La verdad, como la mujer, no es más verdad vistiéndose vulgar y no elegantemente. El modo, "modus", es una cosa, mientras que el mensaje, "dictum", es otra, si nos atenemos a las enseñanzas gramaticales de nuestra Real Academia Española. Concepteando, si me permiten parlar a lo Gracián, afirmemos que la verdad coquetea con su galán, el concepto, a través de alegorías, mas sin perder los modales, donosura ni afeites; y así las cosas, tenemos que la dama, para soslayar lo vulgar, ha de ser artista, persuasiva y misteriosa, aunque sin causar estragos en los corazones, como lo hacía Marcela, embrujadora y deleitable campesina del `Quijote´ que al verse cortejada se mostró agresiva como fiera, sorda como mármol y huidiza como el viento, esto es, rapaza.

Los que han escudriñado el `Quijote´ recordarán que en su defensa Marcela argumenta que el deseo no autoriza la posesión, y que ella, que no pidió a Dios ser fermosa y "lotsana" en la "platsa", no lleva culpa al embelesar mancebos, hijodalgos y bellacos incapaces de resistirse a la belleza. Los artistas con oficio, decía Old Ez, aguantan las cargas de lo bello y matizan su "ímpetu", lo transmutan en soneto o piedra sensual, mientras que los artistas de andurrial, los no "formados" a lo antiguo, bajo la férula délfica del concepto "Bildung", se tropiezan con el "ímpetu" de su pasión. Para librarse el periodista del apasionamiento desbordado debe echar más mano de la información de apoyatura, clásica, que de la remática: debe enmarcar lo que mira en marcos clásicos, que sirven para acotar, para distinguir. Aconsejable es leer a nuestros autores picarescos y místicos, excelentes maestros de la cosmovisión europea. ¡Conoced, narrador, los resortes humanos visitando `La Celestina´! ¡Conoced, redactor, las taraceadas almas de hombres y mujeres caminando entre `Las Moradas´, de Santa Teresa de Jesús!

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