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José Carlos Rodrigo Breto
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José Carlos Rodrigo Breto

José Carlos Rodrigo Breto: "Mi descubrimiento de Kadaré, tan afortunado, supuso la reconciliación con la Gran Literatura"

Entrevista al autor del libro "Ismaíl Kadaré: la Gran Estratagema"
Por Bidatz Villanueva
martes 20 de noviembre de 2018, 07:50h
José Carlos Rodrigo Breto (Madrid, 1967) es narrador, poeta y ensayista. Doctor en Estudios Literarios y licenciado en Periodismo y en Teoría de la Literatura y Literatura Comparada ha publicado diversas novelas. Este ensayo es fruto de diez años dedicados al estudio e interpretación de la obra de Ismaíl Kadaré que se plasmaron en su tesis doctoral:" Ismaíl Kadaré y la Gran Estratagema: Reflejos literarios del totalitarismo".
José Carlos Rodrigo Breto
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Las novelas de Kadaré, en las que confluyen la reescritura de los mitos de la tradición clásica, las leyendas populares, las historias fabulosas y los personajes sumidos en mundos complejos y originales en donde se puede rastrear a Dante, Kafka, Cervantes, Homero o Esquilo, convierten a este autor albanés en uno de los escritores más importantes del siglo XX y a su narrativa en una de las más determinantes de este primer tramo del siglo XXI. Con esta entrevista, conoceremos mucho mejor al gran escritor albanés.

¿Qué te atrajo del autor albanés Ismaíl Kadaré?
Hace muchos años, tres novelas de Kadaré aparecieron ante mí en una librería de segunda mano y fue un golpe de suerte increíble. Estaban atadas juntas con una goma: El año negro, Abril quebrado y El Nicho de la vergüenza. Yo no conocía a Kadaré de nada y bien poco sabía entonces de Albania. Pero me sentí atraído por esos libros de forma extraña. Nada más llegar a casa aparté a un lado otros volúmenes que acababa de comprar y empecé El año negro. Quedé hipnotizado. Lo que se narraba allí nunca lo había leído antes. Era una mezcla deslumbrante: un espacio oscuro y complejo, mítico, repleto de reflexiones sobre el tiempo, sobre la historia, junto a una de las prosas más cautivadoras que había encontrado en mi vida. Después, leí los otros dos libros del tirón y ya me perdí completamente con este escritor. Literariamente hablando, es lo mejor que me ha pasado en mi vida.

Describes las obras de Kadaré como un atisbo de libertad en "el seno de la noche totalitaria". ¿Qué destacarías de su obra?

La obra de Kadaré es una batalla continua por publicar, oponiéndose a la política oficial del Régimen, incluso con riesgo para su vida en algún momento. Por eso, desarrolla su propia estrategia para burlar a la censura. La tiranía de Hoxha puso en marcha una Gran Estratagema de engaños, mentiras y crímenes y, para poder denunciarla en sus obras, Kadaré se vio obligado a a desarrollar toda una poética de la resistencia de la que hablo en el ensayo. Las novelas de Kadaré no solo son un ejercicio de ingenio literario, también son una muestra de engaños y trampas con las que se puede burlar a un censor. La búsqueda de modelos clásicos para retratar estas situaciones prohibidas convierten la obra de Kadaré en un permanente ensayo sobre lo que nos hace humanos, al estilo de Shakespeare, Dante o Cervantes, movilizando personajes inolvidables que, a menudo, nos representan a todos.

¿Podría decirse que Kadaré utilizó la literatura como arma política?

No exactamente como arma política. No suele gustarme ningún tipo de literatura política o comprometida, creo que eso termina socavando los mimbres de la calidad literaria. La literatura de Kadaré es más bien una literatura de resistencia. De resistencia ante una situación criminal y de crimen de Estado. Él necesita expresarse y expresar algunas cosas peligrosas que no se admiten en la Albania de Hoxha. La verdad es que se limita a escribir, o a tratar de escribir con normalidad, en el lugar más anormal del mundo: en eso consiste la resistencia de su literatura. Después, leída por otros, esa resistencia que es producto de la necesidad de respirar y de expresarse, puede ser tomada como un arma política, pero eso sucede ya desde el lado de la interpretación, no en el origen de la creación de las obras, que no obedecen tanto a la necesidad de oponerse como a la necesidad de expresarse libremente. Pero claro, intentar hacer algo con libertad en esa Albania es, obligatoriamente, un ejercicio de oposición, de rebelión. Y, al final, también de resistencia política.

Comienzas el libro mostrando los lazos existentes entre Albania y la Guerra Civil Española; es decir, mencionas combatientes albaneses que lucharon en el bando republicano. ¿Es la relación entre los dos territorios más estrecha de lo que pueda pensarse?

La verdad es que sabemos muy poco de Albania en España. Sin embargo, ellos sí que tienen una imagen de los españoles gracias, en parte, a la literatura. El escritor Petro Marko escribió una novela sobre aquellas Brigadas Internacionales con las que luchó en la batalla de la Ciudad Universitaria, y tituló el libro en español: "Hasta la vista". Una frase con la que todavía algunos albaneses ya mayores te sorprenden al enterarse de que eres español.

