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Alegorización y distopía

Sobre "La invasión del pueblo del espíritu", de Juan Pablo Villalobos
Por Francisco Morales Lomas
viernes 02 de octubre de 2020, 16:00h
La invasión del pueblo del espíritu
La invasión del pueblo del espíritu

El escritor mexicano Juan Pablo Villalobos es versátil, raudo y alegórico tratando de extraer consecuencias relevantes de la existencia a través de un recorrido ágil por pequeños fragmentos vivenciales de ella, con protagonistas que son el común de los mortales al tiempo que se adentra por la simbología de lo distópico y su repercusión en la naturaleza humana. No son grandes héroes sino personas normales que tratan de vencer situaciones de la cotidianidad.

Con este objeto emplea pequeños subapartados, hasta setenta y siete, que más parecen breves secuencias fragmentarias de su día a día. Desde la tercera persona del narrador omnisciente presenta ya desde el inicio la razón de su obra: “Esta es la historia de Gastón y de su mejor amigo, Max; es, además, la historia de Gato, el pero de Gastón, y de Pol, el hijo de Max”. En este recorrido por sus historias personales vamos descubriendo sus inestables situaciones económicas sobre las que Villalobos opera toda suerte de estrategias, fantasías, ironizaciones y sarcasmos. Son inmigrantes su centro de atención (conosuereños) cuya tierra natal fue devastada en la última guerra y no tenían trabajo ni tierra para trabajar. Gastón tiene un huerto y vive de él aunque más bien habría que decir de lo heredado, pero aspira a una recalificación para construir; Max tiene un restaurante del que es desahuciado, un restaurante, que “emana aroma a rancio y suciedad que es también el olor característico de Max”, pero también un personaje que quiere huir del presente aunque es amenazado por su pasado; y su hijo Pol, biólogo que trabaja en un equipo que investiga la vida en condiciones extremas y considera que “la vida es un sistema químico capaz de evolución darwinista, lo demás es literatura”. Y, el perro que se llama Gato, que se pasa toda la novela agonizando y nunca acaba de morir hasta el capítulo 69.

El gran problema de Max es que va a perder su restaurante, que quedará en manos de los “lejanorientales” que se están adueñando de todo: “invierten mucho dinero en controlar a los medios”. La amistad como símbolo del encuentro opera en esta pareja en la que se percibe la solidaridad de uno hacia el otro y la razón de ese encuentro en la humanidad.

Por las referencias continuas al “mejor jugador de fútbol de la tierra” sabemos que la novela transcurre en Barcelona, aunque nunca se dice directamente. Progresivamente irán apareciendo otros personajes con breves destellos como el corrupto padre de Max, Yu y los lejanorientales, los extraterrestres, el Tucu, el hombre mayor, Mariona, Niko, la adormecedora, el regidor, la prima de Gastón… Y se van creando situaciones a caballo entre las mentiras y las medias verdades. Se va construyendo el día a día, lo anodino del vivir, las dificultades cotidianas, la adaptación del inmigrante al medio, los problemas… y acaso cómo se pueden resolver, como diría el filósofo Bonge: vivir es resolver problemas.

Pero progresivamente surgen también las preguntas sobre nuestro origen, somos un experimento, semillas que vinimos del universo, colonización realizada por una civilización extraterrestre; en definitiva, extraterrestres.

Secuencias en una panspermia, esa teoría explicada por Pol que habla de que la Tierra es “un zoológico protegido por una civilización extraterrestre superior”. Idea que Pol sostiene a sabiendas de que es absurdo, pero al mismo tiempo la verdad, aunque Gastón cree que es un delirio paranoico. Al tiempo que se producen estas reflexiones, germina la cotidianidad más fulminante, el desahucio, la supuesta esquizofrenia de Pol y sus teorías y las condiciones inhumanas de la Tundra con toda la componente ecológica en solfa.

A veces, a pesar de la rapidez narrativa y los continuos cambios, puede resultar algo envolvente y reiterativa en determinadas situaciones en torno al triángulo Pol/Gastón/Max cuyas vidas operan como una especie de círculo vicioso del que es difícil salir.

A medida que avanza la obra la distopía se va adueñando de la situación con la entrada de la Sociedad de Amigos de los Visitantes del Espacio y el misterio se va apoderando de la historia en una singular alianza entre lo real y lo mistérico, siendo el huerto de Gastón el lugar de encuentro de los extraterrestres y el comienzo de una nueva forma de vida: bacterias alienígenas. Y el antiguo profesor interrumpe: “Lo verdaderamente peligroso (…) es la idea de que todo lo que viene de fuera, lo alienígena, es una amenaza que hay que erradicar. ¿Sabes como se llama eso? (…) Fascismo universal (…) La fantasía de que hay que proteger una supuesta pureza, un orden original, primigenio…”

En definitiva, una visión original en una novela que circula de lo personal a lo social, de la realidad a la fantasía, de las pequeñas cosas cotidianas a las más trascendentes sin solución de continuidad, creando un magma que pertenece a esa alegoría del ser en la tierra, que nunca es dueño de su propio destino, por mucho que se empeñe.

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