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Juliana González-Rivera
Juliana González-Rivera (Foto: Javier Velasco Oliaga)

Entrevista a Juliana González-Rivera: “El viajero intenta ver con sus propios ojos el espíritu de los lugares”

Autora de “La invención del viaje”

Por Javier Velasco Oliaga
lunes 06 de mayo de 2019, 10:54h

La joven escritora colombiana acaba de dar a la imprenta su primer libro “La invención del viaje”. La idea del libro partió de su tesis doctoral presentada en 2012 en la Universidad Complutense de Madrid sobre la historia de los relatos que cuentan el mundo. “La tesis tenía más de 700 páginas, he tenido que hacer una limpieza de datos para dar con un libro legible y entretenido”, nos dice Juliana González en una entrevista mantenida en la cafetería de un hotel de la Gran Vía madrileña.

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Juliana González-Rivera
Juliana González-Rivera (Foto: Javier Velasco Oliaga)

Juliana González-Rivera es una viajera impenitente, ha recorrido el mundo de cabo a rabo y conoce casi toda la literatura que se ha publicado sobre viajes. En la actualidad, da clase de literatura en Medellín, en su querida Colombia, aunque ella se define como “paisañola”. “En Colombia soy española y en España soy colombiana”, apunta divertida. Su acento es un crisol de los distintos idiomas que habla y de los países donde ha residido.

La autora, diferencia muy bien entre los términos de viajero y turista. “El viajero intenta ver con sus propios ojos el espíritu de los lugares. Procura hacerse una idea propia de lo que ve y visita. Mientras al turista le encantan que le orienten y siempre lleva un listado de los sitios que tiene que ver; el viajero intenta conquistar lo que ve, entabla un diálogo con todo lo que visita, en el caso del turista es un monólogo”, explica doctamente.

Es, pues, el viajero el protagonista central de su libro “La invención del viaje”. El viajero, con su narración, ha inventado el mundo para sus contemporáneos. Son los que cuentan tal y como es el mundo. “La sal de los viajes es la aventura, el riesgo. Los turistas rechazan precisamente eso y parece que van con un itinerario calculado milimétricamente. El viajero está dispuesto a cambiar el rumbo en todo momento”, señala la escritora radicada en Medellín.

En la conversación mantenida, Juliana González-Rivera deja muy claro las distintas formas de acometer un viaje. “La forma realmente auténtica de hacerlo es viajando solo. Es un ejercicio de introspección donde se elige una manera de estar en el mundo. Hay que tener la capacidad de reconocerse en el viaje. El viajero per se es un cosmopolita que tiene que tener la capacidad de elegir el camino. No es otra cosa que un héroe, capaz de ser aquello que quiere ser. Es dueño de su ruta y tiene la capacidad de escribir su propia biografía”, nos descubre la sagaz escritora.

“Viajar no es desplazarse, es vivir los sitios”

Para Juliana González, “el viaje es una elección. Viajar no es desplazarse, es vivir los sitios. De todos los lugares se puede aprender. Uno de los grandes males contemporáneos es el nacionalismo que resta en lugar de sumar. Te achica mucho la mirada. La mezcla es lo más interesante de la vida. Viajando se aprende a vivir y a compartir”.

Si algo tiene claro la escritora de Medellín es que “el viaje empieza en la imaginación, mucho antes de la partida, ya con el anhelo de viajar comienza el viaje”. Cree que los ojos del viajero pueden ver cosas que el nativo no ve o no se da cuenta por la costumbre. “La realidad del viajero está condicionada por su verdad. No hay una sola verdad. En mi ciudad de Medellín, muchas personas están condicionadas por los narcos o por el mismo Escobar. Hay que dejar eso a un lado y adentrarse en los secretos de la ciudad sin ningún tipo de intervención ajena. Por supuesto, que lo que siente y ve no tiene por qué ser mentira. Cada uno tiene su verdad”, señala con decisión de la persona que ha viajado mucho.

Uno de los grandes males contemporáneos es el nacionalismo que resta en lugar de sumar

Quienes cuentan el mundo son los viajeros. Ellos nos han hecho imaginar desiertos, mundos helados, imperios, tierras prometidas. A veces han dicho la verdad, otras no tanto, y son culpables también de numerosos equívocos y clichés, de la fascinación o el rechazo que sentimos por ciertos lugares –la leyenda negra española, por ejemplo, la reforzaron viajeros europeos entre los siglos XVI y XVIII, y nuestra idea de Oriente como tierra de ensueño se la debemos a ellos. Mucha culpa la tienen esos viajeros románticos que deambularon por nuestra península en esos siglos.

De ahí que el género del viaje sea muy difícil. “Es algo más que simple periodismo y ni que decir tiene que sea todo ficción”, subraya. En su opinión, el género es un “ensayo viajado. Hay grandes escritores y periodistas que lo practican como Javier Reverte, Bruce Chatwin o mi profesor y director de tesis Pedro Sorela. En sus cuentos, refleja ese espíritu del viajero”, añade.

Saint-Exupéry, una noche arropado bajo un manto de estrellas en el desierto, dijo haber «sentido de golpe el viaje». Cees Nooteboom, en un hotel mugriento y anónimo en Mauritania, entendió que no era otra cosa que un viajero, uno que escribe y describe el mundo. Kapuściński tuvo la misma sensación al cruzar por primera vez la frontera de Polonia, donde había nacido, y desde entonces no dejó de moverse. Llamó a aquello «contagio del viaje», una especie de enfermedad incurable que le obligaba a seguir viajando, igual que Heródoto. Rilke siempre pensó que no le estaba permitido tener una casa, que lo suyo era vagar y esperar. Camus era un viajero de la «soledad poblada» de la ciudad y sentía el viaje en lo alto de Père Lachaise, en París. Blaise Cendrars, camaleón, viajero, alquimista de su propia vida y siempre dispuesto a atender a la llamada de lo desconocido, decía que no aspiraba a escribir, ni a viajar, ni al peligro, sólo a vivir.

Unos viajan al inframudo, como Odiseo en la Ilíada, que se encuentra con el adivino Tiresias y también con su madre, de cuya muerte no tenía noticia. Gilgamesh es el primer arquetipo del viaje del héroe, y Adán y Eva son los primeros viajeros de la tradición Cristiana por ser expulsados del paraíso. En él Edad Media se mueven los vikingos, mercaderes y embajadores. Colón va a América por haber leído a Marco Polo. Piratas, marineros y científicos viajan entre los siglos XVI y XVIII. Luego son los hombres de la ilustración quienes se mueven en busca del conocimiento, y en el siglo XIX, románticos como Humboldt y Rousseau entienden que el saber no es completo sin el sentir. Y desde hace cien años el viaje se mueve entre el exilio, la creación, la búsqueda de la libertad, el turismo y el viaje inmóvil. “La invención del viaje” es un intento por comprender el espíritu del movimiento en todas las épocas y cómo los viajeros, con su narración, han inventado el mundo para sus contemporáneos.

Todos estos viajeros han tenido como motivación principal “viajar y contarlo” y “el viaje es incompatible con la rapidez”. Para Juliana, “el viaje es la metáfora de todo. Y, el viajero tiene que tener un espíritu motivador, tiene que inspirar a otras personas a viajar”, concluye la entrevista la autora colombiana.

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