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Vicios de la noche
Vicios de la noche

Vicios de la noche

Por Roberto Vaquero
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robertovaquerowebgmailcom/17/17/23
martes 25 de agosto de 2020, 13:00h
Publicamos el relato de nuestro colaborador y escritor Roberto Vaquero "Vicios de la noche"

Eran más de las 04:00, acabábamos de llegar al pub, lo llamo así por no llamarlo por el nombre real con que cualquier persona lo designaría. Como siempre, el ambiente en el antro estaba cargado, en el reservado imperaba la ley de la selva, podías hacer lo que quisieras si tenías dinero para ello. Además, las propinas que recibían los trabajadores del establecimiento debían ser continuas, en caso contrario podían echarte en cuanto hicieras algo que no les gustase, y en el caso de Luis el riesgo era constante.

A nosotros nos iba bien, él trabajaba en un bufete importante y tenía dinero de sobra para lo que quisiera y yo tenía un Dojo que no iba nada mal. Había disfrutado mucho este tipo de vida, pero según vas cumpliendo años la perspectiva de las cosas cambia. O avanzas o te quedas estancado. Este último era el caso de mi amigo Luis.

—Ponnos otra copa reina —dijo Luis agitando la mano mientras se levantaba. Estaba en un estado de embriaguez evidente.

—Luis, estás para el arrastre, no seas maleducado con la camarera —le abracé por la espalda y empecé a tirar de él poco a poco para que volviera a sentarse.

—¡Suéltame coño! Ni que fueras mi madre, a ella le gusta que le hable así. —Cabreado le tiró la tarjeta de crédito a la camarera y le cobró todo lo que habíamos tomado. Por supuesto, a ella no le gustaba que él fuera tan grosero.

Entre las copas, nada baratas en este tipo de establecimientos, y la farlopa, se había dejado más de 500 euros. Yo seguía sin entender cómo su mujer no le decía nada, pues este tipo de noches se repetían casi con periodicidad semanal, aunque yo solo le acompañaba muy de vez en cuando. Tenía dinero, pero tampoco para poder desperdiciarlo así y que no se notara.

—Jorge, si te llama mi mujer he estado contigo toda la noche. —Apenas se le entendía hablar, solo farfullaba. Llevaba la ropa hecha un asco, llena de grasa y manchas de alcohol, era la misma que tenía del trabajo, ni se había cambiado.

—Luis, ¿por qué no te vas con ella? Estás fatal, ve con tu familia anda.

—¿Qué familia ni qué niño muerto? Me voy con alguna de las chicas. Quiero disfrutar un poco de la vida, eres un amargado. A veces hay que pensar un poco en uno mismo, sin más.

—Vete a casa, te lo digo en serio, te has pasado con la bebida y con la química. Es mejor que descanses —le dije de forma firme y tajante.

—¡Anda ya! ¡Has cambiado! Eres un monsergas, voy al baño y lo arreglo rápido —dijo mandibuleando mientras le caía el sudor por la cara de forma abundante. El consumo, en este caso muy excesivo, de drogas le hacía sudar…

Ya no podía más, estuve durante años siguiendo su ritmo, me casé y tuve un hijo. Normalicé mi situación, no podía llevar la vida desenfrenada de veinteañero millenial que llevábamos entonces. ¡Han pasado 15 años por Dios!

A veces, como esa noche, lo acompañaba un rato por los viejos tiempos y por la amistad, pero ya no me drogaba y, por supuesto, respetaba a mi mujer. Yo no sé cómo Luis podía hacerle esto a su familia. Tenía, además, dos hijos encantadores a los que al final les iba a buscar la ruina.

