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Transición e historial criminal

Reseña del libro "Atocha 55", de Joaquín Pérez Azaustre
Por Francisco Morales Lomas
domingo 09 de mayo de 2021, 09:00h
Atocha 55
Atocha 55
El poeta y novelista cordobés Joaquín Pérez Azaústre, premio Adonáis, Loewe Joven, Gil de Biedma, Fernando Quiñones… posee una ya importante trayectoria. Su última obra, Atocha 55 es una novela seria, rigurosa, con una gran cantidad de documentación y entrevistas a protagonistas en aquellos días de los sucesos criminales del fascismo en España.

Esta obra surge, como dice el autor, por una acumulación de azares: un reportaje que leyó en 1999, otro en enero de 2013 del último superviviente, Alejandro Ruiz-Huerta Carbonell… Atocha 55 es una buena novela-documento en la que el escritor ha empleado un buen número de entrevistas y documentos pero, a medida que es menos esclavo de los datos y pone en funcionamiento los recursos narrativos para los que está muy bien dotado, crea una novela de gran altura. Creo que es una novela a la que no le falta interés y puede ser atractiva para aquellos jóvenes actuales que desconocen muchas de las circunstancias históricas de nuestro país. Desgraciadamente la enseñanza en España ha dejado mucho que desear. Pérez Azaústre al que le sobran recursos, lo consigue notablemente. Ha creado un magma denso, creíble. Maneja bien la lengua (sus dotes literarias, líricas, asoman con frecuencia) y su labor es muy importante desde el ámbito de la creación novelesca, de los personajes, del reconocimiento a los abogados de Atocha.

Sin embargo, en determinados momentos, lejos de la ausencia, existe una evidente toma de partido por parte del autor y, a veces, cierto olor a moralina, así como hubiera sido necesaria una mayor confrontación de ideas, una mayor profundidad en estas o en el ámbito del pensamiento, pues sus recursos están más en la dirección de los sucesos en sí, con todo tipo de detalles, muy propios de un sumario judicial, o lo que hicieron los protagonistas de esta acción que llenó de luto la Transición española y no tanto en la reflexión profunda, en lo pensamientos, las sensaciones, las reflexiones, o las ideas. En el proceso de construcción el “aparente” desorden en realidad nace del uso del monólogo interior y con él pretende crear ese magma envolvente y agónico de su creación, con otros procesos narrativos donde se van intercalando situaciones y escenas secundarias con gran brillantez. Estas teselas breves, raudas, con cambios de personajes y situaciones generan en el lector un magma acumulativo pretendido que organiza su propio decurso.

Evidentemente, el efecto moral está conseguido y la defensa de los abogados laboralistas y el repudio de sus asesinos. El instrumento narrativo se emplea como instrumento ético que tanto debe, por otra parte, a uno de los grandes genios de la novela-documento, Truman Capote, y su A sangre fría.

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