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Clerecía enervada
Clerecía enervada

Clerecía enervada

Por Emilio Pérez “El Ventero”
miércoles 28 de octubre de 2020, 00:00h

Los pueblos de este país se asemejan mucho. He recorrido aminos y visitado pequeñas poblaciones donde no suelen faltar el señor alcalde, su secretario, el señor cura, el tonto y la puta.

El alcalde y su bastón de mando, el secretario y sus lentes cabalgando en la punta de la nariz, el cura su bonete y la mano tendida para ser besada, el tonto aparca coches: dale, dale dice y cuando das al de atrás escapa diciendo ya “le has dado”. Y la puta para alivio de muchos y preservación virginidades. Es una labor encomiable.

En mi pueblo cantan al clero. Le ponen letras atrevidas y todos felices: el cura de Buenaventura se jodió a todas menos a una, es la mujer del alcalde a la que joderá esta tarde. Sin malicia claro. Claro que esto se dice del otro pueblo. Ya sabemos de la rivalidad entre vecinos. El cura de Navalcán lleva la sotana rota, se la rompió en un zarzal corriendo tras de una moza y es que el tema da para mucho. Ya veis, dicen en mi pueblo que nuestro Cristo es más grande y cojonudo que el de Oropesa. Son así de finos

Y como dice el refrán de lo que siembras recogerás: el cura de Tornavacas le dijo al de Malpartida, yo me voy a Buenos Aires ahí te dejo a mi querida.

No penséis que cantan para castigar a los curas, no. El de mi pueblo se ríe solapadamente al oír tales canciones. Y es que casi todas son simpáticas. Y como dijo Cristo quien esté libre de pecado, que tire la primera piedra. También Don Félix María Samaniego, fabulista, en su libro El Jardín de Venus hace una poesía festiva y sexual del clero: si quieres que te diga la verdad pura, eres hija de un fraile, nieta de un cura. O madre mía estoy preñada, hija mía, yo también madre mía, yo del cura de ese gandul, yo también.

Hasta Premios Nobel usaron de la sátira con el clero. Como Don Camilo José Cela. Y es que la poesía no suele ir a misa: los cojones del cura de Almendralejo le pesan dos arrobas sin el pellejo. O esta otra: Los cojones del cura de Argamasilla los usan los monagos de campanillas

Pero me estoy alejando de mi pueblo y era lo que yo quería hablarles.

Nuestro señor alcalde es un hombre peculiar: en sus bandos o arengas lo podéis oír. Ayer el pregonero con su “chinfla” clamaba desde todos los rincones, de orden del señor alcalde, se hace saber que los mozos y las mozas de todo el pueblo por las noches vais a los pinares y yo os digo, no jodáis, no jodáis, no jodáis…

El es así de recto. Siempre mirando por la limpieza del pinar. Y es que el ayuntamiento pagó tres jornales para retirar los condones usado y allí abandonados.

El secretario, hombre afable que pasa sus horas ente legajos, no le faltó el buen humor. Me contó que en otro pueblo donde trabajó, las mozas eran guarras y bebían vino y se tiraban a los mozos como gatas al tocino. Tengo que hacer una visita a este lugar, ya os contaré..

El tonto es tierno. Tiene el síndrome ese, no sé como lo llaman. Cuando lo ves dan ganas de abrazarlo. Por eso no le dejas que abrace a tu mujer, no se despega de sus tetas.

La puta es buena y necesaria. Pienso que deberían cuando fallezca, hacerle una estatúa y ponerle en una plaza para que todos reconociéramos sus meritos.

Y yo, el contarrero intento poneros al día para quienes no lo estéis de vuestras cosas. No sé si servirá de mucho pero los de fuera que vengan a visitarnos y lean esto, sabrán un poco mas como son los de mi pueblo.

Al extranjero me fui a ganar mucho dinero, pero vino a resultar que he vuelto hasta sin sombrero.

Emilio Perez Ventero

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