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“180º”, de Elia Saneleuterio: diario de la vida nueva

Por José Antonio Olmedo López-Amor
sábado 05 de diciembre de 2020, 07:39h
180º
180º

Elia Saneleuterio Temporal (Valencia, 1982) es profesora de Magisterio en la Universidad Politécnica de Valencia, miembro de la junta directiva de la Asociación Valenciana de Escritores y Críticos Literarios (CLAVE) y pertenece a la Plataforma de Escritoras del Arco Mediterráneo, agrupación que tiene su propia colección de libros —de mismo nombre— en el sello editorial Lastura. 180º supone su quinta publicación como poeta, tras De cómo ya no duermo sola (premio Antonio Oliver Belmás 2005 y Ópera Prima de la Crítica Literaria Valenciana 2006), texto fuente del que deriva esta actualización que es 180º, su bibliografía se completa con tres poemarios más escritos en su lengua vernácula, el valenciano: Encara sospire nits (2007), Poetes d’exili (2016) y Al nord amb els teus ulls (2016).

Como hemos dicho, 180º se presenta como una suerte de reescritura de aquel reconocido debut conformado a modo de diario lírico de una reciencasada, obra concebida en el año 2004 a la que su autora vuelve la vista (giro de ciento ochenta grados) para revisar. Por tanto, estamos ante un ejercicio de reescritura y relectura sobre el punto de inflexión en la vida de cualquier persona: el paso de la soltería y quizás independencia y soledad, a la vida conyugal, análoga a la de cualquier matrimonio.

En palabras de Mar Busquets, directora de la colección en la que se publica este libro (n. º 3), 180º es: «un monumento al amor y un canto de celebración a la vida en común». Por su parte, Elena Torres (también en la contracubierta del libro) indica con acierto que 180 meses son los que transcurrieron desde la boda (eje transformador) hasta la culminación de este poemario. Esto quiere decir que el título del libro ya no alude solo a ese ejercicio retrospectivo de giro (movimiento) hacia el pasado, nos indica, además, su distancia (coordenada) con respecto a él. Ese anclaje temporal es el que titulará cada poema, la chincheta que atraviesa el atlas y además, supone la necesaria acotación a unos hechos que, según Stella Manaut son: «Intensos; a veces, escalofriantes, con sus dosis de amor eterno y sexo pendiente de cada letra». Y es que, para el hablante lírico de Saneleuterio Temporal, la vida nueva al lado de la persona amada descubre un mundo en el que el éxtasis del cuerpo a través de los ritos del sexo ocupará un lugar determinante.

María Teresa Espasa, poeta fundadora de la Plataforma de Escritoras del Arco Mediterráneo y referente absoluto de todas sus integrantes, es la encargada de introducir a los lectores a esta obra. “El tiempo en puntas de alfiler”, título del prólogo, supone un pórtico necesario para dimensionar e interpretar este macropalimpsesto, un itinerario memorístico que incluirá una visita a los Estados Unidos de América en su última parte. Espasa nos subraya la importancia de considerar el tiempo como una sucesión de actos y no de minutos y segundos, a fin de cuentas, son dichos sucesos, los que recordamos y contamos, los que nos conforman. Y prosigue, añadiendo que la historia de amor que la poeta narra a través de sus versos es la de un amor «erótico, denso, fuerte, indestructible», e interpreta su culminación como el encuentro de los seres enamorados y su identidad. Y es que la identidad, en la concepción del ser que describen los poemas, se representa como algo en construcción, un todo que va encontrando y sumando sus fragmentos con cada victoria del amor.

El poemario comienza en Valencia un catorce de mayo y concluye en Valencia un catorce de septiembre, un tránsito desde la ilusionante primavera hasta el melancólico otoño que cierra su propio ciclo y cuadratura. Estamos ante un macrotexto que discurre continuo, como un río, sin más escisiones que las marcas temporales. La palabra inaugural es `vertical´, y no resulta un vocablo escogido al azar, pues la autora volverá a él en reiteradas ocasiones de manera, primero, acróstica: «Venías / Entre / Retazos / Tañidos...» como jugando con la polisemia y aunando fondo y forma, para confesarnos su connotación erótica y más trascendente después: «Verter la vertical de mi cuerpo / es como recoger mis despojos, es como / pensarme tejido. Tejida y desnuda, / cuero de tu cuero».