Luego, está la imagen que de Albania tenemos nosotros, para muchos un país aislado y que fue recalcitrantemente comunista. Algunos, durante mucho tiempo, hemos tenido la idea de Albania que Kadaré ha querido darnos en sus obras, con lo que el escritor ha configurado la imagen nacional de ese país a través de su literatura entre quienes lo hemos leído; la verdad es que siempre habíamos creído que la mayor proximidad entre los dos países se encontraba en ese pirata que capturó a Cervantes, el llamado "Mami el albanés".

Espero que los lectores que no hayan estado nunca en Albania se planteen una visita después de leer mi ensayo. Me gustaría ser un acicate, desde luego, para las relaciones hispano-albanesas

Kadaré se exilió a Francia. También mencionas novelas que fueron censuradas en Albania, pues ponían en entredicho a quienes ejercían el poder. ¿Existen hoy en día, como tú describes, novelas "incómodas", como lo fueron en su día aquellas?

Desde luego. Toda novela que encierre una verdad literaria sincera sobre este mundo en el que vivimos es ya una novela incómoda. Señala directamente unos males que permanecen en la sociedad porque los poderosos así lo quieren. A esos poderosos no les gusta nada que se destape la Gran Estratagema que tienen montada. Prefieren que miremos a otro lado, pero la literatura, fundamentalmente, es la encargada de poner al descubierto esas trampas, con grave peligro, muchas veces, para quienes la escriben. Ser escritor en la Rusia de Putin es muy delicado, o en los Estados Unidos actuales, donde se está alzando la voz contra Trump, y no sin represalias. Aunque pueda no parecerlo a simple vista, escribir según qué cosas en algunos otros países presuntamente democráticos puede traer también consecuencias indeseables. La sensación de libertad es eso, solo una sensación, que también quieren que nos creamos; todo esto forma parte de ese Gran Engaño que persiste en el tiempo. Ser escritor, con garra y alma, significa pintarse una diana como elemento peligroso y poco recomendable.

¿Albania y su historia generan interés en la sociedad? ¿O esta obra puede servir de aliciente para ello?

Albania está empezando a generar un interés turístico entre los españoles. Una vez allí, el choque cultural es tan fascinante, que los viajeros necesitan conocer más de su historia; Albania es un país que necesita ser explicado al viajero, y en ese momento comienza el interés por la cultura y por la literatura de Albania. Nadie que viaje allí pude resistirse a buscar, después, explicaciones a todo lo que ha visto. Así, poco a poco, se va generando interés en Albania y, espero, que mi ensayo pueda contribuir un poco más a ello, desde luego. La imagen que doy de Albania en mi libro es la imagen real de lo que he vivido allí; se trata de un país que intenta modernizarse a marchas forzadas, mientras en él conviven las más profundas tradiciones. Eso genera situaciones realmente jugosas y llamativas. Espero que los lectores que no hayan estado nunca en Albania se planteen una visita después de leer mi ensayo. Me gustaría ser un acicate, desde luego, para las relaciones hispano-albanesas.

Kadaré, además, te llevó a viajar a Albania. ¿Qué descubriste allí? ¿Te ayudó a comprender al autor?

Era fundamental viajar a la Albania de Kadaré, es decir, a la Albania de sus novelas y a la Albania de su infancia: a su localidad natal, a Gjirokastër. Al visitar esa ciudad tan hermosa, pero tan dura, escarpada, pétrea, comprendes mucho mejor el imaginario del escritor y los matices de su prosa. Descubrí, no solo en la localidad natal de Kadaré, esa Albania que aparece en sus obras, especialmente en Tirana, con un pie en el pasado y otro en el futuro. Fue una visita inolvidable que estoy deseando repetir, porque tuve la ocasión, y esto fue lo mejor de todo, de moverme en el escenario de las novelas de Kadaré como si habitara en un diorama de sus obras; eso es un lujo para el estudioso de cualquier autor.

¿Qué ha supuesto para ti Kadaré?

Mi descubrimiento de Kadaré, tan afortunado, supuso la reconciliación con la Gran Literatura, la demostración de que es posible crear una obra de calidad inmensa en las condiciones menos favorables y me llevó a convertirme en comparatista. Mucho de lo que soy como comparatista se lo debo a Kadaré y a la intrincada red de correspondencias que establece con otras obras, mitos e imaginarios, y que aparecen en sus novelas. Kadaré significó para mí, en un momento crucial, el regreso a los brazos de la literatura, el redescubrimiento del amor por los libros, incluso la vuelta a la universidad para realizar una nueva carrera; por eso le debo, completamente, el haberme convertido en comparatista. Gran parte de todo ello he intentado devolverlo y devolvérselo en el ensayo, que es, fundamentalmente, un ejercicio de literatura comparada.

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