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Nacho Marín, director artístico del teatro; -Helena de Llanos (nieta del autor) y Manuel Barrera Benítez, editores del libro- y Joan Tarrida
Nacho Marín, director artístico del teatro; -Helena de Llanos (nieta del autor) y Manuel Barrera Benítez, editores del libro- y Joan Tarrida (Foto: José Belló Aliaga)

Se presenta el libro "Teatro" de Fernando Fernán Gómez que incluye textos inéditos del autor

Por José Belló Aliaga
sábado 26 de octubre de 2019, 20:09h

Se ha presentado, en el teatro Fernán Gómez. Centro Cultural de la Villa de Madrid, el libro "Teatro", de Fernando Fernán Gómez, en el que se reúne por primera vez todas las obras teatrales del autor. Contiene, además de todas sus obras dramáticas publicadas en vida, otros muchos textos que fueron llevados a escena, pero que permanecieron inéditos y, también, una serie de grandes descubrimientos hasta ahora desconocidos y, por tanto, nunca representados ni editados.

  • Fernando Fernán Gómez

    Fernando Fernán Gómez

Helena de Llanos
Helena de Llanos (Foto: José Belló Aliaga)

En la presentación intervinieron Nacho Marín, director artístico del teatro, Joan Tarrida, director de galaxia Gutenberg, y Helena de Llanos (nieta del autor) y Manuel Barrera Benítez, editores del libro.

El poliédrico y epicúreo Fernán Gómez se inclinaba por el arte de la escritura: «De entre estas cosas, la de actuar, la de dirigir y la de escribir, elegiría esta última, porque me produce más placer que las otras dos» y concebía la vida como teatro, «se sabe desde los tiempos clásicos. Y si es teatro lo es porque no solo los actores, sino todas las demás personas representan, actúan, interpretan.»

Este volumen reúne por primera vez el teatro de Fernando Fernán Gómez. Contiene, además de todas las obras dramáticas publicadas en vida del autor (algunas de la magnitud de La coartada o de la trascendencia de la aplaudidísima Las bicicletas son para el verano), otros muchos textos que fueron llevados a escena pero que permanecieron inéditos (tal es el caso de Ojos de bosque o de Del rey Ordás y su infamia) y, también, una serie de grandes descubrimientos (Relámpagos, Soldado...) hasta ahora desconocidos y, por tanto, nunca representados ni editados.

En total, sesenta y nueve años de escritura teatral que comienzan con El guiñol de Papá Dick, en 1938, y concluyen con El mundo de Arniches, en 2007, año de su muerte, aunque no de la desaparición del enorme legado que nos deja.

Fernando Fernán Gómez (1921- 2007), insigne actor, representa como pocos la historia del cine español— y de la cultura en general de nuestro país— debido a su actividad ininterrumpida durante bastante más de medio siglo.

Director de teatro y de cine, ha firmado historias tan sorprendentes como El extraño viaje, El mundo sigue o ¡Bruja, más que bruja !Incuestionable intelectual y creador total, también fue hombre de letras: tan espléndido ensayista (Historias de la picaresca, Puro teatro y algo más) como gran conversador, así lo demuestran sus memorias (El tiempo amarillo) y sus artículos en prensa; tan magnífico novelista (El mal amor, El mar y el tiempo, El ascensor de los borrachos, La puerta del Sol), como indiscutible dramaturgo (La coartada, Las bicicletas son para el verano, Del rey Ordás y su infamia).

Fue el primer cómico que ingresó en la Real Academia Española

Fue el primer cómico que ingresó en la Real Academia Española y recibió los más altos reconocimientos y premios, entre ellos el Oso de Oro de Berlín por su contribución al cine europeo como actor, director y guionista, el Premio Príncipe de Asturias de las Artes, el Nacional de Cinematografía, el Nacional de Teatro, la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes o el Lope de Vega; sin olvidar los numerosos premios Goya del cine español (como actor, director y guionista) y, en el ámbito del teatro, los Max logrados durante tres años consecutivos en calidad de autor dramático.

Fragmentos del discurso de ingreso en la Real Academia Española

«Inicié yo mis trabajos siendo modesto servidor de la palabra, con vocación de servir la aún más, de no cesar nunca en su servicio, de utilizarla en mis trabajos, en mis ocios, en mis defensas, en mis conquistas. Era yo monaguillo de la palabra cuando ya me hormigueaba la vocación de ser no solo intérprete de ellas sino sacerdote de su culto».

«Hay dos maneras— quizás más, pero yo no las conozco—de que el hombre, los hombres, se defiendan de aquellos de entre ellos mismos que se afanan, en defensa de sus propios intereses, en privar a los demás del que debe ser su bien más preciado, el único que les permite identificarse con ellos mismos: la libertad. Dos maneras hay, digo, de defenderla. […] Una de esas dos maneras de defender la libertad es la violencia, el heroísmo físico, la agresividad corporal, el recurso a las armas—de fabricación casera o adquiridas a crédito a una multinacional—, y la otra, la palabra».

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