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Ed. Harper Collins Ibérica
Carlos Bassas del Rey
Carlos Bassas del Rey (Foto: cedida por la editorial)

Entrevista a Carlos Bassas del Rey: “Siempre salgo tocado de mis novelas; solo así el lector puede salir también herido de ellas”

Autor de "Cielos de plomo"
Por Francisco Jiménez de Cisneros
miércoles 27 de enero de 2021, 08:35h

Carlos Bassas del Rey nos lleva, de nuevo, a Barcelona. Pero, en este viaje, además de necesitar un transporte para recorrer un espacio, necesitamos una máquina para volver atrás en el tiempo: Cielos de plomo transcurre en una Ciudad Condal ya desaparecida, plaza militar amurallada, en la que se oyen ecos de novelas del XIX y el lector llega a temer toparse con Jack el Destripador…

Cielos de plomo
Cielos de plomo

Barcelonés instalado en Navarra, con esta novela vuelves a tu ciudad natal. ¿Qué te llama?

Barcelona siempre ha sido una ciudad muy especial para mí, tanto en lo biográfico-afectivo como en lo literario. Durante años no me atreví a escribir sobre ella porque llevaba tiempo lejos y pensaba que a los barceloneses no les interesaría una novela ambientada en su ciudad escrita por alguien de fuera, pero he llegado a un punto en mi vida en el que ya dejo atrás más de lo que me queda por delante, así que muchos complejos desaparecen. Soy un enamorado de mi ciudad natal y de su Historia, pero, sobre todo, de las historias que encierra, que, en parte, me han hecho querer ser escritor, así que es tiempo de devolverle a Barcelona lo que me ha dado.

Sin embargo, la Barcelona a la que nos llevas no es la de hoy… ¿Por qué este salto en la historia?

La Barcelona de mediados del XIX es un escenario perfecto para lo que ahora se llama un noir histórico; era una ciudad oscura, sucia, intramuros, controlada por los militares con mano de hierro, cada vez más superpoblada y en constante ebullición política y social, y, a pesar de las enormes diferencias entre ese pasado y nuestro presente, al escribir me daba cuenta de que no todo ha cambiado tanto, que quizás solo lo han hecho las piedras, porque el carácter del barcelonés, inconformista, rebelde, cabreado —y perdedor en muchos casos— sigue siendo el mismo.

¿Qué fue antes: el interés por la época o la idea de la trama?

Diría que ambas cosas avanzaron en paralelo. Quería conocer más acerca de una época clave para la historia de la ciudad. Barcelona ha vivido muchos momentos importantes a lo largo de su vida, pero su expansión, fruto de la caída de sus murallas, fue algo definitivo. A partir de ese instante, pudo empezar a respirar y comenzar a convertirse en lo que llevaba tantos años queriendo ser, una capital europea moderna. Así que, mientras por un lado creaba la atmósfera general de la novela, por otro diseñaba una trama que me permitiera jugar con elementos propios de la época y rendir homenaje a las lecturas de mi infancia, las que me hicieron, en gran medida, querer ser escritor: Dickens, Dumas, Stevenson, Salgari, Wells, Tolstoi, Dostoievski, incluso las de uno de los padres de la novela negra, Wilkie Collins… Cielos de Plomo es un homenaje a esa literatura, a esas novelas.

Tu protagonista, Miquel Expósito, y la organización que lo acoge, La Tinya, tiene ecos de novelas del XIX…

Sí, como te decía, Cielos de plomo está llena de homenajes, de elementos propios de esa literatura por entregas, de esas novelas de aventuras que echaron raíces en mí hace mucho tiempo y que me han acompañado hasta hoy. De hecho, los distintos capítulos están concebidos, en cierto modo, como si fueran entregas.

Leyéndola, confieso que a veces he pensado en Jack el Destripador y otras, en Sherlock Holmes…

Así es. Hay ecos de Conan Doyle, de Dumas, de Stevenson, de Salgari… De ahí el capítulo “dedicado” a los Gabinetes de Lectura, a los folletines, a las novelas por entregas publicadas por diarios como El Brusi (Diario de Barcelona), y a los relatos de cordel, además de a todos esos escritores españoles de folletines que casi han desaparecido del imaginario popular: Pérez Escrich, Ortega y Frías, Torcuato Tárrago o, por supuesto, Benito Pérez Galdós.