De los primeros poemas podemos inferir cierta desconfianza y preocupación por el futuro, las expectativas son tan ilusionantes que el temor a fracasar planea en la siguiente estrofa si la anterior es suspiro, sueño o promesa: «no saber / todavía / si creer el amor». La escritura se convierte en refugio y arma durante la ausencia de la persona amada, un salvoconducto para canalizar las emociones y tratar de contener el magma interior: «Otra vez silencio / y ahueco estos trazos vagos. / Estos brazos torpes. // Hoy repaso las líneas de un cuaderno. / Hoy no he sabido de ti». Pero poco a poco la dádiva del amor transformará la incertidumbre en hogaza de alegría, una oda a la alteridad narrada desde la grandeza de lo sutil y cotidiano.

El recurso a la gamificación se representa en el libro de diversas formas. Encontramos representaciones fonemáticas que aluden a la oralidad, muchas palabras se interrumpen con guiones y paréntesis buscando una combinación o reformulación de sus significados, se evidencia una irreverencia ortográfica. Los recursos para ello son diversos y constantes: el uso de las mayúsculas, la colocación de algunos versos en el espacio de la página, la intertextualidad. Todo ello contribuye a la participación activa del lector, quien reconoce en la ausencia de signos que delimiten algunas proposiciones una invitación a la construcción de la sintaxis y, por tanto, a ser un factor determinante en la concreción del sentido. Gandía, Valencia, París, Simat, Reims: cada poema está rotulado con el lugar y la fecha de su génesis, el constante movimiento geográfico es análogo al vaivén interior devenido de la experiencia amorosa.

El hablante lírico cambia de apóstrofe y oscila entre sí mismo (en menores ocasiones) o la persona amada, verdadero narratario este último y núcleo alrededor del cual orbitan todas sus reflexiones. Este talante dialogístico acompañado de la primera persona, tono coloquial, apelaciones e intertextualidad, hacen que los poemas realmente lleguen con claridad al lector, facilitando con ello su empatía y reconocimiento en los versos.

Saneleuterio no quiere que sus lectores desvíen su atención sobre la acción narrada en los poemas, tampoco quiere encorsetar un decir que no es más que incontinencia, necesidad de expresar los cambios que experimenta su nueva vida y todas las emociones que ello le deporta, por eso vierte su discurso en un verso libre de ritmo y rima y potencia su transparencia a través del léxico. Los poemas son estróficos o no; los versos, de extensión desigual; nada oprime a la total libertad formal que oxigena a lo contado.

La «regla de los 180º grados» en el ámbito cinematográfico es aquella que indica, en un plano medio donde dos personajes se observan de frente mientras conversan, el arco espacial por el que la cámara puede moverse sin perder de vista a los actores ni modificar la composición espacial de la imagen. Por tanto, y atendiendo a esta norma, estamos ante la demarcación de un umbral que garantiza la comunicación directa, el enclave panóptico que dota de sentido al ejercicio memorístico, el punto de fuga en el que convergen todas las miradas de la autora.

Conviene no saber de más a la hora de abordar este libro, ya que, revelar la originalidad de sus imágenes y metáforas —por ejemplo— antes de hora, puede atenuar el impacto que sin duda propina su vocación de búsqueda. Los poemas son retratos emocionales de un momento determinado y en su cámara oscura es fácil encontrar versos que brillan con luz propia sin velar el conjunto.

Quince años de amor, de florecimiento de vástagos, de maduración, propician en la autora el deseo por inmortalizar su huella, una marca incontestable que la ha transformado y todavía lo hace, aunque generando mucha menos incertidumbre.

En definitiva, 180º supone un desafío lector, ya que su autora destruye algunas convenciones ortográficas, espaciales y gramaticales para tratar de transmitir esa agitación que a ella le provocó casarse y compartir su vida con la persona amada. Su tratamiento del sexo es verdaderamente un alarde de sensibilidad capaz de acariciar o golpear merced a un hábil tratamiento del lenguaje. Corolario experiencial, rúbrica constancia del torbellino vivido, 180º nos regala una sana fascinación todavía pura en un mundo y un tiempo tan necesitado de poéticas valientes, como la suya.

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