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“Cocinar un oso”, de Mikael Niemi

Por Javier Velasco Oliaga
domingo 22 de diciembre de 2019, 19:04h
Cocinar un oso
Cocinar un oso

Mikael Niemi es una de las grandes sorpresas literarias de este año. Su última novela “Cocinar un oso” se publicó en Suecia en 2017 y fue un rotundo éxito de ventas. Desde que publicó aquel “Un rock’n’roll en el Ártico”, no ha parado de vender libros por todo el mundo. El éxito en su país quizá se deba a que puede que sea uno de los pocos escritores suecos que no escribe novelas negras llena de psicópatas, aunque su último trabajo tenga un poco de eso.

Cocinar un oso” tiene elementos de novela histórica, negra, thriller y literaria, vamos de casi todos los géneros y hasta de poesía porque los cuatro capítulos de la novela los titula con un breve poema. Una composición con tantos elementos si no se realiza con destreza puede conducir a una novela fallida. Su nueva obra no lo es porque sabe dosificar a la perfección todos esos elementos, para ofrecernos una obra repleta de hallazgos, de buen estilo literario y, por supuesto, de tensión y sentimiento.

La novela transcurre en el verano de 1852 en el norte de Suecia, muy cerca de las tierras laponas y finesas, donde vive el pastor luterano Lars Levi Laestadius, experto botánico y persona de gran capacidad para darse cuenta de los detalles más insignificantes de la vida. Sobre la vida y obra de Laestadius se han escrito muchos libros, pero nunca le habían hecho protagonista de una trama detectivesca al estilo de Arthur Conan Doyle, Niemi lo ha imaginado en ese papel, pero no se queda solo en eso. Hay mucho más detrás.

El pastor Laestadius se vale de su acólito sami, Jussi, que salvo de la muerte en una senda perdida, para realizar las investigaciones de unos asesinatos a mujeres del profundo norte de Suecia. El terreno escogido para la novela lo conoce muy bien Mikael Niemi, natural de Pajala, porque el pisó y continúa pisando los mismos territorios en los que vivió el pastor luterano. En las descripciones de lugares y entornos, el escritor sueco da una lección de cómo se debe hacer, ahora que las descripciones metódicas van desapareciendo de los relatos.

La investigación que efectúa Laestadius es muy atípica, pero más certera que la del alguacil de la zona, va recolectando pruebas que pondrá en cuestión la tesis de las autoridades locales. En la parte del libro sobre la investigación, el autor no puede dejar de denunciar ciertos males que azotan a una sociedad tan cerrada como la del norte de Suecia, pero que ocurre en todas partes del globo terráqueo, como el racismo y la corrupción tanto policial como de la Justicia. Niemi nos muestra lo que ocurría hace poco menos de dos siglos, pero que sigue ocurriendo en todas partes en la actualidad.

Laestadius lucha contra esas injusticias y, también, contra el consumo desorbitado de alcohol y la ignorancia. Su lucha es baldía, pero no caerá en saco roto. Al menos, intenta transferir sus conocimientos a Jussi, que según se va desarrollando la novela va tomando mayor peso, tal es así que el narrador, en primera persona, de la novela es el propio Jussi, hasta poco antes de finalizar el tercer capítulo que lo sustituye un narrador omnisciente, para posteriormente, en el cuarto capítulo, tomar las riendas el propio Laestadius.

El lenguaje empleado por Mikael Niemi es de una belleza tremenda, la traducción realizada por Martin Lexel y Mónica Corral Frías es sencillamente brillante, tanto en los agudos diálogos como en las descripciones. En algunas ocasiones, dilata demasiado la resolución de alguna escena, un mal que se está estableciendo en la literatura. El ritmo no es ni mucho menos trepidante, es un ritmo que le gustará al lector que guste paladear el buen lenguaje y la buena literatura. Aunque las sorpresas están presentes en todo el libro, lo que hace que no se de tregua al lector.

Estamos, pues, ante uno de los libros más interesantes del año. Un libro para disfrutar en soledad y de un modo pausado, alejado de la inmediatez y ritmo frenético de otras obras. Aunque como bien dice el narrador del libro: el que tiene libros no estará nunca solo. “Cocinar un oso” es precisamente para eso, para no estar nunca solo.

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