En la vida te puedes equivocar, sin duda, pero hay que aprender de los errores y no perpetuarlos. Luis siempre había sido alguien que destaca: Complexión fuerte, alto, atractivo, con encanto y exitoso en el trabajo. Ahora era una sombra de lo que fue, la vida que llevaba le había pasado factura. Se metió en un mundo muy sórdido y oscuro, y se quedó allí sin saber y, para más inri, sin querer salir del él. Debería de ir a un especialista, a alguien que le pueda ayudar. No se lo habré dicho veces…

Dónde más se le notaba el deterioro físico, aparte de en la falta de su antigua musculatura, era en los dientes: donde estuvieron antes unos dientes blancos y perfectos ahora había unos dientes amarillos, en ciertas partes amarronados, y picados. Los vicios de la noche le pasan factura a todo el mundo.

Salió mandibuleando del baño, haciendo aspavientos y rascándose la nariz con la manga.

—Si te llama mi mujer dile que he estado contigo toda la noche.

—Ya me lo has dicho Luis, ni te acuerdas de lo que hablas, vete a casa por favor. —Cómo me apenaba verle en ese estado, atascado en los errores de nuestra juventud.

—¡Dios! ¡Qué pesado eres! Déjame disfrutar de la vida, solo se vive una vez. ¿Has probado a pensar alguna vez en ti mismo y no en los demás?

—¿Te das cuenta de que solo piensas en ti? Eres un egoísta y un individualista. Hay más gente a tu alrededor a la que haces daño con tus actitudes —le dije subiendo el tono, me estaba haciendo enfadar. Soy una persona con mucho genio y me estaban dando ganas de golpearle.

—¡Que te den, Jorge! Haz lo que te he pedido y déjame en paz. Tengo 34 años, no 14, no eres mi madre. —Tras mantenerme la mirada un momento se dio la vuelta y se marchó del pub.

Afuera tenía aparcado su Alfa Romeo Spider, un flamante deportivo descapotable de color gris metalizado. Se montó en él, poco o nada le importó su estado de embriaguez, pisó el acelerador y salió hacia dónde quiera que fuera.

* * *

Más tarde me enteraría de toda la historia completa. Del pub se fue directo a una fiesta privada a la mansión de su supuesto amigo René, que se las daba de traficante, aunque en realidad era solo un ricachón. Aparentaba mover toneladas de producto, cuándo en realidad movía el tema para sus amigos y poco más. Luis era un cliente VIP.

Dejó el deportivo al aparcacoches; sí, estos ricachones tienen de todo; y entró a la casa. Como siempre, el vino, el champagne, el caviar, los canapés variados, la droga y las putas abundaban en la fiesta. A Luis siempre le había gustado el rollito gourmet, presumía de sus muchos conocimientos de cocina, hablaba como si fuera un crítico culinario, aunque en realidad no tenía ni idea, era parte de su intento de aparentar lo que no era. Le encantaba la vida de esos despojos sociales que solo podían mantener ese nivel en base al sufrimiento ajeno, unos parásitos.

La fiesta tenía todo lo que le gustaba a Luis, estaba encantado. Siguió bebiendo y drogándose hasta que decidió subir a la parte de arriba con una de las chicas. Al término de lo cual bajó a estar con su amigo el traficante.

—Menuda fiestecita eh, René. Tú sí que sabes vivir la vida.

—Nunca defraudo, Luis, me gusta no decepcionar a mis invitados. Hay que tener clase —hizo una pausa—. Me debes 450 euros. Si no recuerdo mal, amigo.

—Claro, René. ¿Te puedo pagar con tarjeta?

—¿Tú eres tonto o te estás entrenando para un concurso? ¿Cómo me vas a pagar la farlopa con tarjeta, pedazo de subnormal? —empezó a hacer gestos con las manos y a poner cara de agresividad para dar más énfasis al papel ridículo de supuesto traficante que solía representar. Llego a estar delante y le hubiera estrangulado—. Ve ahora mismo a un cajero y me traes el dinero. Si no, atente a las consecuencias.

—Pero a estas horas…

—Zas —le dio un bofetón con la mano abierta y gritó—: ¡Ahora!