Se acaba de publicar un libro, Un hombre y mil negocios. La controvertida historia de Antonio López, marqués de Comillas, de Martín Rodrigo, que, desde otra perspectiva, aborda un asunto del que tú te ocupas: grandes nombres de la vida social catalana involucrados en un comercio atroz. ¿Casualidad? ¿Una historia que empieza a emerger?

Empecé con Cielos hace tres años, y, por entonces, uno ya podía encontrar bibliografía acerca del tráfico —y de su uso como mano de obra en los ingenios de ultramar— de esclavos en España, aunque era un tema del que no se hablaba en exceso. Poco a poco han surgido más investigaciones y novelas de ficción sobre el asunto, pero creo que ha sido a raíz de cierto movimiento de revisionismo —revanchismo— histórico que ha planeado sobre nuestras cabezas en los últimos tiempos que la cosa ha vuelto a aflorar. Hubo tráfico legal, primero, e ilegal, después, de esclavos en España, sí, y fue un negocio muy lucrativo para unos cuantos —de hecho, la propia reina María Cristina hizo fortuna con él—, entre ellos, varios industriales, banqueros y empresarios catalanes cuyo apellido todo el mundo conoce, del mismo modo que lo fue para empresarios de otras naciones. Poco a poco, sin embargo, en especial tras el cambio de criterio de los ingleses, la cosa se fue atajando, aunque la prohibición lo convirtió en un negocio aún más lucrativo —a mayor riesgo, mayor beneficio— a lo largo de sus últimos años de vida. Es un hecho histórico ante el cual, desde el presente, la gente reacciona de modos distintos. Por cierto, que Antonio López no fue, ni de lejos, el peor de ellos.

La novela es un descenso a lo más tenebroso del ser humano. ¿Cómo sale el autor de ese viaje?

Yo siempre salgo tocado de un modo u otro de mis novelas; solo así, creo, el lector puede salir también herido de ellas. Uno escribe con distintas intenciones, todas ellas igual de nobles e importantes, pero el lector solo se creerá lo que le estás contando si tú mismo lo haces, y, en determinado tipo de novelas, eso solo se consigue siendo sincero. Quizás pueda resultar difícil de entender desde fuera, pero cuando te sientas delante de un teclado y pretendes emocionar a alguien, la cosa cobra sentido. Tienes que poner de ti, de lo contrario, todo acabará precipitándose hacia el tópico. La verdadera originalidad de una novela no radica en su trama, sino en la mirada y la voz de quien la escribe. Varios de los argumentos de las obras de Shakespeare, por ejemplo, están directamente basados en relatos mitológicos preexistentes (Romeo y Julieta, Hamlet…), pero son únicos por el modo en el que él los contó. Lo mismo sucede con muchísimas novelas. Lo original no es el argumento, es el escritor.

Una novela histórica dentro de una novela negra, o viceversa. ¿El género importa?

Creo que el género acaba importando más al lector y al resto de la periferia literaria —editores, libreros…— que a los escritores, aunque es una sensación puramente personal. Es cierto que muchos géneros cargan con determinados condicionantes —el noir, la fantasía, la ciencia ficción, el histórico…— que el lector espera encontrar, pero, al final, todo se reduce a una sola cosa, que es lo que siempre les repito —los pobres están cansados de oírmelo decir— a mis alumnos en los talleres: contar bien una buena historia. Nada más. Y nada menos.

Hace dos años fuiste galardonado con el premio Dashiell Hammet que concede la Semana Negra de Gijón con otra novela, Justo, ambientada en Barcelona. Ahora, Cielos de plomo… ¿Será tu ciudad natal también escenario de la próxima?

Aún no lo sé. Es posible que sí. Aunque, a la hora de afrontar determinadas historias, ambientarlas en un lugar real y concreto pueda hacer que te distraigas de cosas más importantes. Por suerte, Barcelona tiene una larga lista de escritores magníficos que ambientan sus historias en ella como para poder prescindir de uno más… Pero estoy seguro de que, tarde o temprano, volveré a sus calles.

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Carlos Bassas del Rey
Carlos Bassas del Rey (Foto: cedida por la editorial)
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