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"Cuando la frontera cerraba a las diez", de Agustín Calvo Galán

Ediciones Amargord, Madrid, 2020
Por Gregorio Muelas Bermúdez
jueves 01 de abril de 2021, 13:00h
Cuando la frontera cerraba a las diez
Cuando la frontera cerraba a las diez

Cuando la frontera cerraba a las diez es el significativo rótulo del último poemario de Agustín Calvo Galán, que ha visto la luz en Ediciones Amargord como séptimo título de la colección Amsel de poesía, que dirige el vate Miguel Ángel Curiel. La edición, de pequeño formato y diseño preciso y sencillo, se presenta con el sorprendente subtítulo de “Una novela”, dado el fondo lírico del conjunto, sin embargo, muy pronto advertimos su vocación narrativa, más allá de los breves poemas en prosa que componen el libro.

Pero ¿de qué frontera nos habla el poeta barcelonés? De la “línea peninsular” que separa Portugal de Espanha, conocida como “La Raya” por estar pintada en el suelo y en los libros de Geografía e Historia, hasta allí llegan “después de toda una tarde conduciendo por carreteras mal asfaltadas” los dos protagonistas, exhaustos. ¿Para qué? Para llegar a casa. A esa frontera interior que “solo permanecía abierta durante las horas diurnas”, a “aquella mitad de todo” llegan de noche, casi en silencio, y allí solo escuchan algunas palabras sueltas y el rugir del viento. Ante la impenetrable barrera deciden volver a ese Portugal que los retiene. De camino al interior, “expatriados, prevenidos” encuentran un pousada para salvarse de la noche cerrada y fría. Mientras, se negocia el tratado de Maastricht, que sentará las bases de la Unión Europea. Los personajes, ajenos a las negociaciones en los Países Bajos, se ven abocados a la desesperación ante la imposibilidad de seguir adelante. “Al día siguiente sí que pudieron pasar la Raya a primera hora”.

Adeus.

El contexto nos lo ofrece las citas que inauguran los cuatro capítulos en los que se divide el conjunto, a saber: “Cuando la frontera”, “Márgenes”, “La vuelta a casa” e “Incisos”, siendo la primera de ellas, firmada por Pilar Gómez Bedate, la más triste, y a su vez, la más esclarecedora. Los otros paratextos tampoco tienen desperdicio, por las páginas del libro transitan las sombras de Juan Ramón Jiménez, Mário de Sá-Carneiro o Gloria Fuertes, entre otros.

“Márgenes” es el capítulo más lírico, una especie de interludio compuesto por cuatro cantos, tan breves como libres, donde Calvo Galán es capaz de atrapar la esencia de una tierra abocada al mar, con la gesta de Tordesillas a cuestas.

En “La vuelta a casa”, el autor realiza un recorrido sentimental por ese espacio familiar al que el protagonista regresa y donde “no hay nadie”, donde los ruidos de fuera tienen su eco en el silencio que impera en el interior. Allí recuerda las piezas musicales y las canciones que ya no puede oír, desde Falla, Granados o Albéniz hasta el take on me de A-ha-; y los libros que no volverá a leer (Campos de Castilla, Doctor Zhivago, Salambó…), de esta forma, jalonando las composiciones de referencias culturales, Agustín Calvo Galán dota de un halo melancólico a la casa, cuyas ventanas se volverán a cerrar.

En “Incisos”, Calvo Galán evoca en primera persona algunos pasajes del relato, fuente de discusiones, de reproches, que cesarán “estrepitosamente” con las maletas que anticipan la venta de la casa y el adiós, “tan amigos”, definitivo.

En conclusión, todo lo dicho anteriormente es solo una excusa, bella como la pluma del autor, para hablar de “ellos”, de él y de ella, de sus diferencias, y de la línea psíquica que finalmente los separa. De esta forma el libro se erige en una hermosa metáfora sobre las fronteras que los seres humanos dibujamos piel adentro, “en medio de la oscuridad”.

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