Todo el mundo se quedó mirando impresionado por la reacción absurda de René, en el fondo no era más que un pijo que va de lo que no es. Luis se levantó y fue hacia la puerta, el aparcacoches le dio las llaves y salió en búsqueda de un cajero. En otra época Luis lo hubiera arreglado en ese mismo momento, de forma rápida y directa, pero ya no era el que fue.

Después de todas las drogas y alcohol injerido, Luis no estaba en las mejores condiciones para conducir. Cuando llego a más velocidad de la debida una curva, se le fue el coche, acabó empotrándose contra la barandilla de seguridad, debido a la velocidad, pasó por encima de la barandilla y cayó por el desnivel que había detrás. A más de 180 km por hora no hubo posibilidad de salvación. Murió antes de que llegaran los sanitarios.

* * *

Estuve un momento parado frente a su puerta, pensando, meditando, en todo lo que había pasado esos días, venían tantos recuerdos de Luis a mi cabeza…

Mucha gente cree lo que ve en las películas y piensa que al final todo acaba bien, con un final feliz, pero la mayoría de las veces no es así. Si tú actúas de forma indebida reiteradamente, si no eres autocrítico y no sabes reaccionar ante tus errores y las dificultades de la vida, acabas muy mal.

Fui su amigo por más de 15 años, no era mal tipo, pero hizo mucho daño a los que le rodeamos, a los que le quisimos de verdad.

Sacudí la cabeza despejando mis pensamientos, me armé de valor, respiré hondo y llamé a la puerta. Me abrió Susana, la mujer de Luis.

—Hola Jorge, pasa por favor. —Su rostro denotaba todo lo que estaba sufriendo, tenía la cara congestionada por haber estado llorando durante horas; la tristeza y el sufrimiento se podían ver a simple vista.

—¿Qué tal estáis todos? —pregunté por obligación, pues ya sabía la respuesta que me iba a dar.

—…

—Ya, te entiendo, Susana. No quiero molestar, solo quería mostrarte mis respetos y decirte que cuentes conmigo para lo que sea.

—¿Cómo hemos podido llegar a esto Jorge? —No había terminado de decirlo y ya me estaba abrazando mientras lloraba.

—…

—Hice todo lo que pude, le aguanté lo indecible, por el recuerdo de una persona que hacía años que había dejado de existir ¿Cómo pudo cambiar tanto? —afirmó mientras se sentaba y me invitaba a hacer lo mismo.

—No es culpa tuya, ni de nadie, hicimos lo que pudimos, solo él fue el responsable de sus actos —di un ligero golpe en la mesa con la palma de la mano para darle más énfasis.

—Por suerte no vamos a tener problemas de dinero, pero el daño emocional a los niños va a ser difícil de superar. ¡Y el mío, qué coño!

—Eres una mujer fuerte, Susana, saldrás adelante, cuenta conmigo para lo que sea —bajé la cabeza mientras hacía dibujos imaginaros con el dedo índice en la mesa—. Nosotros no tenemos la culpa de las adicciones y el consumismo enfermizo que sufría Luis —lo dije mientras levantaba la mirada esbozando una sonrisa que tenía más de tristeza que otra cosa.

—No le demos más vueltas, Jorge. Ahora solo hay que seguir adelante —frunció el ceño, me miró a los ojos y dijo—: Lo que más me molesta es la gentuza con la que se rodeaba en los últimos tiempos. Ni siquiera vinieron al funeral.

—Bueno, ya sabes: El tiempo pone a cada uno en su sitio. El viernes que viene vuelvo a veros, si necesitas lo que sea antes avísame.

Me despedí de los niños y de Susana, me levanté y salí caminando hacia había aparcado. La vuelta en coche se me hizo dura, no paraba de darle vueltas al tema.

* * *

Tras el funeral esperé un par de semanas para ir a ver a René, estuve demasiado afectado para haberme presentado antes en la puerta de su casa. Solo diré que tras mi visita ya no trafica ni embauca a nadie. Siempre he odiado a la gente que va de lo que no es. No saben mantener el tipo. Pero esa es otra historia y os la contaré en otra ocasión.

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