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Metamorfosis de la herida

Reseña del poemario "Escalofríame", de Mamen Monsoriu

viernes 24 de enero de 2020, 13:30h
Escalofríame
Escalofríame

Táctil, es el adjetivo preciso que andaba probablemente buscando el editor de este poemario al provocar que pasemos las yemas de los dedos sobre el gramaje satinado de una hoja con vocación de tela. Táctil es la experiencia de abrir la portada blanca troquelada de Escalofríame y hallar una guarda que es un lienzo del universo proyectado sobre el cuerpo de una mujer desnuda. Puntos de luz, piel y nebulosas. La belleza lila y azul, la evocación de un sueño natural de habitarnos: “Tantos años tratando de ver el universo desde fuera…”

Desnuda, con espalda de seda, se nos presenta esta compilación de intimidades, donde la autora confiesa la vulnerabilidad y la fuerza de un ser humano sin coraza, un ser humano. Nada más. Pero, “…es que estoy tan perdida en la vida que a todos me paro a preguntar.” “Tengo toda la herida por delante.”

Monsoriu acata la máxima del Oráculo de Delfos, Conócete a ti mismo, y comienza por cerrar los ojos, dejarnos de este lado de su espalda desnuda, invitarnos a seguir la misma consigna, conocernos y reconocernos, a través de cada dolor trascendido, “si solo fuéramos lo que callamos, seríamos infinitos”.

La rebeldía de esta obra comienza reivindicando lo básico: el contacto con el otro, el impacto que causa esa alteridad en nosotros, el derecho a atravesar el puente sutil entre piel y consciencia que lleva a cada daño, a cada escalofrío. Dice Monsoriu: “Mi mundo es bruto, vulgar. Soy frágil, vulnerable”. “En el reino de los mortales, cualquier resquicio de inmortalidad es pura amenaza”,“los que sentimos en caliente somos de otro planeta”.

Ya desde el prólogo, el poeta Javier Mateos despliega, en nombre de la autora, una invitación a vibrar. Dejarnos alterar por la intensidad que se produce entre dos seres que se aman, aún con el riesgo de perdernos en el encuentro y luego haber de recomponer el puzle a base de caricias “como si el alma no tuviese más memoria que la piel.”

No en vano, se estructura el libro en tres partes. Mutación, con veinticuatro caídas; Metamorfosis, con dieciséis maniobras, y Movimiento, con veintinueve despegues. Una estructura- proceso que nos habla de evolución siempre cambiante, como no podía ser de otro modo en manos de Monsoriu, quien confiesa: “Yo no quería pasar el resto de mi vida en un cómohubierasidosi…”

Esta brillante biotecnóloga aúna en su prosa poética elementos cotidianos de su generación y reflexiones vitales de una mujer joven que cuestiona la herencia aprendida, con la humildad del comienzo: “…y yo soy la ignorante que todavía se enamora del pez de marzo”, “… son las cuatro de la mañana y todavía es demasiado pronto para ser nadie.”

En su indagación personal, casi aforística, la emperatriz al frente de la nueva librería de Valencia, el Imperio de libros, reconoce su valía: “Un día me voy a dar cuenta de todo lo que he perdido encontrándome a mí misma y me voy a venir muy arriba.”

Con madurez inusitada aborda sentimientos sociales que no se confiesan: “¿Qué tal llevas el umbral del dolor de la felicidad ajena? Inseguramente bajo” Las propias contradicciones se muestran también sin excusa ya que “la vida es también disfrutar la bajada, mirar al suelo, temer la gravedad, desafiarla.”

Como mujer, promueve el empoderamiento y la propia estima. “Necesitaba a alguien. Me necesitaba” y las relaciones, con el peligro de desdibujarnos, se abordan como un tema crucial para aprender a amarnos, “el problema es que no diferenciamos cuándo estamos haciendo el amor, de cuándo estamos haciendo el gilipollas.”

La oralidad, a veces un diálogo, se expone directa, sin adorno ni vestido.“Tampoco puedo ofrecerte mucho más: la cama por deshacer, las normas por incumplir…” La naturalidad requiere una pizca de poeta deslenguada y hasta cínica, pero siempre honesta. Autenticidad, es el valor del escalofrío, no se puede fingir un estremecimiento, una pupila dilatada, el éxtasis y el miedo real, el vértigo de vivir, la valentía de entregarse a ello: “Me encuentro tremendamente fuera de lugar desde que he encontrado mi sitio.”

En definitiva, una voz fresca, irreverente, viva. Alguien que aún hace equilibrios frente al automatismo del ruido rutinario y robótico de la masa. “Escucho al huracán, venir de lejos y lo manifiesto en forma de escalofrío”. La autora de este poemario, es pues, una salvaje que Aldous Huxley rescataría para su mundo feliz. “Soy consciente de que este lugar en mi cabeza es muy verde, de que no cualquiera podría sobrevivir en un ambiente tan salvaje”.

Rescatemos pues entre sus páginas esa voz que en nosotros se atreve a gritar más allá de lo correcto, más allá de nuestros límites.

Con la potencia de quien planta cara a la vida, este libro golpea, nos lanza in media res a vivencias abruptas, pellizca, zarandea más allá de las formas, desmontando frases recorridas, recorriéndolas de otro ángulo, este libro sacude con el uso irreverente del lenguaje y desde luego, escalofría.

Toda una declaración de intenciones es su primer poema, con el que concluyo esta reseña dando la voz a su protagonista: “Esta caída en picado, este poema inacabado, esta moneda en el aire, este imán de neodimio, este teléfono descolgado, esta propuesta indecente, esta explicación absurda…este susurro en la nuca, esta canción sonando a bucle, este peligro de incendios…” “Esta soy yo. Y todavía no he hecho más que empezar.”

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